«Estaba comiendo con mi hija y la televisión canaria retransmitió la erupción en directo. No me podía creer que eso sucediera a pocos kilómetros de mi casa. Nos quedamos pegados a la tele. Se me puso la carne de gallina. Estuviera con los pelos de punta durante dos horas», cuenta Jesús Viciana, granadino y Guardia Civil de 41 años de edad destinado en las islas. Desde la puerta de su casa puede verse la gran columna de humo de la erupción de Cumbre Vieja, el volcán que mantiene en vilo a 85.000 vecinos de La Palma y ha obligado a desalojar de sus casas a millares de residentes.
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Acostumbrado a ver «de todo» en su profesión, Jesús nunca pensó que sería testigo de cómo los ríos de lava se abren camino colina abajo. «Sabíamos que esto podía pasar, llevaban unos días advirtiendo y se había comenzado a desalojar a personas vulnerables cuando estalló todo. Por mucho que te preparen para todo tipo de situaciones estas cosas no te las esperas», cuenta. La incertidumbre y el desasosiego de las primeras horas dejó paso a cierta tranquilidad. «El volcán divide la isla en dos partes y la lava está cayendo a la otra. Estoy a poco más de diez kilómetros de ese área y en mi zona solo se escuchan los ruidos, es como oír el despegue de un avión. Yo me siento a salvo, no tengo miedo. Hemos podido dormir bien», destaca.
A pesar de que su casa está lejos de las zonas afectadas, el teléfono no para de sonar. «Tengo a mi familia y a mis amigos preocupados, el móvil no para de sonar. Quiero que sepan que estoy bien», apunta. El guardia, que presta servicio en La Gomera, no pudo evitar acercarse a ver la catástrofe natural. «Me mudé en 2013,antes había estado en otros sitios como Ibiza y no pensé que llegaría a ver nada semejante. Se cumplen ahora justo 50 años de la última vez que entró en erupción un volcán [Teneguía ], en el sur de la isla de La Palma», añade. Viciana cogerá de madrugada el barco para volver a su puesto de trabajo con la seguridad de que deja a su pequeña, de 4 años, en casa sana y salva.
A Enrique, fotógrafo de 35 años, y vecino de Salobreña le tocó vivir de cerca uno de los incendios forestales que afectó a la isla el verano pasado, pero esta vez se ha librado. Garafía, donde se ha asentado con su familia, queda lejos del fuego. Reside en La Palma desde hace cinco años con su mujer y su hijo, recién nacido. «Estamos un poco lejos, no hemos visto la erupción ni sentido los terremotos. Hemos podido dormir a pierna suelta. Ya nos tocó uno de los incendios el año pasado», cuenta al otro lado del teléfono y en voz baja para no despertar al bebé. «Las islas son así, el paraíso también puede convertirse en un infierno».
Enrique, que es fotógrafo especialista en naturaleza y paisaje, está deseando poder escaparse para fotografiar el fenómeno«Siento un gran respeto al ver las imágenes de las coladas, es imposible predecir el momento exacto en el que va a tener lugar la erupción. solo hay que tener paciencia porque tampoco se sabe cuántos días se mantendrá activo. En cuanto pueda, quiero fotografiarlo, esto no pasa todos los días», señala.
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