En el año 72 se puso en marcha una campaña para buscar un eslogan que atrajera a más turistas a las playas de Granada. 'Salobreña, proa blanca de Granada', 'Motril, kilómetro cero de la Costa del Sol' y 'Almuñécar, trópico de Europa', fueron los elegidos. ... El litoral granadino buscaba venderse con una identidad propia mientras miraba de reojo a sus vecinos malagueños, que presumían de los baños de sol de las grandes estrellas en las playas de Torremolinos o Marbella.
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Y encontró esa idiosincrasia en su clima excepcional que le concede una vega fértil y unas temperaturas suaves durante todo el año. La Costa Tropical se 'independizó' a mediados de los ochenta e inició una reconversión de la que fueron testigos un grupo de empresarios que trabajaron para hacer de la zona el motor económico que hoy es.
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La terraza del Hotel Salobreña es un privilegiado balcón al Mediterráneo. Manuel Martín, su director, recibe a IDEAL con un delicioso zumo de chirimoya que se elabora de la cercana cooperativa de Los Cursos. El hotel lo construyó su padre a finales de los años sesenta gracias a uno de los créditos que concedía el Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga para promover del desarrollo del país a través de la industria turística.
Los extranjeros, guiados por el lema 'Spain is different', empezaron a frecuentar nuestras playas. «Con el hotel Costa Nevada, fuimos los primeros -explica Martín-, ni siquiera un municipio como Almuñécar tenía una infraestructura desarrollada». El hotel Sexi, el Caribe o el Portamar fueron los primeros en atraer a un turismo foráneo y elitista que buscó otras costas cuando estos alojamientos cerraron tras la muerte de Franco. El Hotel Salobreña fue uno de los que continuó abierto. El mundial del 82 trajo a italianos, las vacaciones de Balduino y Fabiola en Motril, a belgas y el trabajo de personas como Paco Rubio para captar nórdicos.
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Manuel Martín
Director del hotel Salobreña
Paco Rubio es uno de los veteranos del sector turístico granadino desde que asumiera la dirección de Chinasol en el año 1976: «A Almuñécar la conocían en Granada, en Jaén... En el resto de España y en Europa era conocida, pero poco», cuenta a IDEAL.
El edificio de Chinasol ya rasgaba el cielo sexitano cuando no existía ni luz, ni paseo urbanizado entre el Altillo y Cotobro. El turismo residencial pedía paso y ahí jugó un papel fundamental el constructor Cristóbal Pérez López. «Ese señor tenía una capacidad, una inteligencia natural y un saber hacer que yo aluciné», explica Rubio. Además de Chinasol, Pérez López construyó Mar de Plata, las Góndolas, Costa Banana, Salomar o La Perla de Andalucía, pisos que había que vender, «y tenía unos proyectos... Aquí donde está el Delfín quiso hacer un edificio con jardines colgantes y tenía previsto venderlo hasta en Hollywood».
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Paco Rubio
Director del Chinasol
Cuenta Paco Rubio que poco después de asumir la dirección de los Chinasol cogió su coche y se marchó a buscar clientes a Alemania, Holanda, Luxemburgo o Suecia, recuerda con humor. Siempre tuvo claro que esta tierra se vendía sola, mostrando los productos tropicales de su vega que le acompañaban siempre, junto con unas fotografías de Jean Louis Andreck, las primeras imágenes publicitarias que vendieron por todo el mundo la belleza de la Costa Tropical.
'Sanitex'
Por aquellos años Almuñécar no era ni siquiera un resquicio de lo que es ahora. Las principales playas eran Puerta Del Mar y San Cristóbal. Cotobro y Velilla eran todavía un proyecto en la mente de empresarios como Pérez López. También la Punta de la Mona, donde el padre de Joaquín Barbero vio el futuro e instaló el Chambao de Joaquín, uno de los chiringuitos pioneros del litoral granadino.
