Podcast | Los dulces recuerdos de la Azucarera de San Isidro
Miguel e Isidro trabajaron en la fábrica de Bobadilla y Ana vivió su infancia allí. Ahora que la Universidad ha anunciado sus planes de futuro, evocan el pasado de la fábrica
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A Isidro Ocete el médico le dijo que tenía azúcar: «Pero bueno, ¿dice usted que tengo azúcar? Pues claro, ¡de haber comido tanta!», bromea. Entró en la Azucarera con 15 años y durante 42 trabajó allí como mecánico. «Me acuerdo de ir a las turbinas ... y coger un terrón de azúcar, lo ponía debajo de un grifo del que caían un par de gotas o tres y antes de que se derritiera... ¡a la boca!».
En el local de la asociación de vecinos de Bobadilla se encuentra con Miguel, un antiguo compañero: «Estás muy bien, estás... ¡como un pollo!». Miguel Rodriguez Mesa es una institución en el barrio. Estuvo diez años trabajando en los filtros: «Entré de 'chavea' y terminé de encargado en los filtros de arriba de jugo».
Sigue viviendo en la barriada que se construyó para acoger a los trabajadores del recinto fabril y que luego se iría ampliando para dar cobijo a los labradores del tabaco: «Donde yo vivo era antiguamente un almacén de abono y cuando hicieron la fábrica empezó a venir gente de Purchil, de Belicena, de Gabia... Entonces hicieron esas casas», explica lúcido y vivaracho.
Cuando Miguel e Isidro empezaron a trabajar en la Azucarera, sus tachas habían cocido ya medio siglo de melado. Fue en 1901 cuando un grupo de agricultores de la Vega, descontentos por el trato que recibían de los empresarios de la incipiente industria de la remolacha, se unieron en cooperativa y encargaron al arquitecto Juan Montserrat Vergés la construcción de una fábrica en el antiguo pago de Fatinafar, junto a la Acequia Gorda y la recién construida línea de ferrocarril Granada-Bobadilla.
«Yo vivía en el apartadero porque mi padre era el jefe de la estación», dice Ana María Góngora, que ahora reside en la Plaza del Tabaco del barrio. «A mí no me gustaba aquello. Yo venía de Pinos de una estación que aquello era una preciosidad de alegre, y aquí los trenes pasaban de largo, que tenía mala sombra. El mercancías, que traía el carbón y las remolachas, sí paraba, claro, era el tren 7171. Pero el Correo, el Corto de Loja... todos esos pasaban de largo».
Ana se ha preparado con esmero esta entrevista y ha traído una libreta donde ha ido apuntando los nombres de las personas que, como ella, vivían en el recinto de la Azucarera: «En la portería estaban Antonio y Amalia y luego estaba la ermita, que ahora está hecha mixtos, pero antes era una preciosidad y ahí se han casado, ahí han hecho primeras comuniones, ahí hacíamos las flores...».
La distribución de la fábrica
Entrada ferrocarril
Chimenea alcoholera
31
Silos
Alcoholera
Pasos elevados para vagonetas
metros
1
Alberca
2
3
Carboneras
4
5
6
Chimenea prinicipal
Antiguo acceso principal
Acceso actual
43
metros
Naves para secado y almacenaje de pulpa
1
Horno de cal
2
Nave principal de producción
3
Nave de turbinas
4
Nave de cocinas
5
Casa del director
6
Imagen: Google Earth
CARLOS J. VALDEMOROS
La distribución de la fábrica
Entrada ferrocarril
Chimenea alcoholera
31
Silos
Alcoholera
Pasos elevados para vagonetas
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Aberca
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Carboneras
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Chimenea prinicipal
Antiguo acceso principal
Acceso actual
43
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Naves para secado y almacenaje de pulpa
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Horno de cal
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Nave principal de producción
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Nave de turbinas
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Nave de cocinas
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Casa del director
6
Imagen: Google Earth
CARLOS J. VALDEMOROS
La distribución de la fábrica
Naves para secado y almacenaje de pulpa
Horno de cal
Taller mecánico
22,6
Nave de turbinas
metros
Pasos elevados para vagonetas
Nave de cocinas
Casa del director
Alcoholera
Nave principal de producción
Chimenea alcoholera
31
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Carboneras
Antiguo acceso principal
Chimenea prinicipal
Aberca
43
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Acceso actual
Imagen: Google Earth
CARLOS J. VALDEMOROS
La distribución de la fábrica
Taller mecánico
Pasos elevados para vagonetas
Horno de cal
Naves para secado y almacenaje de pulpa
22,6
Nave de turbinas
Silos
metros
Entrada ferrocarril
Nave de cocinas
Alcoholera
Casa del director
Chimenea alcoholera
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Acceso actual
Carboneras
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Imagen: Google Earth
CARLOS J. VALDEMOROS
Y entonces, los tres empiezan a recordar: «Yo entré con Miguelico 'el Torero' y luego me salí con Pepe Gallo, que estuvo de alcalde en Maracena», les cuenta Miguel. «Estaba Povedano el de Gabia, estaban 'el Civil' y 'el Perrón' en las prensas, ¿os acordáis?», pregunta Isidro
San Isidro fue una de las industrias más modernas del sector. Sus promotores aplicaron las técnicas más avanzadas de la época para fabricar azúcar y buscar nuevos negocios. Fue pionera en utilizar el sistema de sulfitación para la depuración de los jugos, en construir una alcoholera y también en poner en marcha un secadero de pulpa. A finales de los años veinte, San Isidro fue la primera fábrica de azúcar de España en electrificarse totalmente.
