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Aida Ortiz
Granada
Sábado, 7 de noviembre 2020, 13:12
La naturaleza más salvaje, aquella en la que el ser humano apenas ha dejado su huella, se ha conformado durante siglos como escenario mágico y misterioso de innumerables leyendas, así como un lugar habitado por seres mitológicos y criaturas fantásticas. Unos seres cuyo origen ... debemos buscar en las creencias y supersticiones de poblaciones que imaginaban figuras protectoras de los bosques a las que temer y respetar, con el objetivo de advertir sobre los peligros de lo desconocido o de dar una explicación a determinados fenómenos naturales.
Los paisajes frondosos y de difícil acceso forman parte del imaginario de muchas culturas en lugares en los que la naturaleza tiene un papel destacado, como es el caso de Irlanda, en cuyos bosques habitan los leprachauns, junto a un buen número de seres mitológicos. En el caso del norte de España, encontramos las meigas y los trasgos gallegos, los aramos o las bruxas asturianas, el basajaun vasco o los duendes y los ojáncanus cántabros.
El sur de la península también cuenta con su propia mitología vinculada a la naturaleza y en sus montañas se ocultan seres endémicos que protegen los bosques y desafían al ser humano ante la impronta que éste deja en sus parajes. Granada y Sierra Nevada, envueltas en una indudable atmósfera legendaria, no podían ser menos. Pero lejos de albergar geniecillos burlones, en los montes escarpados de nuestra sierra se ocultan, según la cultura popular granadina, criaturas que provocan verdadero terror.
Si nos adentramos en el rico folklore de Granada, encontraremos una creencia muy arraigada sobre la existencia de un personaje malicioso al que debe temer cualquier montañero que se adentre en las espesuras de Sierra Nevada. Se trata del mono careto, una especie de duende con aspecto de simio y rostro severo, cuya expresión puede paralizar de pavor a quien ose interponerse en su camino.
Muchos afirman que este ser mitológico es la sublimación de la «malafollá granaína», pero el mal humor de este personaje serrano va mucho más allá, hasta el punto de provocar verdaderas tragedias. Tanto es así que, según las creencias populares, es capaz de provocar aludes de nieve para sepultar a montañeros, ocasionar desprendimientos de rocas, o cortar las cuerdas de los escaladores, con el único objetivo de castigar a quien se adentra en la montaña sin el temor y el respeto que merece. Y es que, como muchos otros seres de la mitología andaluza, la existencia de esta leyenda no tiene otro fin que advertir de los peligros de la sierra, que puede llegar a ser un lugar tan hostil como fascinante.
Las lagunas de las montañas granadinas también esconden oscuras leyendas, a pesar de su apacible apariencia. Sobre todo la laguna de Vacares, que se distingue de las demás por su aspecto sombrío, tal y como la describió el ilustre granadino Fidel Fernández Martínez, una de las personas que más ha contribuído a la divulgación de Sierra Nevada: «Las paredes interiores están formadas por horribles acantilados que descienden con pendiente casi vertical, y en el fondo de aquel gigantesco circo, al pie de la vertiginosa gradería, se advierte un enorme estanque circular, de aspecto triste y melancólico».
Su aspecto, oscuro e inquietante, ha inspirado numerosas leyendas y tradiciones muy arraigadas entre pastores y cazadores. De la laguna de Vacares, por ejemplo, se dice que no tiene fondo, que es un «ojo» que comunica con el mar en Calahonda, que congrega a las almas del purgatorio en determinados días del año o que en sus profundidades se oculta el palacio de un rey moro. Pero la más conocida tiene que ver con un ser femenino de espectacular belleza, procedente de la mitología griega, que habitaba en lagos o ríos: la ondina.
La laguna de Vacares es morada de una de estas terroríficas criaturas, que se aparece en forma de pájaro blanco y que aprovecha la desorientación de viajeros perdidos en las entrañas de la sierra para atraerles con su belleza y arrastrarlos al agua con una fuerza sobrehumana, para después devorarlos sin piedad. Según cuenta la leyenda, en una ocasión, la ondina quedó prendada de un caminante al que perdonó la vida para convertirlo en su amante. El infortunado viajero, sin embargo, despertó de su embelesamiento cuando comprobó que en el fondo de la laguna reposaban los restos de sus otras víctimas. Horrorizado, huyó aprovechando un despiste de la ondina que, al percatarse, montó en cólera y redobló su crueldad.
Aunque existen otros seres mitológicos en el imaginario granadino, el mono careto y la ondina de la laguna de Vacares ocupan un lugar destacado en la tradición serrana, que invita a disfrutar de las maravillas de Sierra Nevada, sin olvidar las amenazas que acechan al viajero en las entrañas de la naturaleza más salvaje.
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