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Miguel Contreras, el empresario agredido por dos desconocidos, muestra a IDEAL las cicatrices de la lesión que le causaron. Alfredoi Aguilar

«Dos hombres me pegaron un palizón sin venir a cuento; me sentí violado en mi propiedad»

El dueño de un concesionario de Ogíjares narra a IDEAL la lluvia de puñetazos que recibió en 2018 de dos desconocidos que entraron interesados en un Audi A-6

Yenalia Huertas

Granada

Lunes, 1 de marzo 2021, 00:39

El susto que se llevó el 12 de mayo de 2018 Miguel Contreras, dueño del concesionario Blue Sport de Ogíjares, fue mayúsculo y le hizo pasar por el quirófano. Dos individuos, desconocidos hasta ese día para él, se hicieron pasar por potenciales compradores de un coche de alta gama que tenía expuesto en su local (un Audi A-6) . Y lo apalearon sin mediar palabra. Le estamparon la cabeza en una pared de pladur y le ocasionaron una grave lesión en una mano. Un año y ocho meses de prisión les han caído a estos dos tipos, a quienes la Audiencia Provincial de Granada les ha endurecido el castigo que les acarreó aquella lluvia de puñetazos que soportó Miguel. Tendrán además que indemnizarle con más de 9.000 euros.

La inopinada y brutal agresión sucedió sobre las 20.45 horas y fueron testigos desde el exterior (el local está acristalado para exhibir bien los automóviles que están a la venta) la mujer y el hijo del empresario, de sólo un añito. Ambos estaban esperando en la calle a Miguel.

Según ha declarado probado primero el Juzgado de lo Penal 1 de Granada, cuyo titular es el magistrado Manuel Piñar, y ahora el tribunal provincial, los dos acusados se dirigieron al establecimiento, donde Miguel había apagado ya las luces porque estaba cerrando. Le dijeron que querían ver el referido vehículo. Y cuando el empresario, que ronda ahora los 40 años, se disponía a mostrarles el auto, uno de ellos le propinó un golpe por detrás que le dejó aturdido. «Uno era muy alto y no los conocía de nada», asevera el empresario, que recuerda que el primer golpe lo recibió «tras abrir la puerta del coche para enseñárselo».

Tras ese impacto por la espalda en la columna, según sus propias palabras, se quedó «noqueado». A continuación se sucedieron otros ganchos ya de frente. Su concesionario se convirtió en un ring en el que solo él estaba contra las cuerdas. Algunos de los puñetazos los pudo esquivar esquivando a sus dos asaltantes sorteando lo autos y los pilares de su local. «Me escabullí un poquillo y empecé a darle vueltas a los coches», detalla.

Chillidos

Los dos individuos le persiguieron entonces por la tienda mientras que la esposa de Miguel y su pequeño no daban crédito a lo que estaba pasando. Ella «lo vio todo» y soltó al pequeño en los brazos de una vecina. Acudió en ayuda de su esposo como pudo (acababa de ser operada ese mismo día) y dando chillidos.

Los tipos, antes de marcharse, causaron daños en dos de los vehículos, aparte de en el citado muro (hoy ya restaurado) contra el que empujaron a la víctima. «Me metieron la cabeza aquí», indica señalando la pared donde le estamparon. «¡Menos mal que era pladur! Se quedó un agujero y todo... Me hubiesen reventado la cabeza», añade, a la vez que reconoce que llegó a temer que le atacasen con algún arma. Afortunadamente sus asaltantes sólo emplearon los puños.

Aquel suceso ha cambiado la vida de Miguel. Aún no lo ha superado; no se atreve a entrar solo en el local sin girarse para ver que no hay nadie detrás de él. Una vez dentro, echa la llave. Apenas acude ya, de hecho, al establecimiento, donde trabaja actualmente otra persona. Él suele estar en otro taller que posee en otro municipio. «Me ha cambiado la vida. Es una situación rara y fea. Estás en tu propiedad y te vienen, te pegan un palizón sin venir a cuento. Me sentí violado».

El resultado de aquel suceso, que Miguel ha accedido valiente a narrar a IDEAL, fue un «politraumatismo» y una intervención quirúrgica en una mano. Le colocaron una férula y tuvo numerosas revisiones traumatológicas.

Tardó 130 días en sanar y cuando ahora enseña las cicatrices que le quedaron tras la intervención para arreglarle el ligamento que se le desgarró –visibles entre los trazos del tatuaje que luce en el brazo– Miguel cambia el gesto. Palidece, como si estuviera volviendo a recibir aquella paliza.

Secuela

Como secuela, aparte del miedo del que no logra desprenderse y las señales del bisturí, le ha quedado la colocación de material de osteosíntesis en el pulgar de la mano izquierda. Sufrió exactamente una «rotura del ligamento bilateral cubital de ese dedo, la lesión de Stener».

Durante el ataque de aquellos dos hombres, que según Miguel se encuentran en libertad y que aún no le han pagado la indemnización que ha fijado la justicia, también se le rompió la pantalla de su móvil y el chaleco que llevaba puesto.

Ellos, según explica, luego le denunciaron acusándole de «haber pegado antes a un muchacho que era o su sobrino o su niño... no sé». Lo hicieron «para excusarse de esto», sostiene, al tiempo que recalca que en su caso salió absuelto de todo.

«Estamos satisfechos con la sentencia dictada por la Audiencia, ya que consideramos que se hace justicia», ha expresado a IDEAL el abogado de Miguel, Antonio Pablo Rodríguez Egea, cuyo recurso de apelación, en el que pedía que se impusiera a los asaltantes una pena más dura, ha prosperado.

«Considerábamos correcta la calificación jurídica de los hechos contenida en la sentencia que había dictado el juzgado de lo Penal, pero entendíamos que debió apreciarse la agravante de abuso de superioridad». Y así ha sido.

Un delito de lesiones, 20 meses de prisión y una sentencia firme

Miguel, como víctima, se personó en el proceso judicial contra sus dos agresores, que son al parecer tío y sobrino. Lo hizo como acusación particular y ha estado representado por el letrado Antonio Pablo Rodríguez Egea. Este recurrió la primera sentencia al entender que aquellos dos tipos debían ser castigados con una pena más dura: solicitaba los 20 meses de cárcel que finalmente la Audiencia les ha impuesto. El fallo, según el abogado de Miguel «ya es firme».

El tribunal provincial, que también rebaja un poco la indemnización (de 10.464 euros a 9.805 más el coste del pladur y del chaleco roto) avala las conclusiones del juzgador y confirma el relato de hechos probados. Pero agrava la pena al entender, como sostenía el abogado de Miguel, que actuaron con una agravante: abuso de superioridad (eran dos contra uno y, además, uno de los asaltantes bastante más grande y corpulento que la víctima).

Para la Audiencia, que ha visionado la violenta secuencia que captaron las cámaras del concesionario, ese abuso de superioridad «fluye con toda naturalidad del relato de hechos probados».Y no solo por la «fuerte complexión, gran estatura y envergadura física» de uno de los atacantes, sino también porque se aprovecharon del «factor sorpresa».

¿Pero qué motivo hubo detrás de la agresión? ¿Un robo? ¿Un ajuste de cuentas? Miguel asegura que «ninguno». La sentencia revela que los acusados alegaron un supuesto incidente previo entre un familiar suyo y Miguel, un supuesto desencuentro que llegaron a denunciar (según la víctima a posteriori y en busca de una eventual justificación). Sin embargo, Miguel fue absuelto. Aquella acusación, asegura, fue «completamente mentira».

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