«No me considero un héroe con o sin capa. Cualquier compañero hubiera hecho lo mismo», insiste modestamente Eduardo Avellaneda, pero este agente de la Policía Local es realmente un héroe de corazón. El pasado miércoles salvó la vida de un conductor que chocó contra otro vehículo estacionado en la intersección entre las calles Arabial y Neptuno tras sufrir un infarto al volante, algo que le ocurrió a él mismo hace un año y que lo une al afectado. Avellaneda estaba patrullando por la zona cuando varias personas le indicaron que justo se acababa de producir un accidente de tráfico un poco más adelante.
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Este agente se acercó hasta el lugar y se encontró con tres compañeros de paisano que habían sacado del vehículo siniestrado al conductor, un hombre de 44 años, y lo habían puesto en la posición de seguridad. Entonces se percataron que más allá de los golpes sufridos por el choque el conductor no tenía pulso. Avellaneda no lo dudó ni un segundo e inmediatamente comenzó a practicarle la maniobra de reanimación cardiopulmonar (RCP) que había aprendido en varios cursos de primeros auxilios realizados en la Jefatura de Policía.
Cinco minutos. Este es el tiempo que estuvo Avellaneda realizando el masaje RCP al conductor. Cinco minutos que se hicieron eternos para el policía y las personas que miraban la escena con cierta distancia para no entorpecer la maniobra y que esperaban expectantes una señal positiva que les indicara que todo iba a salir bien. «Fueron cinco minutos entre la vida y la muerte, pasaba el tiempo y yo insistía, pensaba que tenía que salir de esa, que lo iba a sacar adelante», relata el agente emocionado.
Y lo consiguió. Mientras él todavía estaba practicando la maniobra de reanimación, llegaron los servicios de emergencia que se hicieron cargo del hombre y comprobaron que ya tenía pulso. Lo estabilizaron y lo trasladaron en ambulancia al hospital Virgen de las Nieves para recibir la atención médica pertinente. Ese mismo día, el servicio médico de la ambulancia se presentó en la Jefatura de la Policía Local para felicitar a Avellaneda por su actuación. Sin su rapidez, pericia e insistencia el afectado no habría recuperado el pulso, su corazón no habría vuelto a latir de nuevo.
El agente insiste en que el mérito no es suyo, sino de todos los que participaron en el dispositivo, desde las personas que lo avisaron y los agentes que controlaron el tráfico, pasando por sus compañeros que ayudaron al accidentado estando ellos fuera de servicio y por el equipo de emergencias.
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Avellaneda fue ayer al hospital a visitar al afectado. Para el policía es un caso especial porque él mismo sufrió un ataque al corazón en abril del año pasado y por el que estuvo de baja cerca de un año recuperándose de las secuelas. Se incorporó de nuevo al servicio hace tres meses lleno de ganas de trabajar. «Me encanta lo que hago, es mi vocación, estoy para ayudar a las personas», explica junto a Diésel, un perro de la Unidad Canina a la que pertenece.
El agente se siente muy identificado con el conductor porque él también sufrió un infarto mientras conducía. En su caso, le dio tiempo de avisar a sus compañeros de la Jefatura y pudo conducir hasta allí, donde ya le esperaba un equipo de emergencias para hacerse cargo de la situación. Avellaneda supo identificar los síntomas del infarto, lo que agilizó la labor de los sanitarios.
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El hecho de verse reflejado en el conductor al que salvó la vida le hizo recordar su infarto y reconoce, con la voz algo temblorosa, que en cuanto vio alejarse la ambulancia con el hombre en dirección al hospital, pero ya con pulso, se derrumbó y no pudo contener las lágrimas por la emoción y tensión acumuladas en esos larguísimos cinco minutos de incertidumbre.
Este policía lleva 22 años en el cuerpo, catorce de ellos en la Jefatura de Policía Local de Granada, donde espera servir otros 15 o 20 años más hasta jubilarse, algo que ve muy lejos y en lo que no piensa muy a menudo porque disfruta de su trabajo. Avellaneda se siente satisfecho de lo que hace en su día a día y el haber ayudado al conductor infartado le hace sonreír a pesar de las circunstancias y de la implicación personal que tiene este caso para él. «Es una historia dura, pero al menos tiene un final feliz», concluye el agente, que dice que no es un héroe.
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