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Miguel Delibes de Castro
Inés Gallastegui
Granada
Miércoles, 2 de abril 2025, 00:35
Miguel Delibes de Castro (Valladolid, 1947) presenta el lunes 7 de abril a las 19.00 horas en la Biblioteca de Andalucía su libro 'Gracias ... a la vida. La naturaleza indispensable' (Ed. Destino 2024), dentro del ciclo Libros para las Montañas, que organizan la Junta de Andalucía, la Fundación Unicaja y el Club de Montaña Mulhacén. Director de la Estación Biológica de Doñana y después presidente de su Consejo de Participación, el hijo mayor del autor de 'Los santos inocentes' saldó con este libro una vieja deuda con su padre: cuando escribían a cuatro manos 'La tierra herida', se dio cuenta que el escritor, un apasionado de la naturaleza, no creía que la pérdida de biodiversidad fuera tan grave y se propuso convencerle –a él y a otros– de lo contrario. Durante la pandemia, más desocupado de sus quehaceres, se puso a ello y plasmó en 'Gracias a la vida' la importancia de distintas especies animales en la supervivencia de la humanidad.
–¿Por qué los expertos no han logrado transmitir la trágica merma de la riqueza biológica en el planeta, incluso a personas con sensibilidad medioambiental?
–Probablemente porque es difícil. Estamos preparados para percibir y valorar fenómenos que ocurren a nuestra escala en el espacio y el tiempo, lo que llamamos el sentido común. Imaginar que millones de microbios forman parte de nosotros y nos ayudan a vivir, o que hacen falta lombrices para fabricar el suelo fértil, o que sin árboles no podríamos respirar, desafía nuestras percepciones. Salvando las distancias, es tan ajeno al sentido común como que sea la Tierra la que da vueltas alrededor del sol, cuando los ojos nos indican lo contrario.
–Dedica capítulos a animales considerados poco atractivos, como los escarabajos o los murciélagos. ¿Por qué? ¿Algún otro ejemplo de especies poco queridas que presten a la humanidad un servicio fundamental y poco conocido?
–Ya he nombrado algunas: los microbios, las lombrices, las malas hierbas, el plancton, los buitres, los murciélagos, los zorros…
–Escribió el libro durante la pandemia, que nos mostró la interrelación del hombre con otros animales y nuestra vulnerabilidad como especie.
–Demuestra nuestra vulnerabilidad y también, sobre todo, nuestra fuerza, que es la pertenencia a una naturaleza bien conservada. Somos fuertes porque la naturaleza lo es, y seremos fuertes mientras ella lo sea.
–También ha intentado traducir a dinero el valor o la utilidad de algunas especies. ¿Cuál es su conclusión?
–Bueno, en el libro digo que no debemos caer en esa trampa, aunque convenga recurrir a ella en una sociedad que valora sobre todo el dinero. Lo cierto es que sin los restantes seres vivos no podríamos vivir, y eso no hay cómo pagarlo: no tenemos dinero suficiente.
–Aunque el tono del libro es positivo desde el título, usted considera que la humanidad es una plaga. ¿No tenemos remedio? ¿Lo mejor para el planeta es que desaparezcamos?
–Técnicamente una plaga es una especie o población que crece desmesuradamente porque logra escapar de los factores que la controlan. Desde ese punto de vista somos una plaga 'de libro'. Pero tenemos remedio, claro que sí, porque somos conscientes del problema y deberíamos ser capaces de autocontrolarnos. En cuanto al planeta, ni siente ni padece, ha pasado por muchas fases (sin oxígeno, con oxígeno, con calor, con frío…) y le da igual.
–¿Es usted decrecentista?
–Parece que ese término tiene mala prensa. Evidentemente, debemos decrecer el consumo de recursos y la producción de residuos, pero podemos crecer en bienestar, alegría, disfrute. Hace ya muchos años el filósofo Mario Bunge dijo que el desarrollo no debería medirse en riqueza, sino en felicidad.
