Sergio García. pepe marín
Sergio García

«Hizo lo que quiso, pero sin fastidiar a los demás»

OBITUARIO PARA IDEALISTAS NO FALLECIDOS ·

El dibujo es para él una forma de conocimiento, el modo en que aprende y se relaciona con el mundo que lo rodea

Clara Peñalver

Domingo, 1 de mayo 2022, 00:12

Descreído pero animista, así se describe él. Le resulta difícil concebir la idea de Dios, sin embargo, otorga un gran valor a la vida, a cualquier vida, tanto que para él es una pequeña gran desgracia cortar una flor y separarla de la planta de ... la que nació. Sobre el más allá, su mente racional y científica le dice que no existe. Su mente de creador, en cambio, lo impulsa a desear que sí. Así que juega a recrearlo conmigo. Si existiera, querría que fuese como la reproducción en bucle de un recuerdo infantil. ¡Un día de excursión! En el cielo, un sol primaveral; en el suelo, extensos prados de un verde penetrante, salpicados aquí y allá de huertas. Y en el escenario, él, junto a sus compañeros de clase, riendo y jugando sobre el fresco manto de césped, adornando sus pantalones con trazos de hierba y de tierra. «No sé, si me imagino que hay algo después de la muerte, me imagino algo parecido a eso», me cuenta.

Publicidad

Si este fuera su último día de vida «probablemente no dibujaría, eso sí lo tengo claro». Y, de nuevo, me habla del sol: desearía un último día radiante de sol en el que poder dedicarse en cuerpo y alma a la rutina junto a su mujer y sus hijos. Y otro deseo: querría morir durante el día –de ahí sus constantes referencias a nuestra estrella–, pues, me confiesa, odia la noche.

Hoy hablo con Sergio Sánchez, dibujante, teórico de la historieta, incansable investigador experimental y, a día de hoy, uno de los grandes nombres del diseño y la ilustración. Sus trabajos pueden disfrutarse en incontables publicaciones, en portadas del New Yorker o El País y en numerosas ediciones del New York Times. Y también aquí: la ilustración del suplemento 90 aniversario de IDEAL, que saldrá el próximo 8 de mayo, es obra suya.

MIEDO A LA OSCURIDAD

Una infancia feliz, un buen grupo de amigos y, su arma secreta, la imaginación. De pequeño –sospecho que también de mayor–, García tenía una doble vida: la del mundo real y la del imaginario. Algo que puede parecer de lo más normal cuando de un crío se trata, sin embargo, me aventuro a afirmar que, en su caso, sobrepasaba la normalidad. Sergio dedicaba tiempo a jugar con los amigos y a corretear por ahí cuando su asma se lo permitía, pero también necesitó, desde muy niño, grandes dosis de soledad. Su máquina creativa era tan poderosa que las historias bullían dentro de su cabeza y también fuera de ella, conquistando los escenarios de su cotidianidad. No puedo evitar pensar en la novela 'Lo que sé de los hombrecillos', de Millás, cuando Sergio me cuenta que jugaba a que había personajes en un cajón de su dormitorio, del mismo modo que no puedo evitar preguntarme si esos personajes guardaban alguna relación con los que ahora pueblan sus obras.

Publicidad

Pero la creatividad a veces es un arma de doble filo, sobre todo a edades tempranas, cuando se controla poco o nada, y más aún si, para colmo, se combina con la oscuridad. «Tuvieron que llevarme al psicólogo porque tenía mucho miedo. Tenía miedo a todo.» Para ayudarlo a dormir, le decían que pensara en cosas relajantes como el mar, y él, tan de elaborar escenarios, tan de explorar y explotar el todo a partir de la nada, imaginaba primero el mar, luego la oscuridad bajo el manto del agua, luego el movimiento en las tenebrosas aguas y luego bichos, monstruos y seres macabros.

Tras hacerle el test de Rors-chach y tener que pedirle que parara porque en cada una de las manchas de las láminas que se le mostraban Sergio veía cientos de imágenes, el psicólogo dio por fin el diagnóstico a los preocupados padres. Al niño no le pasaba nada más allá de un claro, contundente y, por suerte, incurable, exceso de imaginación.

