Los expertos piden obras hidráulicas y actuar en los cauces para evitar riadas en Granada
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Cuarenta días después de la tormenta, analizan qué cambios se pueden hacer para evitar dañosGranada ya ha aguantado dos gotas frías que han marcado su historia reciente. En la Costa Tropical, la riada, la 'nube' de La Rábita, de 1973 costó la vida a muchos de sus vecinos, mientras que en la capital en octubre de 1951 reventó el ... río Darro en Puerta Real y no pilló a nadie de milagro. La ciudad ha calculado la probabilidad a la que vuelvan y sus estragos, pero en esos análisis no se prevén cómo el cambio climático puede acentuar esos fenómenos.
La provincia debe prepararse para las DANAs que vendrán. IDEAL habla con distintos expertos en geología, ingeniería, ordenación del territorio o Protección Civil para comprender qué pequeños cambios se pueden realizar para que las ciudades y localidades puedan defenderse y estar preparadas de cara a las tormentas. Más planificación en obras hidráulicas, inversión, mantenimiento de los cauces y cambios en la ordenación urbana, como la instalación de pavimentos filtrantes o la naturalización del río Genil son algunas de las propuestas.
Juan Manuel Medina Decano de los ingenieros
Para el decano de los ingenieros de Caminos en Andalucía, Ceuta y Melilla, la ingeniería tiene un papel fundamental en la reducción de daños y riesgos por inundaciones. A juicio del experto, es improbable que en la ciudad se produzca una catástrofe similar a la que ha asolado Valencia, pero no imposible. «El riesgo cero no existe. En la Costa sí sería propicio un evento de este tipo», reflexiona. En la capital, las presas de Canales y Quéntar, el encauzamiento del Genil y de barranco Hondo o la instalación de emisarios que ayudan al desalojo de las aguas pluviales, han sido actuaciones importantes en la reducción de los riesgos. «Las gotas frías en un contexto de cambio climático serán fenómenos más frecuentes con mayor intensidad, como sociedad tendremos que tomar medidas», señala. El decano de los ingenieros explica que en cada infraestructura que se acomete se tiene en cuenta el coste de la inversión para estimar los daños que generaría en caso de que colapsara, buscando un punto de encuentro entre ambos para que las construcciones sean rentables a la par que seguras. Para minimizar el peligro, en las zonas en riesgo de inundación los expertos hacen proyecciones de las consecuencias basándose en la probabilidad de que el fenómeno ocurra en diferentes secuencias temporales. Sin embargo, como los episodios climáticos adversos son frecuentes, Medina propone calcular a menudo los caudales de los ríos e intensificar el estudio de su comportamiento en periodos más cortos. Por último, destaca que las medidas correctoras para que no se produzcan grandes daños con riadas e inundaciones son de sobra conocidas: más infraestructuras y planificación hidráulica. «Falta voluntad política e inversión para que se ejecuten», concluye.
José Miguel Azañón Catedrático de Geodinámica
El catedrático de Geodinámica de la UGR explica que con las alteraciones que se producen actualmente los eventos extremos serán más frecuentes. El experto aboga por analizar de nuevo las zonas de riesgo de inundación y equipara el encauzamiento del Genil a las del río Turia en Valencia, que han evitado sobresaltos en la ciudad. Más control sobre el río Monachil y el Beiro, que históricamente son propensos a las inundaciones. Además, tienen su trazado embovedado. El Genil cuenta con presas en su cabecera, pero el río Darro carece de toda regulación, con puntos donde se pueden producir desprendimientos o avenidas, entre ellos el área del Tajo de San Pedro. En la Costa Tropical, se debe revisar las llanuras de inundación de los ríos de forma pormenorizada. La mayoría de los ríos de la cuenca Mediterránea carecen de regulación. El más caudaloso, el río Guadalfeo cuenta con el sistema de presas Béznar-Rules. Río Verde no tiene ningún tipo de regulación en Almuñécar. De hecho, fue uno de los puntos preocupantes para el Ayuntamiento en la DANA del 13 de noviembre. El catedrático de Geodinámica de la Universidad de Granada indica que es fundamental respetar las áreas que la naturaleza ya ha reclamado como suyas y los lechos. «Las ramblas solo actúan cuando hay lluvia. Están por algo. El resto del tiempo las personas se piensan que no hay ningún problema, pero la naturaleza ha hecho que tengan esas dimensiones», recalca.
María Isabel Rodríguez Profesora de Urbanística y Ordenación del Territorio
El cambio climático y los fenómenos adversos asociados a él se agravan por el proceso continuo de impermeabilización urbana que comenzó en el siglo XX. El sellado del suelo, su asfaltado, favorece el tráfico rodado pero ocasiona un aumento de la frecuencia e intensidad de las inundaciones y de la temperatura en la ciudad. A consecuencia, es necesario desarrollar un nuevo modelo urbanístico que revierta el proceso de impermeabilización y que convierta a Granada en una ciudad más resiliente. La capital es pionera en este nuevo modelo urbano más sostenible con estudios de la UGR y Emasagra, además de la colaboración entre la institución y el Ayuntamiento de Granada con el fin de implementar mejoras. Para frenar las inundaciones, además de la inversión en infraestructuras proyectadas y obras hidráulicas que corrijan el riesgo de inundaciones fluviales, es necesario a nivel urbanístico restituir y repavimentar. Las últimas imágenes de la DANA en la provincia han dejado estampas de calles que eran ríos donde los imbornales no eran capaces de hacer frente a las aguas que llegaban. Los pavimentos permeables hacen que la ciudad sea una esponja y aquello que no pueden recoger las canalizaciones de aguas pluviales lo hagan las propias calles y edificios, a través de adoquinados capaces y pavimentos formados por hormigón y tierra vegetal y tejados verdes que tienen la doble función infiltrar el agua de la lluvia y disminuir la temperatura del suelo. Más zonas verdes y los jardines de lluvia, además de buenos sistemas de drenaje, son soluciones que mejoran la respuesta urbana contra inundaciones.
