Paco Lara Durán se agarra al álbum de las fotos en blanco y negro con todas sus fuerzas. En realidad, le va la vida en ... ello. En él está pegada su infancia y su inocencia. Sale sentado con dos años en el poyete de una fuente, con su madre –a la que enterró cuando él tenía ocho– y otra, con sor Josefa La Chica, natural de Lanjarón que cubrió de amor maternal a aquel chiquillo al que dejaron con tres días en la Casa Cuna de la Diputación. Desde el 15 de febrero de 1935 pasó Paquito a formar parte de esa familia, que no era de sangre, pero que sí era de amor y compromiso. «Han sido los mejores momentos de mi vida».
Paco cumplirá 90 años en febrero y cuenta con orgullo cómo tiene dos hijas –una abogada laboralista y otra psicóloga– y cómo él fue buscando su camino cuando salió de la mili. De una fábrica de radiadores a Policía Local de Granada durante 25 años. Partió de cero y con el impulso de lo aprendido en este hogar de cuidados, escribió su historia. Ayer volvió al lugar donde se crió. A la Casa Cuna donde le ayudaron a poner los cimientos de su yo adulto.
Y allí vio a las religiosas, las Hijas de la Caridad, que cuidaron a las diferentes generaciones que siguieron a la suya. Estuvo con los compañeros con los que coincidió aquellos años en este espacio que tenía la institución provincial en Armilla y que sigue en pie. «Vendí mi piso en Granada y me compré una casa aquí al lado». Paco Lara quería tener cerca sus raíces, ver a lo lejos la casa donde se crió. En la que no había una madre, un padre, unos hermanos, pero había una familia. Fueron pioneros en crear otro concepto de amor, más fuerte que el impuesto por la sangre.
Casa Cuna está dentro de los centros sociales de la Diputación, institución que tenía las competencias de la beneficencia. Las instalaciones se crearon con para ser una leprosería regional, con huertos, talleres y sistema de alcantarillado. En 1930, la institución provincial tenía las competencias sobre menores y decide traerse a los niños desamparados desde el Hospital Real.
Los primeros chiquillos llegaron en 1932 y este espacio fue un centro de menores hasta 1991. Iban de la Casa Cuna hasta el Destete y dos pabellones donde iban creciendo. Ahí podían estar hasta los 21 años. Los cuidaban, atendían y realizaban también labores docentes las hermanas de la Congregación de las Hijas de la Caridad, que este martes llegaron desde Regina Mundi hasta la Casa Cuna para reencontrarse con los extutelados, algo que fue una sorpresa para ellas.
Mucha emoción
El presidente de la Diputación, Francis Rodríguez, dirigió unas palabras a estos adultos emocionados y a las religiosas, tan emocionadas como los que fueron sus niños. Las palabras de la hermana Carmen Benavides resumen esta vivencia. «Muchas llegamos aquí sin ninguna experiencia, pero mucho amor en el corazón. Formábamos una gran familia y nos dividíamos en grupos de 25 niños con unas historias y unas realidades muy duras. Quisimos ser buenas madres con ellos y formar hombres y mujeres para el futuro. Los pequeños disfrutaban mucho cuando en verano íbamos a Almuñécar a pasar las vacaciones. Fueron años muy bonitos y que jamás podremos olvidar». Y los aplausos dejaron paso a las lágrimas, esas que están solo reservadas a la alegría.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.