En 1929 construyeron una pequeña central eléctrica que, durante una severa sequía en los años cuarenta, se utilizó para poner en funcionamiento los motores de los pozos de la Vega durante el día y para iluminar el centro de la capital granadina durante la noche.
«Era un trabajo muy cómodo», recuerda Isidro. «Los que más trabajaban eran los que estaban descargando las remolachas», apunta Miguel «y los que cargaban los difusores dentro del cuerpo de la fábrica», sugiere Isidro. Ambos mantienen intactos los recuerdos del trabajo. Eran solo dos de las casi sesicientas personas que empleaba la empresa repartidas en tres turnos ininterrumpidos durante toda la campaña. «También estaban los civiles, una pareja de día y de noche y la portería que te registraban al salir por si te llevabas azúcar».
En Granada llegó a haber unas veinte fábricas de azúcar. La primera, el Ingenio de San Juan, comenzó a funcionar en 1892, la última en ponerse en funcionamiento, Nuestra Señora del Rosario de Salobreña, en este caso de caña, inició su actividad en 1959. Hoy no queda ninguna en activo.
Seis cerraron entre 1903 y 1904, fruto de la primera concentración del sector de mano de la Sociedad General Azucarera, de la que San Isidro quiso excluirse. Las restantes fueron cerrando poco a poco hasta la campaña de 1984, cuando la fábrica de Bobadilla, la única de azúcar de remolacha que quedaba en funcionamiento en la provincia, realizó su última molienda.
La competencia externa, el descenso de los precios de la remolacha y la disminución de la producción marcaron su declive y, con él, el abandono de una industria que transformó la economía, el urbanismo, las comunicaciones y la sociedad granadina. Quedaba la caña de azúcar en la Costa hasta que en 2006 cerró la Azucarera del Guadalfeo de Salobreña.
Cuando clausuró la fábrica, Isidro se quedó unos meses más trabajando para desmontar las máquinas de la azucarera. «Todavía estaba la máquina de vapor, que se dejó montada por si fallaba la electricidad», recuerda.
Eso permitió que cuando se desmanteló la factoría esas piezas se convirtieran en codiciados objetos de museo y fueran adquiridas por organismos como el Ayuntamiento de Granada, la Universidad o el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de Madrid. En el Parque de las Ciencias o en la Facultad de Ciencias podemos ver máquinas de San Isidro.
Miguel, Isidro y Ana cruzan el Camino de Azucarera contando historias de la vieja fábrica. «Lo más bonito que tenía el recinto era que por todos los caminos había rosales de colores. La alcoholera estaba rodeada de flores blancas que trepaban por sus ladrillos. Era precioso y olía todo muy bien», recuerda Ana.
Posan para el fotógrafo junto a los grandes silos donde se descargaba la remolacha, con la torre de la Alcoholera al fondo. En 2021 la Universidad de Granada compró la fábrica con la intención de rehabilitarla y convertirla en un campus, «un espacio de generación de conocimiento e investigación».
El barrio que lo acoge, Bobadilla, mira al futuro con ilusión pero también está preocupado por su presente. Por eso se esfuerzan en convencer a la periodista de que hable también de los problemas de hoy. «Nos tienen muy olvidados», dice María José Mateos, secretaria de la asociación de vecinos. Con el eslogan 'Bobadilla existe' los vecinos han realizado varias concentraciones para llamar la atención por el abandono del barrio, que tiene a unas 500 personas censadas. «Llevamos tres o cuatro meses mandándoles fotos del estado de los jardines», explica junto a la maraña de malas hierbas que han invadido el coqueto parque de la Plaza Hermano Carlos. «No hemos notado más atención desde que la Universidad anunció sus intenciones con respecto a la Azucarera», asegura. «¿De cuánto tiempo hablamos?». Ellos son el presente y la sensanción que tienen es que «Granada termina en la Venta Zurita», dice Mateos.
Isidro ya no toma azúcar, dice que se ha pasado a la stevia. Miguel, en cambio, prefiere una cucharita de miel en el café. «Yo veo muy bien lo de la Universidad» comenta. «Le va a dar vida al barrio. Yo no lo veré. Pero mi hijo y mis nietos, quizás». Y apoyándose en un bastón camina despacio dejando atrás la vieja fábrica de azúcar.
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