Juan Carlos García de los Reyes Arquitecto
«Los técnicos tenemos la gran oportunidad de prestar un servicio a la población. Marcamos por donde la ciudad debe crecer», destaca el arquitecto. Subraya que si las edificaciones están en zonas inundables nunca están preparadas para hacer frente a una inundación, todas las medidas son paliativas de los daños. A la hora de planificar la ciudad hay muchos aspectos a considerar, entre ellos se deben tener en cuenta los riesgos naturales, impidiendo, tanto las administraciones como con la voz de los técnicos, que se urbanice en zonas donde no es apto. «Ante situaciones heredadas, solo queda poner en marcha medidas hidráulicas correctoras. Las lluvias son cada vez más intensas, pero poco frecuentes e impredecibles», reseña.
La revisión e innovación del PGOU municipal es el momento propicio para que se comprueben las áreas de inundación y, si las hubiera nuevas o se han producido modificaciones en las ya propuestas, tomar medidas de ingeniería para minimizar los posibles daños. Porque la única opción que quedaría si no es la demolición, una alternativa poco viable.
Eso sí, el arquitecto considera que para prevenir inundaciones fluviales es necesario actuar en el cauce urbano del río Genil. «El agua del cauce pasa a mucha velocidad por algunos tramos. Al estar hormigonado su cauce urbano, no hay opción de que el agua se filtre o drene. Contamos con las presas de contención, pero renaturalizar el río para que filtre el agua es una medida sencilla. No me refiero a plantar vegetación, simplemente con levantar el pavimento es suficiente», dice. Por último, insiste en la necesidad de actualizar los estudios hidráulicos.
Sergio Iglesias Protección Civil del Ayuntamiento
«Hemos fracasado como sociedad y queda patente en la DANA de Valencia. La gestión claramente ha presentado fallos, pero también la autoprotección de los ciudadanos. Muchas muertes se podrían haber evitado si los afectados por las inundaciones hubieran sabido y tuvieran conocimiento de cómo deben actuar», comenta. Los valencianos viven en zonas inundables y expuestas a las gota fría y desconocían cómo responder a estas amenazas. Cualquier persona que viva en una zona de riesgo, bien por inundaciones, derrumbes o terremotos, debe ser consciente del lugar que habita y de qué puede hacer en caso de que la prevención falle y se desate la emergencia. El problema principal con las inundaciones es que la población tiene la memoria dormida. Los eventos tan drásticos y las tragedias se olvidan. Una misma generación no suele vivir varias catástrofes y, por tanto, lo que es una urgencia para unos pasa desapercibido para otros. A juicio del jefe de Protección Civil, las medidas que se tomaron tras la DANA de Valencia en Granada y Andalucía deberían prevalecer y perdurar cuando se olviden las consecuencias que ha tenido la tragedia. «No debemos bajar la guardia. Toda medida es poca si se protege a los ciudadanos, aunque no sean decisiones populares». Una lluvia convencional en una alerta meteorológica dejará la sensación a la gente de que no ha pasado nada para la próxima, en vez de valorar que la prevención ha funcionado y gracias a esas iniciativas no hay nada que lamentar.
Antonio Castillo Hidrogeólogo
Los caudales aparentemente inofensivos ofrecen falsas seguridades, de forma que se desprecia su poder destructivo, los ciudadanos se confían y se ocupan sus antiguos dominios. De forma excepcional, llega una riada, el arrastre de malezas y troncos, acumulados después de tanto tiempo, origina represas, tapona puentes y genera olas de avenidas destructivas al romperse las represas. A juicio del hidrogeólogo, en los ríos se deben dar soluciones mixtas. «Allí donde haya problemas endémicos de inundaciones catastróficas o potencialmente destructivas, en los cascos de ciudades y pueblos, se deberá intervenir en los cauces de forma preventiva y respetuosa», explica. «Y para esos casos también, pero sobre todo para el resto de la inabarcable red de drenaje existente, habrá que ir trabajando en minimizar daños, haciendo puentes más seguros, sustituyéndolos por badenes cuando sea posible, modificando infraestructuras que dificulten la evacuación de las aguas, no construyendo en las áreas inundables y asegurando instalaciones y cosechas», apunta. «A nivel técnico no hay consenso. Los ingenieros optan más a la limpieza, mientras que los geólogos somos más tolerantes con la vegetación», insiste. En cambio, el experto insta a actuar en la zona urbana del río Darro, donde históricamente ya se ha demostrado que la limpieza de vegetación muerta es perjudicial y el embovedado con el aumento de la presión puede estallar. En el resto de los cauces de la provincia, pide retirar todas las cañas, una especie invasora que «banaliza la riqueza ecológica de los ríos», tapa el agua y además atora los cauces.
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