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Por el techo del chambao, hecho de caña prieta, anea y carrizo, no pasaba el sol y pululaban olores a brasa y agua salada. En una terraza junto al mar en La Herradura, Joaquín recuerda los duros comienzos del restaurante, cuando no tenían ni agua potable, ni luz eléctrica: «Mi padre tenía una Montesa. Iba a Almuñécar con un saco y compraba cuatro o cinco barras de hielo, las liaba en un plástico así por encima. Venía aquí y la nevera que teníamos, al no haber luz, era un agujero en la arena que llenaba de mirindas, de fantas y pepsicolas». Los grifos de cerveza ni existían. «También el turismo ha cambiado», cuenta a IDEAL, «tenía otra mentalidad».
El desarrollo urbanístico llegó a Motril y aún había familias que pasaban el verano en la Playa de Poniente construyendo improvisadas estructuras de techos de caña y persianas de carrizos. Ese era el paisaje en el que pasó los veranos de su infancia Carmen López, propietaria del camping Playa de Poniente, que hoy ocupa unos terrenos que compró su abuelo cuando su madre estaba embarazada de ella.
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«Era una zona muy tranquila, con una playa espectacular», cuenta. Recuerda las barcas en la puerta de la casa y la caña de azúcar que rodeaba toda la finca: «Nosotros no teníamos acceso directo a la playa. Se salía a un camino, ni siquiera llegaba la carretera». Carmen comenta que el desarrollo de Playa Granada ha permitido una relación más directa entre la playa y el municipio, «Motril está a dos kilómetros y es como si estuviera a 50 para alguna gente», apunta Antonio Gutiérrez, director del Club Náutico, que piensa que el turismo en la localidad ha tardado en llegar porque siempre «ha vivido de espaldas al mar. Y no se puede vivir de espaldas al mar».
Motril quería ostentar con dignidad la capitalidad de la Costa del Sol granadina y, para ello, nada mejor que contar con un club náutico donde tenían un barco amarrado los reyes belgas Balduino y Fabiola, que pasaban sus vacaciones en Villa Astrida, donde se dejaban ver en compañía de los reyes Juan Carlos y Sofía y sus familias en verano. Una postal insuperable para poner en el mapa a la Costa Tropical. Eso y el apartamento de Chinasol que Paco Rubio consiguió que regalaran en el 'Un, dos tres'.
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La inauguración del Helios en 1989 cambió la percepción del turismo de Almuñécar e hizo que grandes cadenas hoteleras se interesaran por este destino hasta entonces poco explotado. El año 2001 marcó un antes y un después. Entre julio y octubre se abrieron el Hotel Bahía Tropical, el Victoria Playa o el Meliá. En un principio, hubo cierto temor a que no hubiera público para llenar los hoteles, sin embargo, durante la temporada, los índices de ocupación son altísimos. Pero «¿dónde están los turistas de invierno?» se pregunta Rafael Lamelas, que fue director del Hotel Helios hasta su jubilación en 2016. Y es «porque estoy seguro que en Francia, en Alemania o en Suecia hay clientes potenciales que tienen dos o tres mil euros de pensión para poder pasar el invierno en los hoteles de la Costa. Si no vienen y nuestros hoteles tienen que cerrar en invierno es porque no hemos sabido hacerlo», sentencia. «Buscamos otra vez las operaciones de grupos de extranjeros, que las habíamos dejado un poco de lado, para estar todo el invierno abierto. Son operaciones poco rentables, pero te permiten tener una plantilla fija todo el año», explica Manuel Martín, director del Hotel Salobreña, para el que otro de los grandes retos que tiene la hostelería en la actualidad es la falta de personal. «Tenemos que averiguar por qué cada vez cuesta más encontrar a chicos jóvenes que quieran trabajar en la hostelería», se pregunta Lamelas, que propone recuperar las instalaciones de Turismo Tropical para crear un hotel escuela de hostelería para formar profesionales.
Con textos de Mercedes Navarrete, Pilar García-Trevijano, Laura Ubago y Amanda Martínez
Diseño Carlos J. Valdemoros
Vídeo y fotografía Javier Martín
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