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Viernes, 18.30 horas. Veinticinco valencianos esperan noticias desde la habitación de su hotel, en Granada. La Junta de Andalucía acaba de imponer una serie de medidas restrictivas entre las que hay una en particular que les afecta de lleno: «El número máximo de participantes en celebraciones nupciales será de treinta personas». Treinta. Al principio, los mensajes se cruzan como si acabaran de esquivar una bala en mitad de la refriega. «¿Esto se aplicará a partir del lunes, como siempre, no?», se preguntan. Pero no. Las medidas se aplican desde hoy, 17 de octubre, el día de la boda de David (Algemesí, Valencia, 1984) y María José (Granada, 1985).
«Imagínate cómo estamos. A doce horas de que empiece la boda nos la cancelan». David está derrumbado. Lleva un par de horas al teléfono, desquiciado, atendiendo a amigos y familiares, intentando buscar una solución al embrollo en el que se ha convertido su boda. «Acabo de colgar a unos amigos de Barcelona que me decían ¿qué hacemos, subimos al avión o no?». David y María José, traumatólogo y farmacéutica, se casaban en el Restaurante Caballo Blanco, rodeados de 130 invitados. «Mi familia de Valencia ya está aquí, en Granada. Son veinticinco personas. Y tenemos amigos de fuera. ¡Es que no piensan en las personas! –lamenta, con la voz en un puño– No entiendo cómo la Junta avisa con tan poca antelación».
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David considera que la actuación de la Junta es de una «hipocresía brutal» porque «han aplicado todas las restricciones pero no lo llaman confinamiento, que es lo que es». Y añade: «Las medidas de los estudiantes se anunciaron dos días antes. ¿Por qué estas no? ¡De hoy para mañana!». Los abogados del Caballo Blanco les han dicho que es algo «que no se puede recurrir», aunque están buscando la manera de salvar la celebración: «El Caballo Blanco tiene un cortijo en Jaén y la idea es trasladar la celebración allí. A ver qué pasa».
Viernes, 19.30 horas. La voz de David ha cambiado radicalmente. Está contento: «Que sí, que nos casamos», exhala sonriente. «Nos dice el abogado que la ley pone que a la ceremonia no pueden ir más de treinta personas. Eso no tiene remedio. Pero el convite se puede celebrar». El lugar, al ser amplio, permite mantener la distancia de seguridad exigida y el aforo de 130 personas no alcanza al 50% de su capacidad total. Así que, aleluya, no hay problema. «No nos tendremos que ir a Jaén», resopla el novio.
Viernes, 20.44 horas. «Parece que no hay boda». David está nervioso. Para asegurarse de que no habría ningún problema han llamado a la Subdelegación del Gobierno y les han dicho que no, que no pueden celebrarla. «Que no se nos ocurra celebrar la boda, dicen. Que si lo hacemos nos mandan a la policía y se nos cae el pelo. ¿Se puede prohibir la boda aunque la ley no ponga eso? ¡No se puede ir de shérif y aplicar la ley que quieras».
Viernes, 21.45 horas. «Nos vamos al juzgado de guardia», escribe David en un whatsapp. Los abogados consideran que el BOJA no dice en ningún caso que sea ilegal hacer el convite si se respetan las medidas, así que esperan que un juez les dé un papel que así lo exprese, por si, efectivamente, se presenta la policía durante la celebración. «Si nos vamos a Jaén hay gente que no podría venir».
Viernes, 23.00 horas. El juzgado no puede hacer nada y se llevan la boda a Jaén. «Por mucho que la ley no diga que el convite es ilegal, no nos la podemos jugar», termina David, agotado, acordándose del resto de parejas que, como ellos, no olvidaran este día.
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