Gregorio Jiménez mira sus aguacates colgados de unos árboles que ya están floreciendo. ramón l. pérez

«La huelga del transporte está afectando hasta a los árboles que están en el campo»

Gregorio, de Frutas El Cerval, cree que trabaja ya a pérdidas por un entorno económico hostil que está convirtiendo a esta campaña en la más difícil de su vida

Domingo, 27 de marzo 2022, 00:11

Gregorio duerme tres horas al día. Y a veces ni eso. «Madrugo mucho», dice. Tanto es así que le da vergüenza reconocer a la hora a la que empieza cada día. Aunque se puede estimar sabiendo que cae, rendido, entre las diez y once de ... la noche. Y tras descansar lo justo, algo le hace abrir los ojos y enmarañar su pensamiento: el camión que no sale, aquel a quien no ha podido pagar o los aguacates que siguen en el árbol... «Si te corre sangre por las venas, no puedes estar tranquilo con la situación actual», señala este agricultor, propietario de Frutas El Cerval, una de las empresas agrícolas que lidian en la costa granadina con la que ya define el sector como la campaña más difícil de la historia.

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Al encarecimiento de los costes de producción se ha sumado el de la electricidad o el gasóleo, la invasión de Rusia y ahora, como colofón final, el paro de los transportistas. Un panorama «catastrófico», en palabras de este empresario de 56 años que ha empezado a beber café a estas alturas obligado por las circunstancias. Para demostrarlo enseña una cafetera que tiene escondida en su oficina, desde donde cuenta que lo suyo como empresario fue un «accidente». Empezó desde abajo y tras varias décadas de trabajo incansable en el campo montó una comercializadora.

«La situación es catastrófica. Si te corre sangre por las venas, no puedes estar tranquilo con las cosas como están»

Y mal no le ha ido. Frutas El Cerval, nombre que hace alusión al lugar donde se crió, recibe la fruta del campo, la clasifica y la vende a mayoristas, que distribuyen sus aguacates, nísperos, chirimoyas o mangos a lo largo y ancho del país e incluso de Europa. «Hay aguacates míos hasta en los colegios de París», dice Gregorio. Según explica este hombre, en condiciones normales venden unos seis millones de kilos de fruta al año. Ellos producen alrededor del 40% y, el resto, la compran a otros productores, cooperativas o pequeños agricultores que les suministran producto durante una temporada que se prolonga de septiembre a finales de mayo.

«Son nueve meses, exactamente como un embarazo», bromea Gregorio, que aún le quedan ganas para colar algún que otro chiste aunque sospeche que está trabajando a pérdidas.

El campo sufre

Su nevera y almacenes están llenos de productos sin vender. Aunque sería peor si no fuera porque han dejado de recolectar lo que hay en el campo viendo lo que estaba ocurriendo en las carreteras de este país. ¿Para qué cogerlo si no se puede distribuir? Y así están los aguacates, colgados de las ramas de los árboles conviviendo con los primeros brotes de la floración, lo que causará más problemas, en este caso, para la próxima temporada, pues una floración débil es sinónimo de menos producción.

Gregorio explica que a estas alturas en el campo solo debería haber entre un 8% y un 10% de la producción, y en cambio, queda un 40%, lo que es muchísimo, cuenta. «La huelga de transportes está afectando hasta a los árboles, con lo a gusto que están en el campo», lamenta este hombre, que en las dos últimas semanas calcula que lleva (mal) vendidos unos 20.000 kilos, cuando lo normal es que saque al mercado alrededor de 70.000 kilos semanales. A pesar de las pérdidas, en su empresa se alinean con las protestas del colectivo transportista por motivos evidentes.

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«Apoyamos al transporte porque es inviable que trabajen a esos precios y porque nosotros también consumimos gasolina»

En su empresa también están lidiando con unos gastos desproporcionados derivados del encarecimiento de la energía y los combustibles. Indica que la campaña empezó mal desde el principio. La subida de precios que soporta es de alrededor de un 40%, aunque todo está yendo a peor. «Si antes pagaba de luz unos 1.100 euros en el almacén, la última factura ha sido de 3.300. De gasoil gasto unos 2.000 litros a la semana. Cuando empezó la campaña lo pagaba a 1,10 euros el litro, mientras que ahora lo estoy pagando a 1,80. El cartón de las cajas habrá subido un 40%. Todo está por las nubes, hasta las pegatinas que llevan las cajas de fruta: si antes pagaba un millón de ellas a 90 euros, hoy me salen a 400», cuenta Gregorio, que escupe cifras como una calculadora.

Gregorio en una nevera de su almacén rodeado de cajas de fruta a las que no le puede dar salida. Ramón l. pérez

Pero el problema ya no es que le hayan subido todos los costes de producción, es que los precios a los que comercializa la fruta también han bajado. Alrededor de un 25% de media, algo que tiene una explicación. Pues todo el mundo está sufriendo este encarecimiento de la vida, lo que provoca que la demanda caiga y la consecuencia sea la bajada generalizada de precios.

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No es personal, solo la ley de la oferta y la demanda. La clave de bóveda de una situación nefasta para la cadena alimentaria. Frutas El Cerval solo es un ejemplo de lo que está pasando. Esta empresa mueve mucho dinero, lo que repercute en la economía de un territorio que será más pobre si, como está pensando Gregorio, la mercantil reduce su volumen de negocio. El empresario aún desconoce cómo acabará la campaña, pero sospecha que tendrá que «hacer algo» porque sabe «que a menos volumen, menos pérdidas». De su empresa depende directamente el porvenir de 40 familias, pero indirectamente muchas decenas más. Le preocupa sobre todo los que vengan tras él, la generación que tiene que abrirse paso. «Yo tengo ya la barba blanca, pero ¿y qué pasa con los que vienen? ¿Cómo podrán sobrevivir en estas condiciones? Ya te lo digo yo: no podrán», avisa.

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