La granadina Maite Vergara (49 años) tiene claro que lo importante es participar y aprender de la experiencia. Esta profesora de la Escuela Oficial de Idiomas –que enseña inglés en el centro de Motril– quiso dar una lección a sus alumnos, a su familia y ... a ella misma y decidió apuntarse como concursante en el programa 'Saber y ganar' sin pensar que acabaría estrechando la mano de Jordi Hurtado.
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Maite logró participar en el concurso televisivo y dejó el listón muy alto y a Granada en buen lugar, para orgullo de su madre, una de las principales razones por las que la granadina quería acudir al programa. Durante varios años, ambas han arrastrado algunos problemas de salud, pero cada día tenían un rato de risas compartido frente al televisor.
«La idea de presentarme a 'Saber y ganar' surgió a base de ver muchos programas con mi madre, que hemos estado dos años chunguitas de salud. En el salón de casa, relajadas, íbamos acertando las preguntas y siempre me animaba a presentarme y fue calando en mi la idea», cuenta Maite, que desprende alegría y carisma.
«Mi madre siempre tenía muchas ganas de verme en la tele y decidí darle la sorpresa e intentar ser concursantes sin tener muchas esperanzas de que me cogieran. Quería cumplir varios objetivos, yo en realidad soy bastante tímida y quería ponerme a prueba, ver si era capaz de estar en un plató con cámaras y dar una lección a a mis alumnos: es normal equivocarse pero hay que por lo menos intentarlo y seguir adelante», destaca. «Yo he metido muchas veces la pata», añade. Para Maite su paso por el programa suponía cumplir muchos objetivos, entre ellos vivir esa «experiencia en primera persona en un programa tan mítico» y cumplir un sueño, «uno pequeño».
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«Llamé antes de verano y fue rapidísimo. En una semana ya me estaban haciendo pruebas por teléfono. Me pilló la selección del casting telefónico en la ducha, pero paré y lo hice por si se arrepentían y no volvían a llamar», indica. «Mi madre no se lo podía creer , no le conté mucho para que fuera una sorpresa», subraya.
Maite ha aguantado 11 programas en total. Empezó a grabar el 20 de septiembre en sesiones de mañana tarde durante tres días de rodaje en la sede de TVE en Sant Cugat, Barcelona. «Tuve que pedirme unos días en el trabajo. La productora cubrió la pensión completa y los desplazamientos. Comía con todo el equipo de saber y ganar, era como una gran familia», afirma.
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Maite, que por el contrato de confidencialidad hay algunos aspectos del programa que no puede comentar, desvela que sus pruebas favoritas del concurso es 'el reto', una prueba eliminatoria y la calculadora mixta. Sin embargo, confiesa que la voz de la periodista Elisenda Roca le cautivaba tanto que se perdía en los enunciados de algunas preguntas. «Un despiste total, muy divertido», resume.
La profesora cuenta que ha hecho buenas migas con otros concursantes del programa y ahora comentan las jugadas desde casa. Como anécdota cuenta que el inmortal Jordi Hurtado puso en duda que tuviera esa edad y aseguró que parecía más joven, precisamente él. Además, en Granada y en su barrio, el Albaicín, muchas personas le paran al reconocerla. «Desde hace 26 años lo he seguido de forma intermitente. Hacen buena labor de divulgación y a raíz de haber salido en pantala me he dado cuenta de que somos muchos frikis. Me han parado en supermercados, salas de concierto y en la calle. Me da vergüenza y a la vez es gratificante. Así estaré hasta que se pasen mis 15 minutos de fama», bromea.
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Maite agradece al programa y a su paso por él otras muchas buenas anécdotas y momentos que está viviendo. «Mucha gente ha vuelto a mi vida con la que habia perdido el contacto», señala. «Hay que tener sueños pequeños y luchar por cumplirlos», reitera. Concursar en 'Saber y ganar' es el segundo sueño que se le cumple a Maite en pocos años. Hace tres se mudó al Albaicín como siempre había deseado. Maite, de origen granadino aunque nacida en San Sebastián, ha vivido en todos los rincones de la provincia como Orce, Pinos Puente, Cúllar Baza o Santa Fe, de donde son sus padres. En todos ha dejado un cachito de corazón, pero el Albaicín se lo ha robado directamente.
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