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Jose posa de espaldas en el salón de la vivienda en la que ha vivido toda su vida. A la izquierda, el brasero. L. Velasco
«Podría haber perdido a mi madre, así que lo material me importa»

Incendio en una casa del Camino de Purchil en Granada

«Podría haber perdido a mi madre, así que lo material me importa»

Uno de los inquilinos de la casa del Camino de Purchil incendiada este martes explica que ha quedado inhabilitada: «Fue por un brasero»

Laura Velasco

Granada

Jueves, 13 de febrero 2025, 00:35

La madre cosía plácidamente en la segunda planta de su casa, situada en un lugar privilegiado. El Camino de Purchil ofrece la tranquilidad de la vega y la cercanía del Centro de la ciudad; la rotonda de Méndez Nuñéz está a un paso. El reloj aún no había marcado las 12.00 horas cuando oyó la alarma de incendios. Al asomarse, detectó en la planta inferior un fuego que amenazaba con devorarlo todo. Cogió a los niños y se refugió en la terraza. Quedaron atrapados hasta la llegada de los Bomberos de Granada. La vivienda quedó inhabitable.

Ocurrió el pasado martes. Ayer, un día después, el área Científica de la Policía Nacional se desplazó hasta el inmueble para inspeccionarlo y recabar pruebas, tal y como comprobó IDEAL. Un vehículo blanco que contenía el material de trabajo quedó estacionado delante de la verja. Tres agentes se bajaron y analizaron el lugar de los hechos minuciosamente. Se centraron en un brasero totalmente calcinado que, una vez que fue sacado del interior del inmueble, se convirtió en el centro de estudio. A nivel oficial no han desvelado detalles sobre el origen del fuego -de hecho, los análisis suelen demorarse unos días-, pero la propia familia nombra el brasero como la causa más probable.

Poco antes de las 12.00 horas se marcharon. Allí se quedó un solo inquilino, Jose, de 18 años. Aparentemente estaba tranquilo y quitándole hierro al asunto. «Podría haber perdido a mi madre, así que lo material no importa. El seguro te puede pagar los objetos, pero no te va a pagar a tu madre», sentencia. Tras la marcha de la Policía Nacional, mira de frente la casa en la que ha vivido desde que nació: «Llevábamos ahí toda la vida».

Por fuera está aparentemente bien, e incluso conserva impoluto el blanco de la fachada. Al cruzar el marco de la puerta, bajamos al infierno. El olor a quemado es insoportable y el negro lo invade todo. Las teclas del piano han dejado de sonar. «Aquí hemos estado muy a gusto, tendrías que ver cómo era hasta hace unos días», cuenta Jose. La planta baja se ha salvado, pero la estructura, según les han dicho, está dañada, así que mientras no realicen un trabajo de reconstrucción completo es inhabitable. «Hay vigas de madera que podrían caerse, porque es una casa antigua», manifiesta.

Según detalla, él era el único que no se encontraba allí. Su madre estaba cosiendo en la segunda planta junto a los niños, un bebé de pocos meses y dos menores de tres y siete años, cuando sonó la alarma de incendios. El servicio de Emergencias recibió el aviso y movilizó a Bomberos de Granada, Policía Local, Policía Nacional y servicios sanitarios. El fuego fue extinguido y una ambulancia trasladó a los inquilinos al hospital por posible inhalación de humo. Todos se encuentran bien, también el padre de las criaturas.

«La alarma nos salvó»

Jose llama a su madre por teléfono. Nos atiende. «Estamos todos bien, la alarma nos salvó. Lo que sí me gustaría recalcar es la peligrosidad de los braseros, no somos conscientes hasta que pasa algo. Todo ocurrió en un segundo», apostilla. Cuelga el teléfono y Jose hace balance. «Aún estamos asimilándolo, es todo muy raro», admite. Ahora están durmiendo en casa de sus abuelos. «El seguro quizás nos paga unos días un hotel», agrega. Solo han podido entrar en su domicilio para llevarse objetos de valor y evitar así robos. Lo que queda dentro ya son solo recuerdos quemados, con evidencias a cada paso de que aquello era un hogar. Una acreditación de los premios Goya, celebrados tres días antes del suceso, permanece en el mueble de la entrada como un símbolo de que las preocupaciones han cambiado por completo. El fuego la respetó; permanece intacta.

Jose mira hacia atrás antes de cerrar la puerta de la que ha sido su casa durante 18 años. Justo enfrente, en el patio, permanece el brasero que, presuntamente, causó el suceso. El objeto les recuerda aquello que ellos pretenden olvidar; allí se vivieron momentos de auténtica angustia. «En algún momento tendremos que volver a vivir aquí», confía el joven. La familia le da las «gracias a Dios» -son muy creyentes- por esta segunda oportunidad.

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