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Sergio González Hueso
Granada
Lunes, 29 de agosto 2022, 00:11
Son las ocho de la mañana. A Mercagranada llega un camión con dirección al Banco de Alimentos, donde ya hay casi una decena de personas ... con el archireconocible chaleco reflectante. Son voluntarios, y están preparados en el muelle de la entidad para ir descargando las frutas que una empresa catalana les ha mandado de manera completamente altruista para distribuirlas entre los más vulnerables.
Es martes, día de reparto. En pocos minutos llegarán las furgonetas de las entidades e instituciones que trabajan con la oenegé, unas 300, que necesitan kilos y kilos de comida para paliar las necesidades básicas de muchas familias que depende de ellos para alimentarse.
El camión hace su entrada. Trae uvas, pero desafortunadamente no hay tantas como las que se esperaban. Viene prácticamente vacío. «Son solo siete palés», dice uno de los voluntarios con resignación. Para hacerse una idea, lo normal es recibir unos 25. Pero eso era antes de julio, cuando se funcionaba con normalidad. Hoy la situación es otra, y no es precisamente mejor. Todo lo contrario: «Desde el mes pasado estamos notando una dificultad enorme para conseguir algunos productos, sobre todo los frescos, los que más nos demandan ahora», señala el presidente del Banco de Alimentos de Granada, Indalecio García Sánchez.
Mientras los voluntarios descargan las uvas y empiezan a llegar algunas asociaciones para llevárselas, el presidente del Banco granadino traslada a IDEAL su preocupación. «La semana pasada esperábamos cuatro camiones y nos llegó medio. Esta semana estaban previstos tres y de momento ya nos han confirmado que uno no viene. Otro aún los estamos esperándolo, pero ya sabemos que vendrá con la mitad de productos; y el único que ha llegado ha venido solo con siete palés», cuenta García. En el Banco granadino calculan que las donaciones de productos frescos han caído a la mitad desde el pasado julio. Y lo achacan a la incertidumbre económica que está provocando la crisis de los precios. «Es verdad que es verano y suele llegar algo menos, pero nunca había sido como este año. Nos dicen que en septiembre mandarán más, pero no estamos muy seguros, pues según dice todo el mundo las circunstancias económicas van a ir a peor», explica el presidente de la entidad.
Aunque tradicionalmente el producto imperecedero es el que se asocia más a esta institución, lo cierto es que los 'frescos': la verdura y las frutas son los únicos alimentos que se distribuyen cada semana, independientemente de la temporada del año que sea. El Banco nunca cierra. Reparte alrededor de medio millón de kilos de alimento al mes, unos 100.000 a la semana, de los que buena parte son frutas y hortalizas que reciben de muchas empresas y asociaciones agrícolas. Es el excedente de la producción, aquellas piezas que por tamaño o estética ya no tienen cabida en el mercado. El problema es que las tensiones en la cadena alimentaria son cada vez más evidentes, y las empresas ya lo aprovechan más, lo que está afectando a las donaciones. García recuerda que el verano pasado, sin ir más lejos, llegaron a contar hasta 16 variedades de fruta y hortaliza de una «calidad excepcional». Sin embargo, si cuenta ahora no le salen ni la mitad. La calidad sigue siendo la misma, pero las neveras de verduras están vacías.
Indalecio García abre uno de los gigantes refrigerados donde conservan estos productos frescos hasta que son distribuidos. Hay literalmente cuatro cajas. Con pepinos, tomates y calabacines. Algo que no es normal. De fruta está llegando algo más, pero tampoco lo suficiente. Y lo demás se compensa con lo que se puede comprar con los fondos propios del Banco, algo que también se está poniendo muy complicado con el alza de precios.
En algunos productos hasta se ha triplicado, alertan, lo que evidentemente reduce el margen de maniobra de la oenegé, ya de por sí muy limitado. Pero el problema es mayor, pues esta escalada de precios está empezando a golpear también a las familias más vulnerables, lo que repercute ya en la demanda de comida por parte de los asociados de la entidad.
Mariano es voluntario de la asociación Asocín, de Maracena. Cuenta que en el programa de reparto tienen como demandantes a 587 personas, cuando hace unos meses eran unos 300. «Hay más gente, y ahora por estas circunstancias estamos recibiendo menos. Pues habrá que ingeniárselas», señala este hombre, que da voz a lo que está pasando. Pues esta problemática no es única. García informa de que el problema con la inflación está arrastrando a muchas familias a lo hondo del pozo. «Nuestra media de beneficiarios suele ser una 39.500, pero en con la crisis del coronavirus llegamos a tener 50.000. Ahora que habíamos logrado reducir las cifras a los tiempos prepandemia, estamos empezando a registrar un repunte que verdaderamente nos inquieta», avisa el presidente del Banco de Alimentos de Granada, que recuerda que ellos están en primera línea. Son los que custodian un termómetro social al que ya se mira con mucha preocupación.
El encarecimiento de la energía es una losa para cualquier ciudadano, pero lo es más aún para entidades como el Banco de Alimentos, obligado por su actividad a mantener en funcionamiento grandes refrigeradores donde conservan el stock de productos que les son donados. El presidente del Banco granadino, Indalecio García, cuenta que el camino empieza a hacerse cuesta arriba, entre otras cosas, por las enormes facturas que tienen que hacer frente ahora. «Para que te hagas una idea, hemos pasado de 700 euros, a 2.300, como después de verano esto no descienda vamos a pasar muchas dificultades», cuenta García, que recuerda que ellos se autofinancian prácticamente gracias a las actividades paralelas que hacen. «Nuestro presupuesto de partida que es 'cero'. No tenemos ninguna subvención fija, solo aportaciones puntuales, lo que supone mucha. Así que estas facturas, si siguen así, solo son sostenible cerrando», avisa.
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