Christian (en medio de la foto, con un refresco en la mano) posa entre los agentes de la Guardia Civil que fueron a buscarlo. IDEAL

Perdido tres días en Granada

La historia del francés desaparecido en Sierra Nevada: «Bebía agua del manantial y tenía miedo y frío»

Christian se perdió cuando hacía una ruta con su familia, se cayó y pasó tres días caminando herido hasta que encontró a dos compatriotas

Laura Velasco

Granada

Lunes, 28 de octubre 2024, 00:06

Christian pensaba que no llegaría con vida a esta semana. Estaba perdido en algún punto de Sierra Nevada, sin teléfono, comida ni ropa adecuada para unas noches en las que el frío apretaba. Un simple despiste, un error mientras caminaba tranquilo aquel domingo, le hizo ... alejarse de su familia y perder el rumbo. La noticia de la desaparición de este hombre francés recorría los medios de comunicación y una idea rondaba a cualquiera que la leía: seguramente lo encontrarían muerto. Se habrá caído, habrá fallecido a causa del frío, de la sed. Pobre hombre, pobre familia. Hasta que un titular sacó una sonrisa a aquellos que ya habían perdido la esperanza: 'Aparece sano y salvo el francés desaparecido el domingo en Sierra Nevada'. Se obró el milagro.

Publicidad

IDEAL ha podido hablar con Christian Disdero, de 63 años, sobre su experiencia de supervivencia entre montañas, que bien podía ser el argumento de cualquier película de sobremesa de fin de semana. Viajero nato, al igual que su mujer y su hijo, partió hace un mes junto a ellos en autocaravana desde el pequeño pueblo de Castelsarrasin, en la región de Toulouse, dispuestos a recorrer España. Ahora tocaba Andalucía y, por supuesto, Granada estaba marcada en el mapa. Aprovechando las agradables temperaturas del fin de semana pasado, decidieron complementar la parada con una ruta de senderismo por Sierra Nevada. Dejaron su vehículo en el parking de la Hoya del Portillo y pusieron rumbo al Mulhacén. Al bajar, Christian adoptó su «propio ritmo» y, dice, se despistó. «Tomé el camino equivocado. Me di cuenta de que estaba perdido», admite.

Intentó deshacer sus pasos, pero la noche se le echó encima. Estaba en mitad de la nada, sin teléfono, comida ni agua. «Tenía miedo, frío y no sabía muy bien qué hacer. No había nada que me ayudara a encontrar el camino», cuenta. Aquella primera noche anduvo y anduvo en dirección a unas luces que divisaba a lo lejos. Quería «buscar ayuda», pero se cayó. El golpe dolía mucho y con razón: tenía fracturas en la clavícula, una costilla y una vértebra: «Mis recuerdos son confusos».

Comió «membrillos y castañas»

Moviéndose a duras penas, el francés continuó su camino. Tenía que encontrar a alguien que le ayudara. Durmió en corrales de vacas y en refugios de pastores. Lo peor eran las noches, hacía mucho frío. Comió «membrillos y castañas» que hallaba a su paso. «Bebí el agua que encontré en manantiales», agrega. Aquello le mantuvo con fuerza desde el domingo hasta el miércoles por la tarde, cuando por fin volvió a la civilización; apareció en la pequeña localidad de Bayacas, anejo de Órgiva. «Me encontraron dos mujeres francesas, quienes contactaron con mi hijo y con el 112. Me sentí aliviado de ver y hablar con gente, ellas sonreían y yo estaba feliz», asegura.

Publicidad

Rápidamente llegaron los agentes del Grupo Especial de Rescate e Intervención en Montaña (Greim). «Cuando me encontraron, sentí que mi calvario había terminado. Estaba agotado pero feliz», apunta. Esa misma tarde se reencontró con su familia. «Estábamos muy felices, nos costaba creerlo, pensábamos que estaba muerto», indican ellos. Desde aquel día, Christian se recupera en el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de las fracturas y otras lesiones «superficiales, nada grave». Recibirá el alta médica previsiblemente hoy. «Me encuentro bien», sentencia.

Su mujer e hijo están con él todo el tiempo. También ellos necesitan recuperarse del shock vivido. «Fue extremadamente angustioso, después del primer día ya no pensábamos que lo encontraríamos con vida. Comimos y dormimos muy poco. El estrés era continuo», recuerdan. Menos mal que en todo momento contaron con los agentes del Greim y los voluntarios, a los que les mandan un mensaje: «Hicieron un trabajo excepcional y nos apoyaron a mí y a mi madre. Fueron amables y empáticos, que es lo que realmente ayuda en este tipo de circunstancias», afirman emocionados. Una historia de película de sobremesa con final feliz.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad