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Alicia quería mejorar su nivel de inglés, así que se inscribió en una red social destinada a este fin. Allí conoció a un chico con el que le pareció que podía conversar y mejorar su nivel en el idioma, por lo que decidió darle su ... número de teléfono y así poderse comunicar más fácilmente. Ella solo quería seguir formándose, pero él buscaba algo más. Cuando ella le dejó claro que esa no era su intención, él no se dio por vencido. Ahí comenzó el acoso. 70 llamadas al día, mensajes a todas horas, SMS con amenazas del tipo «cuando te vea, te voy a matar». El miedo se apoderó de tal forma de Alicia que acabó mudándose porque no recordaba si le había comentado dónde residía.
La experiencia de Alicia, nombre ficticio para preservar su identidad, la narra Susana G. Antúnez, abogada especializada en ciberacoso, socia de TQ Abogados y presidenta de la asociación Stop Haters. Se trata de la primera organización en toda España contra el ciberacoso. A pesar del relativo poco tiempo que lleva en marcha -arrancó en octubre de 2017-, ya han recibido más de 1.500 peticiones de ayuda y en la actualidad tienen 15 casos en los juzgados. Cuentan con un equipo multidisciplinar formado por psicólogos, abogados, informáticos y mediadores. El máximo representante de este último segmento es la cara más reconocida de la asociación, el 'Hermano Mayor', Pedro García Aguado.
Entre los especialistas que conforman Stop Haters se encuentra Álvaro Cabezuelo Doblaré, un joven de 29 años nacido en Córdoba que vive en Granada desde hace más de una década. Aquí fue donde estudió la Licenciatura en Psicología, así como el resto de los títulos que acumula en su currículum. En Granada también descubrió el hobby que se ha convertido a día de hoy en su profesión, la comunicación digital, lo que le llevó a estudiar un máster en la Complutense sobre márketing digital y redes sociales.
Álvaro, actual responsable del departamento de redes sociales de una agencia de comunicación de Granada, se enamoró de la labor que realiza Stop Haters desde que oyó hablar de ella en la radio. «Me dije, siendo psicólogo y trabajando con redes sociales y márketing, yo tenía que estar ahí. Me encantó el proyecto y pensé que podía ayudar con mi experiencia así que les llamé y les dije que aunque fuese desde Granada quería ayudarles», señala Cabezuelo.
«La cantidad de casos que llevamos en tan poco tiempo muestra lo necesario que es en esta sociedad que haya un organismo destinado a acabar con el ciberacoso. Es un problema que se lleva viendo desde hace años y del que aún no se tiene la conciencia necesaria», comenta.
Su doble vertiente ha hecho que su labor en la organización sea llevar las redes sociales y la comunicación de Stop Haters y ayudar a las víctimas a enfrentarse a los hechos y al posible juicio. Además, es el encargado de enseñar a los usuarios qué mecanismos pueden usar en las redes sociales para deshacerse de los 'trolls' o que solo vean sus perfiles quien lo desee. «El problema del ciberacoso radica en los haters, pero las víctimas tienen mecanismos que muchas veces desconocen para acotar o restringir quién puede ver sus perfiles y que sepan configurar su privacidad de forma óptima», indica.
Stop Haters nació con la intención de ser gratuita, pero los fondos con los que cuenta no posibilitan este extremo. Tal y como cuenta su presidenta, desde la asociación se dan todos sus servicios de forma gratuita para las personas sin recursos y con descuentos para los que tengan una situación algo mejor pero aún insuficiente. Quienes tengan posibilidades económicas para hacerse cargo del proceso deberán pagarlo ellos mismos.
Cuando alguien reclama sus servicios, le piden que haga capturas de todo para tener pruebas de cara a un posible juicio. Asimismo, se recomienda que muestren en las redes su negativa a los hechos vividos para que se vea que quede constancia de que no están de acuerdo con lo que hacen sus haters. Tras esto, se denuncia el perfil del acosador y se restringe el acceso de los seguidores al del usuario. Si aún así no cesa el acoso, se acude a los tribunales.
«El acoso provoca a las víctimas depresión, aislamiento, ansiedad e, incluso, manía persecutoria. Todo esto aparece porque los haters despersonalizan a quienes hay detrás de los perfiles. Si no cambiamos esta forma de comportarnos, nunca atajaremos el ciberacoso», explica Cabezuelo.
Porque nunca se debe olvidar que detrás de cada pantalla hay siempre una persona.
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