«Podría contar 1.000 anécdotas, porque nos ha pasado de todo, pero no terminaría». María Donaire está exprimiendo todo lo que puede su experiencia en Francia. «Mi compañera de carrera y yo comenzamos en un diminuto pueblo de la campiña francesa, cerca ... de Poitiers. Las dos entramos a trabajar en un pequeño hospital. Siendo franca, estaba muy decepcionada». Tras licenciarse como fisioterapeuta en la UGR las cosas no estaban saliendo como ella había esperado.
¿La razón? «Habia dejado mi familia y amigos en Cúllar Vega para empezar a vivir con mas libertad e independencia y, por contra, me encontraba en un pueblo más chico que el mío, con nada de ambiente y una media de edad de 60 años». Había más. «Los bares cerraban a las 9 como máximo, y te echaban si no tenían muchas mas ganas de trabajar». ¿Por qué no se marchó enseguida? «Me salvó el trabajo, ya que tres meses después ambas encontramos empleo en una clínica privada». Confiesa que «no se ganaba mal allí», así que optó por quedarse «y ahorrar durante un año, no más».
«Habia dejado mi familia y amigos en Cúllar Vega para empezar a vivir con mas libertad e independencia y, por contra, me encontraba en un pueblo mas chico que el mío, con nada de ambiente y una media de edad de 60 años»
Esos primeros pasos en el país vecino resultaron complicados también por otros motivos. «Una de las trabas que encontramos se debió a nuestros pocos conocimientos a nivel administrativo y financiero. Una cosa ha aprendido bien a este respecto: en Francia nunca pararás de hacer papeleos y jamás se te ocurra tirar nada, más bien acumula lo máximo posible». Además, María y su amiga tuvieron que mudarse tres veces de casa, y también acusaron el poderoso invierno. «Fue tan duro que mi cerebro lo ha borrado automáticamente». Por no hablar del idioma, que constituó «toda una odisea» para ella. «La gente decía que con tres meses podías hablaro pero yo necesité seis para empezar a entender», recuerda.
«En se pequeño pueblo la gente es muy cálida y nos trataban como sus hijas. De hecho, mi segunda familia esta allí»
Pese a todo, y entre tanto contratiempo, sí que había una parte buena. «La gente es muy cálida y nos trataban como sus hijas. De hecho, mi segunda familia esta allí», revela. Familia, por cierto, con la que disfrutaba de «unas cenas de las que salías rodando o rodando». Al final, tras un año, su amiga y ella se mudaron a Toulouse, «a un ambiente totalmente diferente, donde los bares cierran más tarde», y en el que ella se ha integrado como autónoma en una clínica. Ahora, al mismo tiempo, cursa un Experto en Terapia Manual y Sindrome del dolor miofascial por la Universidad de Madrid y el Método Busquet.
Mientras que su periplo galo sigue quemando etapas, María admite a sus 23 años que no sabe «muy bien» dónde acabará, pero sí tiene clara una cosa. «Ahora que puedo voy a moverme lo máximo posible. En mi profesión hay que formarse y actualizarse continuamente y eso es lo que más me importa por el momento». En un futuro más lejano figura la opción de montar algo por su cuenta. «Eso ya cuando me establezca en algún sitio», precisa.
«Cada vez que llego a un sitio nuevo, lo primero que hago es compararlo con Granada y, si no es lo suficientemente bueno como mi ciudad, sé que no me quedaré mucho tiempo allí»
En ese impredecible recorrido vital y laboral siempre va a estar presente su tierra. «Cada vez que llego a un sitio nuevo, lo primero que hago es compararlo con Granada y, si no es lo suficientemente bueno como mi ciudad, sé que no me quedaré mucho tiempo allí». A pesar del «amplio abanico de actividades» que le ofrece Toulouse, es «esa esencia granadina, tan especial que te atrapa» lo que todavía no ha encontrado en Francia.
¿Eres uno de los muchos granadinos por el mundo?
Manda un correo electrónico a la siguiente dirección: cbalboa@ideal.es. ¡Podrás aparecer en la web de IDEAL! ¡Anímate!
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.