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José Antonio Muñoz
Granada
Lunes, 2 de mayo 2022, 00:02
Hay quien dice que el romanticismo, entendido este como la realización de actos que a veces, a simple vista, pudieran parecer excesivos para demostrar la devoción por la persona amada, ha muerto. Pero no es así. Más allá de las mayoritariamente horteras y excesivas despedidas de soltero, donde los elefantiásicos excesos –de los coches, de las 'melopeas', de los atuendos ridículos– son los que mandan, existe aún una forma distinta de entender el matrimonio y el compromiso, no como una condena, sino como una puerta a la esperanza,
En la mañana de ayer, domingo, además de la manifestación por el Día del Trabajo, que se desarrollaba en Puerta Real, hubo otra manifestación, pero de amor, en mitad de la calle Ángel Ganivet. Ya pocos metros de donde se amenazaba con hacer estallar una bomba –falsa alarma, afortunadamente– estalló una lluvia de pétalos de flores. El motivo fue una original pedida de mano, que en lugar de desarrollarse en la intimidad, tuvo lugar a la vista de todos, con música góspel, una pancarta descolgada desde un primer piso, y fotógrafos y cámaras inmortalizando el momento.
Los protagonistas fueron Manuel Álvarez e Isabel Martín. Manuel llevaba varias noches sin dormir, deseando que llegara el domingo 1 de mayo, para que todo sucediera y escuchar ese «sí, quiero» de labios de su amada. Sin embargo, para entender lo ocurrido en la mañana de ayer hay que remontarse al pasado día 28 de diciembre, en una cena con amigos en un bar de esa misma calle donde sucedió –felizmente– todo. «Mis amigos me dijeron que tenía que organizar algo muy especial para pedirle la mano a Isa. Ya mí me gustan los retos, así que desde entonces, con la inestimable ayuda de algunos de ellos, me puse manos a la obra. Quería que fuera algo único», comenta.
Desde el momento en que decidió poner en marcha su plan, ha mantenido, siempre en absoluto secreto, reuniones mensuales con ese 'comando del amor' ocupado en que nada fallara. Yluego, como si de una película con final 'Made in Hollywood' se tratara, todas las circunstancias se pusieron a su favor. Su amiga María del Mar Muros es una de las integrantes de ese comando, y mientras empezaba o no el asunto, tan nerviosa como Manuel, que se acercaba de la mano de una desprevenida Isabel, hablaba de la suerte que habían tenido:«Esta calle está habitualmente llena de coches. No contábamos con que la iban a cortar por la manifestación del día 1 de mayo. Ni haciéndolo a cosa hecha habría salido mejor».
La hora de la cita era la una y media de la tarde. Manuel había convencido a Isabel para salir a dar una vuelta y disfrutar de la excelente temperatura –25 grados, que también es suerte, con el frío que hemos pasado días atrás– con que el domingo había bendecido a Granada. Fue verdad una vez más aquel refrán castizo que dice: «No hay domingo sin sol, ni mocita sin amor». El caso es que Isabel, que no se olía la tostada ni de lejos, no se percató de que el coro Gospel Sounds Granada –le encanta este estilo musical– se había emboscado en la cercana calle Gozo, pero sí de que a la altura de la confluencia entre Ganivet y Almona del Campillo, ante sus ojos empezó a desplegarse una pancarta con forma de estandarte, que en letras negras sobre fondo blanco mostraba bien a las claras las intenciones de quien es su pareja desde hace una década.
Sin darle tiempo a reponerse de la primera sorpresa, de entre los soportales salió una cantante del coro que, primero en solitario, acompañada por tan solo una guitarra, comenzó a entonar la primera estrofa de 'Stand by me', el clásico de Ben E. King que todos recordamos por la emblemática película homónima. Poco a poco, el resto de los miembros del conjunto, rigurosamente uniformados a pesar del bochorno, se unieron a la fiesta. Entretanto, Manuel se arrodilló frente a Isabel y le mostró el anillo con el que quería simbolizar su compromiso eterno con ella, al mismo tiempo que reproducía la frase escrita en la pancarta:«Isa, ¿quieres casarte conmigo?». Y ella, como no podía ser de otra manera, dijo «sí, quiero». En ese momento, el coro entonó otro clásico del gospel, el 'Oh, happy day' de Phillip Doddridge. Y la fiesta fue completa.
Manuel no lo tuvo fácil para conseguir que Isa empezara a salir con él. «Me tuvo tres años esperando», dice sonriendo, «pero al final se apiadó de mí». Llevan tiempo deseando casarse, pero las circunstancias económicas no han ayudado. Ella trabaja en una conocida cadena de joyerías granadina mientras prepara oposiciones, y él es autónomo. «Isa es la mujer más maravillosa del mundo. No conoce la maldad y es la mejor compañera de vida que podría tener», dice Manuel. Isa le mira y le sonríe. Pronto pasarán por el altar. Viva el amor.
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