Sábado, 10 de octubre 2020, 10:12
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Si hay un lugar en la provincia de Granada donde la naturaleza y el universo mitológico pugnan por convertirse en el principal atractivo, ese es sin duda la Dehesa del Camarate. Sus frondosos bosques teñidos de ocre y tonos rojizos, el crepitar de la hojarasca que interrumpe el silencio de Sierra Nevada y el halo de misterio que envuelve todo su entorno otorgan a este enclave motivos de sobra para merecer el nombre de Bosque Encantado. Una denominación que cobra mucho más sentido cuando los lugareños enriquecen la cultura popular de la zona transmitiendo de boca en boca historias sobre almas errantes.
Es el caso de las gentes de Lugros, que desde tiempos inmemoriales mantienen viva una leyenda que versa sobre un padre y su hijo, quienes encontraron la tragedia adentrándose en los bosques de la Dehesa del Camarate. Aquellos que conocen el camino, que conduce hasta una antigua plaza de toros, afirman que la senda bien podría formar parte de un universo imaginario en el que las hadas y los elfos custodian y protegen los bosques.
Según cuentan los lugreños, por este sendero caminaban un padre y su hijo de muy corta edad en un tiempo impreciso, dispuestos a dejarse envolver por los encantos de este enclave, como habían hecho en tantas otras ocasiones. Pero esta vez, el infortunio les esperaba en mitad del camino, donde en un despiste el padre perdió de vista a su retoño. Desconsolado y desesperado, buscó al niño entre la densa vegetación durante días, pero el pequeño nunca apareció.
Desde entonces, tanto los vecinos de Lugros como los ganaderos que frecuentan el lugar aseguran que durante las horas del crepúsculo se pueden oír los gritos atormentados del padre, que busca a su hijo sin descanso. Otros afirman haber escuchado el llanto del pequeño, cuando la niebla se desborda entre las escarpaduras del Bosque Encantado. El viento y los sonidos emitidos por la fauna que habita en el monte alimentan la leyenda y hacen más atractiva, si cabe, la visita a este paraje granadino.
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Además de la historia del niño perdido, existen otros atractivos en este sendero para los amantes del misticismo. Justo en el inicio de la vereda, entre el río y el barranco de las Rozas, se abre ante el caminante una vieja ermita a medio construir y olvidada por el paso del tiempo. Se trata de un altar dedicado a San Nicolás que empezó a levantarse hace décadas y que nunca llegó a ser terminado. Más de medio siglo después, la ermita inacabada que nunca acogió las oraciones para las que estaba destinada, otorga un aire misterioso al camino y, según afirman las gentes del lugar, vela por los senderistas y visitantes que se adentran en las entrañas del Bosque Encantado.
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