–Colaboró en sus inicios con Félix Rodríguez de la Fuente, que cambió la forma de mirar la naturaleza de varias generaciones. No existe una figura similar para la gente más joven: a pesar del poder de las redes sociales, no parece que haya muchos 'influencers' de la biodiversidad...
–Probablemente hay tantas posibilidades y vías de comunicación y pseudo-comunicación que hoy día resulte imposible una figura como Rodríguez de la Fuente. Creo que en los últimos 50 años, como sociedad, nos hemos alejado de la naturaleza y nos sentimos, erróneamente, menos dependientes de ella.
–El verano pasado dejó el Consejo de Participación de Doñana. ¿Por qué?
–Llevaba once años que me habían supuesto mucho desgaste, especialmente los últimos. Cuando se alcanzó un acuerdo entre el Ministerio para la Transición Ecológica y la Junta de Andalucía orientado a la reducción de la extracción de agua subterránea en la comarca de Doñana pensé que era un buen momento para retirarme.
–Hace unos días leí que las últimas lluvias han hecho 'resucitar' Doñana. ¿Es un espejismo? ¿Somos muy superficiales al considerar que unos días de agua pueden revertir una tendencia de décadas de sobreexplotación, de cambio climático, de abuso de los pesticidas, de urbanismo irrespetuoso...?
–Precisamente vuelvo ahora de Doñana, que está espectacular. Pero tras casi 300 litros de agua caídos en tres semanas yo pensaba que las arenas iban a estar empapadas, y en el camino apenas había charcos: se lo ha tragado todo. La marisma está inundada, pero los acuíferos solo se han recuperado un poquito. Necesitamos que llueva, pero también que no se extraiga del subsuelo más agua de la que recibe.
–Ha vivido muchos años en Sevilla. ¿Conoce bien Sierra Nevada y otros parajes de Granada?
–Conozco Granada, del mar a la montaña, pero no tanto como debería ni, por supuesto, tan bien como ustedes.
–Granada forma parte del programa de recuperación del lince ibérico. Las buenas noticias se combinan con la de muertes de ejemplares liberados. Como experto, ¿cree que en algún momento podremos hablar del lince como una especie sin riesgo?
–Es difícil asegurarlo, pues depende de muchas cosas que pueden cambiar. Ahora mismo el lince goza de buena imagen y se destinan bastantes recursos a su recuperación. Si eso cambia en algún momento, volverá a estar en peligro. Ahora mismo se considera una especie 'vulnerable', adjetivo que le va muy bien a su situación.
Tras la jornada de inauguración a cargo de Miguel Delibes de Castro, presentado por Javier Sánchez, el próximo lunes, el ciclo Libros para las Montañas continuará el 21 de abril con el naturalista y divulgador Joaquín Araujo, con una charla titulada 'Pastorear horizontes' en la que hablará de varias de sus últimas obras, acompañado por el profesor de la Universidad de Granada Rafael Hernández del Águila. El día 28 el periodista, alpinista y explorador Sebastián Álvaro hablará de su obra 'Mis montañas. Toda una vida al filo de lo imposible' (Ed. Anaya), en la que el director del mítico programa televisivo de aventuras narra algunas de sus expediciones más queridas. Lo hará acompañado de Concha Alfaro, representante del Club de Montaña Mulhacén y coorganizadora del ciclo, junto al catedrático emérito de Historia Manuel Titos, que será el encargado de cerrar la actividad el día 12 de mayo con 'Poesías (y canciones) para Sierra Nevada y la Alpujarra' (Ed. Comares), presentado por Alberto Fernández, de Fundación Unicaja. El historiador se centrará en algunas de las obras musicales más curiosas dedicadas al macizo penibético a lo largo de la historia, con curiosidades como canciones populares alpujarreñas, romanzas de zarzuela o composiciones de autores rusos que podrán escucharse en la Biblioteca de Andalucía.
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