Publicidad

¿HORROR VACUI? SÍ, PERO NO

Tiene vértigo. Mucho. A las alturas y ante las propuestas de nuevos proyectos. Lo de las alturas no tiene remedio. Sin embargo, me reconoce que, en lo que al otro tema se refiere, una vez acepta un encargo, actúa como un descerebrado. «Lo que hago es que realmente me lanzo al vacío, e intento hacer propuestas que son osadas y que pienso: 'Joder, esto realmente no va a funcionar porque es muy osado', y asombrosamente funciona porque es lo que el director de arte espera de mí, que me tire al vacío cada vez.»

Pero lo de tirarse al vacío es algo que ha ido llegando poco a poco. Con catorce años, el ilustrador Luis García, director de la revista Rambla, le dio un consejo que se convirtió en el motor de su vida creativa: «Primero te tienes que hacer con el medio y, luego, poco a poco, imponer tu lenguaje».

Publicidad

Empezó a jugar con los límites de lo establecido en el mercado francobelga, con la novela gráfica Amura. Pero él sitúa el verdadero origen de su característico estilo personal en la Universidad, cuando inició su tésis sobre la narración multilineal. Convertirse en profesor titular de la Facultad de Bellas Artes de Granada y, por tanto, en personal docente investigador, terminó de darle el impulso que necesitaba para recorrer, con la curiosidad a flor de piel y la osadía creativa que lo caracteriza, el camino de la innovación y la experimentación en el dibujo. Así, de las narraciones multilineales pasó a los formatos expandidos, el dibujo trayecto, los conectores de historias… El resultado: un complejo, rico y abigarrado universo, un personalísimo país de las maravillas donde quien pone el foco de atención no es él, sino quien se pierde sin remedio en sus composiciones.

SIN MOLESTAR

A veces me pregunto si las mentes creativas estamos hechas de la misma pasta. Conversar con Sergio García me hace vibrar y me pone la piel de gallina. Es como si habláramos el mismo idioma. Al igual que me ocurrió a mí con la escritura, dibujar es la mejor forma de vida que él fue capaz de imaginar.

Publicidad

«En mi caso siempre… Lo que siempre hay detrás de todo es la necesidad de contar mucho», me explica, y sus palabras me llevan de nuevo a su pasado, al dormitorio que compartía con su hermano, a los cajones llenos de personajes y a las paredes de la habitación cubiertas de mapas.

«¿Por qué mapas?», le pregunto, casi obligándolo a regresar conmigo a aquella escena de su infancia. Él no responde del todo, se pierde en aquel lugar de su memoria, en los juegos con su hermano, en la breve época en la que ambos compartieron la pasión por el dibujo. Mientras tanto, yo creo hallar la respuesta. Pienso en los meses en los que el asma lo obligaba a sacar punta a su doble vida, esa vida pilotada por la creatividad, y lo imagino explorando esos pedazos de papel preñados de información, volcando en ellos sus historias, desenfocando su realidad para dar protagonismo a un número incontable de ficciones que, quién sabe, puede que ahora campen a sus anchas en algunas de sus muchísimas creaciones.

Noticia Patrocinada

Cuando muera quiere que lo recuerden con la frase: «Hizo lo que quiso» y, como dándose cuenta de algo importante, añade: «Pero sin fastidiar a los demás». Sobre la segunda parte, deberían juzgar 'los demás'. De lo que no me cabe duda es de que, hasta ahora, ha hecho lo que siempre ha querido: relacionarse con el mundo a través de y gracias a sus dibujos. Y, para colmo, con un gran extra que he preferido reservar para el final: en compañía de una mujer maravillosa que da color a su vida y a sus diseños, y de sus hijos, que han heredado el amor por la ilustración. Pasará un tiempo, espero que muchísimo, antes de que leamos de nuevo esa frase de despedida. Mientras tanto, viva en paz.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad