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José Montiel no volvió a Guadix hasta pasados 70 años. Torcuato Fandila
El largo viaje del Corazón de Jesús

El largo viaje del Corazón de Jesús

La imagen que preside el horizonte de Guadix desde la torre de la catedral llegó a la ciudad gracias a una 'misión especial'

Lunes, 8 de julio 2019

El calor se pegaba pocos días antes de que entrase oficialmente el verano de 1945. Al joven recluta José Montiel se le confió una nueva misión por parte de sus mandos. Él cumplía el servicio militar como voluntario en el parque automovilístico de Córdoba, era un conductor cumplidor y se había ganado la confianza de sus superiores para realizar aquellas misiones que consideraban 'especiales'. A él siempre se acudía para los asuntos que requerían una atención singular.

El nuevo encargo para el recluta le iba a llevar a la otra punta de Andalucía, de Córdoba a Guadix. Debía transportar un santo de cinco metros de alto y dividido en veinte piezas desde el taller del escultor valenciano afincado en Córdoba Amadeo Ruiz Olmos hasta la misma plaza de la catedral de Guadix. En aquella España de la época, a nadie extrañaba que el ejército se convirtiese en una empresa de logística para una tarea como ésta. Iglesia y Ejército eran, al fin y al cabo, dos de los pilares básicos en los que se asentaba la España del nacionalcatolicismo.

El viaje comenzaría a las diez de la mañana en la unidad (ya desaparecida) situada en El Brillante. Se debían trasladar para recoger su carga al mismo centro de la ciudad califal y en las cercanías de la Escuela de Artes y Oficios donde el mismo maestro Amadeo Ruiz Olmos era profesor. Iban a ser tres días a bordo de un camión Ford 8, con pocas comodidades, sin aire acondicionado en la cabina y con muchos baches en la carretera. Tres días en los que Montiel, su compañero de filas Antonio Anguita y el Ford 8 atravesaron las provincias de Córdoba, Jaén y Granada. El trayecto se cubre en pocas horas a bordo de cualquier transporte de nuestra época, pero por aquel entonces, José Montiel tuvo que hacerlo al volante de aquel camión en «tres días del tirón», relata mientras echa una partida con sus amigos en un céntrico bar de Córdoba. Todas las incomodidades estaban justificadas, pues aquel viaje sólo tenía una escala fija: una parada en su pueblo, Bedmar (Jaén). Allí pudo ver a sus padres, de los que se había separado en la mili. La memoria de este hombre de 94 años es prodigiosa: recuerda todos los detalles del viaje, las escalas, el motor del camión...

Fueron tres días en los que los dos reclutas se separaron del cuartel y en los que tuvieron tiempo para hablar del futuro de sus vidas una vez que finalizase el servicio militar. A José Montiel aún le quedaban dos años de servicio, porque ser voluntario se pagaba entonces con una mili más larga. Seguramente en aquel viaje se hablaría del amor nacido durante el servicio y que a José lo ligaría definitivamente a la ciudad de Córdoba una vez terminado el servicio militar y, cómo no, también de la carga que transportaban y que se esperaban con impaciencia en el palacio episcopal accitano.

El obispo de la época, Rafael Álvarez Lara, había decidido sustituir la esbelta veleta herreriana que hasta aquellas fechas remataba la torre de la catedral de Guadix por una gigantesca escultura del Sagrado Corazón de Jesús, de modo similar a la Fe en la Giralda. La decisión, que hoy costaría numerosas discusiones y mover miles de papeles, se asumió con naturalidad, incluso entusiasmo, en el Guadix de aquel entonces, y es que no estaban los tiempos para discutir la idea nacida en una testa mitrada y, al fin y al cabo, se trataba de sustituir una errática veleta por la imagen de un Corazón de Jesús. Sólo hubo cierto desacuerdo a la hora de establecer la fecha de la consagración.

