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Raúl es como una canción de Sabina. Su vida ha dado tantos tumbos como cualquiera de sus protagonistas. Estudiante belicoso en Escolapios (le saltó los dientes a un matón que le acosaba), alumno de Empresariales (montó un cibercafé en la primera planta de la propia facultad), cacharrero informático (pirata) en un primer piso en Recogidas, creador de código para las añoradas 'campus partys' (se hizo rico y luego se arruinó), pionero en la retransmisión por 'streaming' de todo tipo de eventos musicales (le fichó en Lisboa la antigua manager de los Rolling Stones), ha creado Talent Land, donde reúne en México a 40.000 informáticos (y es el semillero de programadores de Google).
Además, también reunió este verano pasado a 19.000 personas para buscar soluciones informáticas a la sequía (y batió un récord Guinness).
Entre medias ha aprendido y compartido. Sabe que Granada es referencia en Inteligencia Artificial y Salud. Sabe que en la cafetería Flamboyant sirven unos suizos con mantequilla y mermelada que no los encuentras en ningún otro lugar. El ejemplo le sirve para detallar la calidad de vida y el futuro que tiene Granada. Por eso vende Granada. «Granada debería atraer teletrabajadores por su calidad de vida y atractivo innovador». Y remata: «Granada es hoy por hoy la ciudad perfecta para los nómadas digitales».
Ahora, ha viajado desde América a Granada para pasar unas semanas con sus padres, él, antiguo profesor de los Escolapios, y ha concedido algo así como su primera entrevista, «porque prefiero ser una persona anónima». La razón, sencilla. «Mis padres son lectores de IDEAL de toda la vida, y me hace ilusión salir en el periódico de Granada», dice.
Raúl fue rapidillo desde que salió de Escolapios para pasar por el instituto Soto de Rojas y terminar matriculado en la Facultad de Empresariales de la Universidad de Granada. Avispado, siempre en tensión, se percató de algo que todavía le tiene obnubilado. «Llegué con ideas y ganas de montar empresas y lo que comprobé es que todos querían ser empresarios o trabajar en la banca, pero nadie movía un dedo». Su conclusión fue clara. «La palabra emprendedor ni tan siquiera existía en la facultad». Significaba que Raúl tenía el campo libre para desplegar sus capacidades.
Así que empezó en lo que había. En primero de carrera trabajó en Telepizza, en el local de la Acera del Darro. En segundo de carrera dio un salto y empezó a componer ordenadores personales clónicos con piezas de aquí y de allá en un segundo piso que alquiló en la calle Recogidas. «Era piratilla, ya sabes, pero me ganaba la vida y aprendí mucho. También empecé a aplicar lo recibido. Por ejemplo, para dar a conocer mi taller de ordenadores apliqué las técnicas de buzoneo que aprendí en Telepizza». La cosa se iba animando.
«Me llaman entonces del primer cibercafé que se abrió en Granada, en plaza Einstein. Querían un presupuesto para comprarme ordenadores. El negocio no salió, pero en el camino abrí yo mismo una red de cibercafés por toda la ciudad. Fueron cinco en total, en el barrio de la Magdalena, LaCaleta, Puentezuelas, en el Realejo y en el primer piso de la mismísima facultad de Empresariales donde estudiaba», recuerda encantado con este último logro. «Tenía trescientos ordenadores conectados a internet por toda Granada». La cosa se iba calentando.
En 1996 se abre una puerta enorme con la aparición de la primera campus party en Mollina, Málaga. Raúl se mete tan de lleno que en el año 2003 ya está contratado por la empresa organizadora que con sede en Madrid organiza este evento multitudinario. Pero Raúl no se queda quieto, empieza a profundizar en cuestiones que entonces incipientes ahora ya son realidades, tales como los e-sports, los videojuegos y la retransmisión de eventos en directo vía streaming.
La retransmisión de los espectáculos en directo funciona de maravilla, vive de la publicidad que se contrata y abandona la empresa de campus party. EL problema es que en 2008 llega la crisis y como se escuchó entonces por todos los rincones, la fiesta había terminado. Raúl se pudo salvar porque buena parte del código necesario para todas estas aventuras era de su propia cosecha.
«Salí de España en un autobús con 80 euros en el bolsillo hacia Lisboa. Tuve que empezar de cero». Muchos dicen y pocos saben en sus propias carnes que el fracaso está muy bien valorado allende la vieja piel de toro. Tras ocuparse cuatro años en tierras lusas, hace las Américas. Es el año 2010 y vuelve a Campus Party, al final, su alma máter. La vida le vuelven a sonreír. Así que toca liarse de nuevo.
Campus Party se transforma en una franquicia y Raúl la extiende por varios países de América. En Ecuador bate una plusmarca y reúne a 10.000 personas. Cuando se le acaba el contrato da el salto que anidaba en su cabeza y crea Talent Land. El pensamiento es sencillo, para qué hacer para otros lo que puedo hacer por mí mismo. Es el año 2018, Raúl tiene la experiencia y un convencimiento: «Campus Party era un evento de culto a la tecnología. Talent Land será un evento de culto a las habilidades (skills)».
Google lo ve claro y desde entonces busca su legión de programadores en Talent Land. Se convierte así «en el evento de referencia de empresas que buscan talento». La Junta de Andalucía lo sabe ver y le llama para organizarlo el verano pasado en la vecina ciudad de Málaga.
Fue, probablemente, el momento más feliz en la vida de Raúl. Porque las canciones de Sabina también pueden tener un final feliz. Sus padres son ya mayores y nunca pudieron volar a México a ver lo bien que funcionaba Talent Land, así que esa espinita la llevaba Raúl bien clavada. «Pero en Talent Land Málaga se batió un récord del Libro Guinnes y vino el presidente Juanma Moreno, que se sentó conmigo en primera fila».
Detrás, detrás estaban el papá y la mamá de Raúl.
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