¿Qué es lo primero que piensas cuando recibes un mail que comienza con «¡Enhorabuena! Has sido seleccionado...»? Efectivamente, que es fake. A ti, que no te ha tocado nunca un reintegro ni una pedrea. Que siempre te asignan, de manera completamente aleatoria, el asiento ... del medio en los vuelos, o detrás del «alto» en un concierto, o delante del niño que está entrenando sus patadas voladoras en el cine. A ti, que cuando eliges la cola más corta en el banco, o en el súper, resulta ser casualmente la que avanza más despacio. Tú, que has crecido, por pura supervivencia, con la frase «lo importante es participar» como lema.
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Te escriben de la mismísima Academia de Cine diciendo que has ganado un pase para asistir como público a la alfombra roja de los Premios Goya 2025. Vamos, que es un timo seguro. ¿Y qué hace una persona cuando cree que la están estafando? Pues obviamente pinchar en el enlace del formulario unas cuatrocientas veces, por si acaso, para comprobar una y otra vez si es real, y como no, meter sus datos. De primeras, puede no resultar lo más coherente, pero en este caso, sí fue lo correcto, porque tras ello, llegaría mi acreditación.
El caso es que aquello no solo era cierto, sino que terminó siendo una experiencia inolvidable. Como granadina afincada en Madrid, donde los días pasan al galope y sobrevivo a un ritmo frenético, volver a casa un fin de semana para estar con la familia ya es en sí un regalazo. Pero el azar, la Academia o quien quiera que elija estas cosas, decidió que esta visita sería diferente y mucho más especial. Así que, como no todos los días se tiene la oportunidad de vivir de cerca un desfile de estrellas, me lancé a esta aventura con una ilusión desbordante y el móvil preparado para documentar cada detalle.
Ver cómo Granada se convirtió, por una noche, en el epicentro del cine español fue algo que me removió mucho. No solo por la presencia de tan importantes personalidades, no solo por el glamour o los focos, no solo por el enérgico ambiente que se respiraba en las calles, sino porque, de repente, parecía que todos habían descubierto ese gran secreto que los granadinos llevamos dentro. Ese secreto, para nosotros evidente, que por mucho que intentamos explicar cuando salimos fuera, nunca logramos transmitir del todo hasta que no lo experimentan por sí mismos. «Granada es una maravilla, «Es la mejor ciudad del mundo», «Qué preciosidad», fueron algunas de las frases más repetidas entre las estrellas.
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Los 250 paisanos favorecidos en el sorteo se mostraron felices al recibir los elogios a su ciudad por parte de sus ídolos, y ofrecieron una cálida bienvenida a todos los que pisaron el largo trozo de tela colorado, extendido desde la plaza Rotary, ascendiendo por una imponente escalinata hasta la entrada al Palacio de Congresos. Los 44 escalones se convirtieron en un auténtico desafío para muchas de las artistas, que batallaron con sus largos vestidos con cola y tacones de infarto, y en muchos casos, necesitaron ayuda de una mano amiga para evitar tropezar al subir.
Al principio de la tarde, la mayoría de los asistentes estaban algo tímidos, avergonzados. Ir solo a un evento suele resultar un poco raro, tiene un toque incómodo. ¿Lo divertido? Casi todos lo estábamos, y compartíamos una misma emoción, lo que hizo que el ambiente se fuera relajando rápidamente. En poco tiempo, comenzaron a forjarse nuevas amistades, y la alfombra roja se convirtió en una fiesta improvisada, llena de risas, canciones inventadas y vítores espontáneos. Se intercambiaban números de teléfono, creaban grupos de WhatsApp para compartir fotos y vídeos, y quienes tenían mejor ubicación o más maña con la cámara se convertían en los fotógrafos oficiales de los demás. El ánimo era contagioso.
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Eso si, sin romantizar. Cinco horas son cinco horas, y febrero en Granada es febrero en Granada, aunque el radiante sol pudiera confundirnos al elegir nuestros outfits en horas previas. Pasamos frío, el hambre apretó en algún momento, y el dolor de piernas y espalda se instaló como un compañero de viaje inevitable. Estábamos apretujados como sardinas, buscando cualquier rincón donde intentar ver algo mejor. Pero todo eso quedaba en segundo plano, eclipsado por la magia que vivíamos.
«¡Bienvenidos a Granada! ¡Mucha suerte! ¡Guapo/a!» eran los mensajes del público, comunes a todos los invitados. Pero lo que realmente marcaba la diferencia era el «aplausómetro», que subía y bajaba dependiendo de quién bajara del coche. Los chillidos cambiaban de intensidad y las peticiones de fotos y autógrafos se multiplicaban a medida que los nombres más conocidos iban apareciendo.
