![Estado actual de la Laguna del Padul.](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2023/05/21/laguna-padul%20(1)-kV8C-U200329523346WND-1200x840@Ideal.jpg)
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Basta una fotografía del estado actual de Doñana, el humedal más representativo de Andalucía, para que el estómago se retuerza. La sequía y las altas temperaturas –el cambio climático, si prefieren– golpean cada año con más crudeza y resulta humanamente inevitable mirar aquellas barbas y pensar en si tendremos que poner las nuestras, las de Granada, a remojar. Los humedales son ecosistemas muy ricos, con una enorme biodiversidad animal y vegetal, y en zonas meridionales y secas como la nuestra, son fundamentales. En Holanda, por ejemplo, se cuentan a centenares, pero en el sur de Europa, aquí, son auténticos tesoros porque hay poquísimos.
En la provincia tenemos 26 humedales: las lagunas de Sierra Nevada, el Charco del Negro de la Sierra de Loja, la Laguna Seca de la Sierra de Castril, la pantaneta de Alhama... «Poquitos tienen agua y, los que tienen, tienen poca. La situación es grave, en general», asegura Purificación Sánchez, jefa de servicio de Espacios Naturales Protegidos de la Delegación Territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul de Granada, de la Junta de Andalucía. «El ecosistema más amenazado por el cambio climático son los humedales», subraya. «Desde 2019 –añade–, la delegación está vigilante con varios proyectos iniciados para cuidar y proteger estos entornos tan importantes».
Pero hay dos humedales en Granada que destacan muy por encima del resto, nuestros dos tesoros: La Laguna del Padul y la Charca de Suárez, en Motril. Allí, menos mal, la situación es muy distinta.
Juan Pérez, ornitólogo, es uno de los mayores conocedores –y pateadores– de nuestra naturaleza. «Pese a la sequía –explica–, los grandes humedales llevan unos años muy buenos. En Padul hace poco casi no había aguiluchos laguneros, garzas o cormoranes grandes, especies que ahora han crecido». Pérez, miembro de la Sociedad Española de Ornitología, sabe de lo que habla. Lleva tres décadas inventariando la fauna granadina de toda la provincia, «lo que aporta una perspectiva temporal y permite evaluar tendencias» (el listado se puede consultar aquí).
Con la sequía y las altas temperaturas, advierte Pérez, se puede «confundir la realidad». «Como vemos la tragedia de Doñana, creemos que eso es así en todas partes. Y no. Aquí, en Cubillas, por ejemplo, ha subido el nivel de agua y estamos recibiendo especies que encuentran en Granada un oasis para descansar». Pérez apunta que, en el ránking de nuestra provincia, los tres lugares con más especies son la Charca de Suárez, la Laguna del Padul y el Embalse de Cubillas. «Lugares donde hay agua y una biodiversidad espectacular».
¿Qué diferencia a la Charca de Suárez y a Padul del resto de humedales? Que tienen un potente caudal de agua debajo de la tierra, directo de Sierra Nevada, lo que los mantiene 'a flote'. «No pueden quedarse sin agua. Si no hubiera agua en la Charca de Suárez o en la Laguna del Padul, estaríamos emigrando de Granada. Significaría que estamos en el desierto del Sáhara», remarca. «Estos humedales –termina– son distintos que los embalses, que retienen agua de río y se ven más afectados por la sequía. El de Cubillas lo hemos visto prácticamente seco, pero ahora no es el caso».
¿Significa esto que la sequía no es tan grave? En absoluto. Antonio Castillo, hidrogeólogo, es investigador en el Instituto del Agua de la UGR y en el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra del CSIC. «Antes también había sequía y altas temperaturas, pero la explotación del agua era mucho menor, por eso la sequía se llevaba mejor. Ahora hay una enorme sobreexplotación en muchas zonas, eso es lo que agrava la situación».
De hecho, Castillo indica que los humedales son «los primeros afectados por la sequía», pero que los principales de Granada están aguantando «aceptablemente bien». «El caso del humedal de Padul es extrañamente curioso –continúa Castillo–, porque lo tuvimos mucho tiempo, lo perdimos con la explotación de la turba, y lo hemos recuperado hace poco. Así que estamos mejor que en la segunda mitad del siglo pasado. Ahora hay más agua que antes».
La Charca de Suárez es un pequeño milagro en la costa granadina. José Miguel Larios, inspector medioambiental, es el gran cuidador de este humedal de Motril. Allí, la falta de agua es dolorosamente clara. «Los niveles han bajado tanto que es como si estuviéramos a finales de agosto. Se nota en las plantas, como si estuvieran agostadas, y en los animales, que están más escondidos. La especie más afectada por la sequía es la ranita meridional».
El equipo de Larios cuenta con una estación meteorológica y, de octubre hasta ahora, se han recogido 121,9 litros por metro cuadrado, «que es prácticamente lluvia de desierto», apunta el inspector. «Un año hídrico bueno ronda los 400 litros. Uno normal va de los 200 a los 300 litros. El año pasado fueron 140 litros en total, del 1 de octubre al 31 de septiembre. Este año va a peor...». Sin embargo, en comparación con otros humedales, explica Larios, «no estamos tan mal». «Por suerte tenemos el agua subterránea que llega por el Guadalfeo. Y, al secarse las lagunas de alrededor, la Charca de Suárez ha aumentado el número de especies que vienen buscando comida».
Desde la Delegación Territorial de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul han iniciado un proyecto de restauración ecológica en los humedales de la provincia que empezará, precisamente, en Motril. «La Charca se va a declarar zona de especial protección de aves, queremos eliminar las especies vegetales invasoras y levantar una pantallas acústica para evitar que el ruido perjudique a las aves», termina la jefa de Servicio, Purificación Sánchez. Además, se van a realizar acciones en el resto de humedales, empezando por una cartelería interpretativa para que se conozca la importancia de estos ricos ecosistemas.
¿De verdad es tan rico? No tienen más que preparar unos bocadillos y subirse al coche para visitar Padul o la Charca de Suárez, dos rincones abiertos y maravillosos donde la vida transpira y se abre paso. Dos tesoros, a la vuelta de la esquina.
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Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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