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sandra martínez
Domingo, 23 de enero 2022
Los vecinos de El Marchal, un municipio de apenas 400 habitantes, tomaron una decisión ante la carencia de numerosos servicios básicos en el pueblo. Al ... no poder desplazarse a las zonas cercanas donde contar con un podólogo, o un fisioterapeuta, que, si ellos no podían ir, harían lo que fuese necesario para traerlos. Así, se movilizaron y consiguieron que distintos profesionales se desplazaran hasta El Marchal para poder atender algunas de sus necesidades más básicas. Entre ellos, un peluquero, un podólogo, un informático para arreglar las averías de sus ordenadores u otros elementos y repartidores de alimentos de primera necesidad.
Hace tres meses, Cristian, uno de los vecinos, pensó en la situación en la que se encontraba el pueblo. Sin tienda de alimentación propia desde mediados de la pandemia, vio la necesidad de solucionar esta situación, por lo que se puso en contacto con algunos repartidores de la zona y con la Asociación de mercadillos de Guadix para ver si podían hacer una parada semanal en el municipio. Desde entonces, cada noche, al llegar a casa, él y su mujer hablan acerca de las posibles mejoras y facilidades de las que pueden servir al Marchal.
Esto también les llevó a reflexionar sobre la necesidad de crear una asociación de vecinos para solucionar y hacer frente a los problemas que más les afectaban, tanto a las personas mayores como a los más jóvenes. «Quería ayudar de verdad a quienes viven allí porque no todos tenemos las mismas facilidades de desplazamiento y no es justo que estemos condicionados por ello», afirma. De este modo, realizó diversas encuestas a la población para conocer aquello que echaban de menos en el municipio y saber qué era lo que cambiarían del pueblo.
Tras contar con la visita de un peluquero y recibir también la asistencia de un podólogo, han llegado a un acuerdo con distintas tiendas de Guadix para su colaboración. Entre ellas, un establecimiento de informática a la que Cristian lleva cada sábado los ordenadores u otros elementos averiados para que sean arreglados y que, posteriormente, él mismo devuelve a sus dueños. Además, a partir de la semana que viene, contarán con el reparto a domicilio de algunos alimentos, como huevos o verduras.
A partir de ahí, decidieron crear una asociación de vecinos de manera formal que actualmente se encuentra en procedimiento administrativo con el objetivo de apoyarse los unos a los otros y hacer frente por sí mismos a las necesidades o problemáticas del pueblo. «Queremos que El Marchal sea lo más independiente posible, que no tengamos que ir hasta Purullena o Guadix para comprar cualquier cosa o tomar un café. Al pie del cañón, estamos unos diez vecinos. El resto colabora en lo que puede, sobre todo en la difusión a través de redes sociales. El boca a boca que hace la gente, al final, es lo más importante», destaca.
La iniciativa ha tenido una gran acogida entre los vecinos, ya que, la mayoría aporta su granito de arena en el proyecto y «los han acogido con gran ilusión». Durante la mañana del viernes, recibieron la visita de la podóloga, Lorena, que también trabaja en una clínica propia en Benalúa, un pueblo cercano. «Van haciendo una lista de las personas que necesitan ser atendidas y, cuando hay unos cuatro o cinco, elegimos un día que nos venga bien a ambas partes para fijar las visitas», explica. «Lo que pretendemos así es que, sobre todo, las personas mayores no se queden desatendidas», indica.
El ayuntamiento del municipio ha colaborado en la difusión de algunos servicios colocando folletos en diversas instalaciones del pueblo que informan de su acceso. Ubicado a medio camino entre Purullena y Beas de Guadix, la vida en su territorio simula a la de un pueblo fantasma que parece despertar al medio día, cuando la gente vuelve a sus casas a comer para, posteriormente, volver a marcharse y que este quede prácticamente desierto hasta la noche Sin embargo, su alcalde, Juan Manuel García, asegura que el problema de que en El Marchal no haya tienda o bar es que nadie quiere cogerlos como negocio por las dificultades económicas que supone encargarse de ellos en un pueblo que apenas sobrepasa los 400 habitantes. «Necesitamos gente, sobre todo jóvenes, que quieran invertir en el pueblo. Tiempo atrás, hemos realizado campañas publicitarias para atraer residentes porque uno de nuestros grandes problemas es la despoblación continua que sufrimos», sentencia.
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