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Primero, los actores y actrices. Los gritos y vítores no podían esconder la emoción de los granadinos al ver de cerca a figuras tan grandes del cine español, como Belén Rueda, Paz Vega o Antonio Banderas. ¿Cuál sería su reacción al saludar a Amaia Salamanca, María León o Malena Alterio? ¿Y al sacarse un selfie junto a los grandísimos Bayona, Amenábar o Los Javis? Tal como lo imaginan, así fue.
Entre los más esperados de la noche estaban, por supuesto, los elencos de las películas con más nominaciones: El 47, Casa en Flames, La Infiltrada, La Estrella Azul y, por supuesto, Segundo Premio, la película del grupo granadino Los Planetas. Esta última, con el sello inconfundible de Granada, despertó un entusiasmo especial entre el público, convirtiéndose en símbolo del arte que la ciudad ha dado y sigue ofreciendo al panorama cultural. Especialmente aplaudidos fueron los actores Luis Tosar, Antonio de la Torre, Salva Reina y Eduard Fernández, entre otros. Entre las actrices más celebradas, Macarena García, Carolina Yuste, Emma Vilarasau y Aiza Villagrán. La ola de aplausos era interminable.
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La emoción continúo creciendo cuando aparecieron nombres más jóvenes y de gran éxito en las series y películas actuales: Miguel Ángel Silvestre, Hiba Abouk, Mina El Hammani, Omar Ayuso, Ester Expósito... No había manera de mantener la calma. Pero las aclamaciones no solo se reservaban para los actores. También recibieron un calor enorme presentadores, como Arturo Valls, o modelos e influencers como Nieves Álvarez, Chiara Ferragni o Lola Lolita. Pasearon además por el corredor de honor políticos como Yolanda Díaz, María Jesús Montero, Juanma Moreno o la alcaldesa de Granada, Marifrán Carazo.
Pero sin duda, fueron los músicos quienes, tras los actores, ocuparon un papel protagonista en la celebración. Desde la entrada de C. Tangana, Yerai Cortés, La Tania, Rigoberta Bandini, Zahara, DORA, Melody… la algarabía era total. Las granadinas Lola Índigo y las hermanas Morente recibieron uno de los aplausos más rotundos, por ser un auténtico símbolo de nuestra tierra. Y cuando Amaral apareció sobre la alfombra, todo el público se unió para cantar «Cómo Hablar» a pleno pulmón. Pero si alguien desató el delirio absoluto, ese fue Alejandro Sanz, que desfiló sonriente por la pasarela al ritmo de su inolvidable Corazón Partío.
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El final era esperado: Aitana Sánchez Gijón, quien se llevó el Goya de Honor, y el gran Richard Gere, galardonado con el Goya Internacional, cuyo paso por la alfombra hizo estallar a la multitud en una ovación interminable, con gritos en «espaninglish» y algunos coreando la canción de la icónica película «Pretty Woman». Tras su paso, los organizadores comenzaron a anunciar el final del evento. Aún quedaban algunos esperanzados, que preguntaban por Bardem o reclamaban a Dellafuente, quienes, a pesar de estar presentes en la gala, no pisaron la pasarela. También hubo otras ausencias notables que el público no pasó por alto, como los grandes Pedro Almodóvar y Penélope Cruz.
La alfombra roja de los Goya llegó a su fin y tras tantas horas (y por qué no reconocerlo, con bastante ganas) solo quedaba correr apresurada a casa para ver la retransmisión de la Gala desde el sofá. Después de vivirlo en directo, ¿cómo no seguirlo hasta el final? En medio de tanto, me di cuenta de algo: ser parte de esta experiencia no había sido solo ver a las estrellas, sino también sentirse parte de algo más grande: una celebración del cine, la cultura y, por supuesto, nuestra Granada. Cada grito de «¡Viva graná!», ¡Viva nuestra tierra!, ¡Viva el flamenco!, entre otros, me reafirmaba en que esta había sido una alfombra muy nuestra, con mucho arte, con mucho carácter. Ni una chispa de malafollá (que ya es difícil).
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Hoy solo puedo agradecer. Al cine español por hacerlo posible. A la Academia por elegir Granada como sede. A mi ciudad por albergar y estar a la altura de tan grande encuentro. Por no dejar de sorprenderme y seguir siendo ese sitio al que siempre quiero volver. Y por supuesto, al periódico IDEAL, por dejarme compartirlo. ¿Moraleja? Si alguna vez tienes la oportunidad de participar en un sorteo, hazlo.
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