Misa bajo la torre accitana, en la que se pueden observar los andamios. Torcuato Fandila

Según recoge el historiador Santiago Pérez en el Boletín nº 5 del Centro de Estudios Pedro Suárez, la decisión se adoptó en abril y fue un domingo de ese mismo mes cuando el escultor se desplazó a Guadix y tomó las medidas para la que iba a ser su obra de mayores dimensiones de toda su carrera. Allí se acordó que la imagen debía medir cuatro metros y medio de alto «de fuerte armazón revestido de yeso o escayola y con cubierta y guarnición de plomo para dar peso y a la vez defenderla de aguas y vientos».

También se nombraron las distintas comisiones que tenían que organizar el acontecimiento y, entre ellas, la económica, presidida por el canónigo tesorero de la catedral, Juan López Gómez, encargada de recaudar puerta a puerta algo más de 50.000 pesetas de la época, que se sumarían a lo recogido en el resto de la diócesis.

La devoción al Corazón de Jesús se había extendido en las últimas décadas en toda España. En 1919, el rey Alfonso XIII consagró España a esta devoción y paulatinamente se fue sembrando el país de parroquias, altares o monumentos en cualquier lugar dedicados a esta devoción, tal y como recuerda el historiador Antonio Reyes Martínez. La diócesis de Guadix no permaneció ajena a esta moda devocional y se le dedicó una parroquia en el barrio de la estación, y otros monumentos como el que recibe al visitante en la entrada de Jérez del Marquesado, entre otras muchas dedicatorias a lo largo y ancho de toda la diócesis, y del que el remate de la catedral accitana es sólo un ejemplo más.

Rafael Álvarez Lara fue un obispo al que tocó la reconstrucción patrimonial de una diócesis mermada tras tres años de Guerra Civil y en la que el prelado también dejó su huella personal. Quizá la más visible desde cualquier punto de Guadix, incluso desde la lejanía, siga siendo precisamente este Corazón de Jesús. La imagen debía girar bendiciendo la ciudad y los campos de la vega accitana y se iluminaría su corazón para guiar como la luz de un faro el sueño y las almas de los accitanos.

El encargado de materializar la idea obispal fue el escultor Amadeo Ruiz Olmos. Se trataba de un escultor valenciano al que la Guerra Civil lo llevó hasta la provincia de Córdoba y desde allí se encargó de repoblar con sus imágenes muchos de los altares expoliados durante la guerra en Córdoba, en Úbeda y también en Guadix. También destacó en la escultura civil y entre los cordobeses es recordado especialmente por ser el autor del sepulcro de Manuel Rodríguez, más conocido por todos como 'Manolete'.

José Montiel, su compañero Antonio, el fatigado Ford y, sobre todo, su preciada carga, fueron recibidos personalmente por el obispo de la diócesis. Era ya la tarde del tercer día del encargo, el sol era abrasador. ¿Misión cumplida? No. El obispo entregó a José una tarjeta que debía presentar a un ingeniero de las minas de Alquife para que le facilitase una grúa con la que subir las piezas de la escultura a su emplazamiento definitivo. El servicio que le trajo a Guadix se prolongó algún día más, y 75 años después José recuerda su estancia en Guadix con agrado: «Estuve muy bien atendido», comenta. Pese a que el recuerdo de su estancia en Guadix siempre fue agradable, no volvió a la ciudad hasta pasados más de 70 años en un viaje turístico en el que visitó las cuevas y la parroquia de la Ermita Nueva donde pudo hablar con su párroco, Manuel Amezcua, de aquel primer y lejano viaje en el tiempo. Montiel recuerda algunos detalles más de aquel acontecimiento, como el hecho de que el escultor debía ensamblar la imagen como un puzle en lo más alto de la torre y como para hacer más seguro el trabajo del artista y mitigar el vértigo que padecía se instaló una especie de plataforma y un quitamiedos que impidiese la vista sobre el vacío. Sin embargo, no pudo quedarse para la conclusión del montaje y posterior bendición de la imagen. En este año de 2019 se celebra el primer centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, realizada por el rey Alfonso XIII. Las efemérides continúan el próximo año, en el que se cumplen 75 años de este viaje y de la posterior bendición del Corazón de Jesús, conocido entre los accitanos como el Santo de la Catedral.

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