Lunes, 7 de marzo 2022, 14:42
José Manuel Castillo es un ingeniero granadino que lleva un tiempo trabajando en Sevilla, donde su condición de funcionario le llevó. Hace unos años, llegó a la vida de su familia Oksana Martinenko, una joven ucraniana que cuando tenía once años aterrizó en España en ... un programa de intercambio, para pasar el verano. Oksana siguió viniendo a España a estudiar durante seis años, pero luego tuvo que volver a su país para ayudar a su madre a cuidar de su familia, y realizar los estudios universitarios -de Filología Hispánica, por cierto- en la Universidad de Kiev, donde vive. O donde vivía hasta hace cuatro días, ya que se ha visto, como tantos miles de personas, obligada a abandonar su país a causa de la invasión rusa.
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Pero Oksana tiene un rumbo: ella, sus hermanos Artem, Sasha y Valera, y su madre, Anna, vienen de camino a España, conducidos por José Manuel y por su sobrino, Juan Cobo. Y no vienen solos, ya que traen consigo a Anhelina, una niña huérfana que tiene un hogar de acogida en Granada, después de que su abuela consiguiera que atravesara la frontera desde Kiev. Son cuatro días de viaje de ida y cuatro de viaje de vuelta -tienen previsto llegar a Sevilla mañana-, para rescatar a una familia de un futuro muy incierto. El viaje de ida llegó hasta la frontera de Polonia con Ucrania, donde el pasado sábado, José Manuel y Juan recogieron a sus pasajeros en una furgoneta de nueve plazas prestada por unos amigos, Juan y Belén.
«La historia de mi mujer, Belén, y la mía, con Oksana, comenzó cuando nos fuimos a Sevilla a vivir con Juan y Nacho, nuestros hijos. Nacho tiene un corazón muy grande, y desde siempre, ha sido defensor de las causas difíciles. Un día, apareció una madre de las que organizan los intercambios para pedirnos que acogiéramos a un niño de ocho años durante el verano. Nacho y Juan dijeron que sí, que les apetecía estar con un niño de su edad. Lo que ocurrió es que primero el niño fue creciendo hasta los 12 años, y luego cambió de sexo: era una chica. Dijeron entonces que perfecto, que les apetecía tener una hermana mayor. Y conocimos a Oksana, que llegó a nuestras vidas para quedarse», afirma el ingeniero granadino. Cuando comprendieron la situación difícil a la que la joven volvía, le propusieron quedarse todo el curso, y durante la Secundaria, solo regresó a Ucrania durante las vacaciones de verano, hasta los 17 años, en que debió volver.
josé manuel
No fue una decisión fácil, porque Oksana era participante habitual en las actividades del colegio, estaba muy integrada en la sociedad que le rodeaba, e incluso ejercía labores de voluntariado en asociaciones. «Nos costó mucho decirle adiós, y le aseguramos que estaríamos con ella para lo que necesitara», comenta José Manuel. Y ha sido esta situación inesperada de guerra la que, en unas circunstancias que nadie hubiera deseado, les ha vuelto a unir. La familia vivía en un piso muy cercano a la Estación Central de Kiev, y por un problema de acceso a refugios, se han visto obligados a soportar los bombardeos resguardándose en el pasillo de su casa, la zona menos expuesta a las explosiones, bajando a veces al sótano. Hasta el pasado martes, no podían dormir apenas. Fue entonces cuando tomaron la difícil decisión de huir, y comenzaron un viaje hasta la frontera polaca, que duró cuatro días. Fue allí donde se encontraron con José Manuel y Juan.
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La sensación del reencuentro fue muy emocionante. «Construimos unos lazos muy fuertes, y saber que ella lo estaba pasando tan mal nos conmovía. Gracias a la cantidad de ángeles de la guarda que tenemos, y que nos han acompañado todo el viaje de ida, como nos están acompañando en el de vuelta, todo está desarrollándose sin excesivos problemas», comenta el ingeniero granadino. «Una amiga nos decía dónde debíamos parar para dormir, otro qué carreteras debíamos evitar, otro de Varsovia nos ayudó a identificar el paso fronterizo para que pudieran salir lo más pronto posible... La verdad es que todos se han volcado en esta aventura».
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Oksana
Finalmente, pudieron decirle al oído que lo peor había pasado, y que era hora de volver a su casa española. Oksana tiene sensaciones encontradas: «Por un lado, me apena dejar mi país, a mi familia, a mis amigas, que viven una situación muy difícil. El futuro es muy incierto para todas las mujeres y niños que están dejando el país por Polonia», comenta la joven. «El miedo a salir existe, porque no saben qué les espera fuera». Como afirma José Manuel, «en Polonia y otros países limítrofes son conscientes del peligro, pero conforme te alejas de la zona de conflicto, para otros europeos aquello es poco más que una guerra televisiva, un videojuego en el que unos ganas y otros pierden». Cada una de las personas que el ingeniero lleva en la furgoneta tiene un drama detrás: «No han elegido venir para mejorar su vida; han tenido que salir corriendo. Y aunque les decimos que, con la ayuda de Dios, todo irá saliendo adelante, es lógico que tengan miedo». Lo cual no obsta para que tengan la esperanza y el firme deseo de volver, cuando todo pase.
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