Fue Juan de Loxa –inventor de palabras – el primero en crear la de 'jondismo' para referirse a la esencia del arte gitano-andaluz en su parte de proyección etérea e impalpable, de tal manera que este se encuentra impregnado en cualquier otra actividad artística cuya ... puesta en escena nos conduzca por el camino que sea a lo más profundo del flamenco, sin necesidad de sesudos estudios previos. Y lo que es peor, sin que ningún flamencólogo –filósofo en prácticas como becario en verano– venga a ilustrarnos de manera dogmática para sentar cátedra en los alrededores de la ignorancia. Es tal la fuerza del flamenco como expresión artística ancestral, que es muy difícil que el resto de las artes no sean salpicadas, al menos una vez en la vida, por los rayos de influencia de un quejío, una falseta o una escobilla. La transformación que sufren los artistas flamencos a la hora de interpretar su arte es tal que la propia Tía Anica 'La Piriñaca' confesó en alguna ocasión que, cuando cantaba por siguirillas, la boca le sabía a sangre. Esto no ocurre cuando se aborda ningún otro arte. Es por eso que la influencia del flamenco ha trascendido, inspirando a multitud de creadores en muy distintas facetas que van desde la música clásica, el ballet, la pintura, el cine, la escultura, la literatura, el jazz, el teatro o el humor.
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La decana de las peñas flamencas de cuantas hay en el mundo está en Granada, en el corazón del Albayzín, en la placeta de Toqueros. Por su salón del cante grande han pasado a lo largo de su historia todas y cada una de las figuras del jondismo. Es, además, escuela de aprendizaje permanente para jóvenes valores. Por su pasado y presente es referencia obligada para todos aquellos que quieran tener un conocimiento ajustado a la realidad de la importancia del flamenco. Y también de la posición hegemónica de Granada como aporte insustituible y propio, sin cuyo concurso el arte flamenco no estaría completo, pues en esta tierra se dan singularidades cuya aportación no se encuentra en otros territorios donde confluye el flamenco.
Para comprender cuanto digo, yo recomiendo una visita a la parte más oculta de la Peña de La Platería, a la que se mantiene en la sombra, pero que constituye el corpus, el tuétano, la quinta esencia de la historia y antropología del flamenco puro y nuestro. En la primera planta del carmen se guardan tesoros históricos para entender el orbe flamenco. Y estos pueden ir desde una guitarra, a poderosos documentos escritos de su rico archivo, a discos de pizarra, gramófonos de la época, libros imprescindibles que rezuman flamencura, fotos únicas, carteles artísticos, cuadros importantes y dos colecciones que son la joya de la corona: una de Belda y otra de Paco.
Una de las joyas de la corona que conservan los plateros en su carmen es la colección de caricaturas del granadino Carlos Belda, toda una serie de personajes del flamenco totalmente reconocibles por su rostro, que, además, cuentan con la originalidad de estar vestidos con las ropas adecuadas. El tejido de su indumentaria forma parte de la creación de un Belda, que siempre brilló en el mundo de la caricatura. Fue el único de los hermanos que se especializó en tan difícil arte.
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El dibujante Paco Martín Morales fue un artista completo y, aunque sus biógrafos se empeñan en resaltar únicamente su compromiso como azote de políticos y defensor de los desfavorecidos, que también, siempre tuvo una especial sensibilidad para adentrarse desde la ingenuidad a los soportes más exquisitos, logrando cotas de brillantez, nunca alcanzadas en el humor gráfico. Recuerdo sus incursiones relacionadas con el espacio y los astronautas, las del deporte y, en especial, el Granada de su amigo Luis Oruezábal. Famosos son sus carteles de las fiestas alpujarreñas de todo tipo, caso de las relacionadas con los trovos o la matanza del cerdo y sus derivados. Pero, en mi opinión, donde Paco Martín Morales sorprende a todos por su simpleza de humor blanco, solo al alcance de los elegidos como era su caso, es en esa colección –tan desconocida– que cuelga de las paredes de la Peña de La Platería y está dedicada en cuerpo y alma a la práctica del flamenco. Es en estos dibujos donde Martín Morales se despoja de la acidez en su crítica política para abordar un mundo hasta entonces no practicado por él. Lo hace con la inocencia y el respeto de quien se siente atraído por el arte jondo y es capaz de arrancarte una sonrisa que no llega a la carcajada. Y eso es lo más difícil de lograr en el flamenco.
El respeto con el que alguien tan mordaz y satírico se despoja de sus herramientas habituales para enfrentarse, desnudo y desarmado, al arte gitano-andaluz es de una generosidad artística y una entrega encomiables. Esta valiosísima colección de dibujos humorísticos en torno al flamenco constituye la muestra palpable de la grandeza creativa de Paco Martín Morales, que, con sus lápices, tintas y acuarelas, puso toda su sabiduría y rica técnica al servicio del jondismo, creando una obra única, poco o nada difundida, pero que espera en el corazón del Albayzín a todo aquel que quiera admirarla, sobre todo, porque la trayectoria de Martín Morales quedaría empobrecida si solo la circunscribimos al azote político, porque tuvo incursiones importantísimas en otros géneros, como es el caso, que no deben caer en saco roto y, mucho menos, en el olvido. Paco fue seguramente el Quevedo gráfico de nuestro siglo, o sea, único e irrepetible.
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