Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Nos recuerdo a los dos, adolescentes, apoyados en el capó de un coche, con una bolsa de pipas y varios tico-ticos de sandía. «Te digo que es una pipa mutante, como las tortugas ninja». «No, pero qué dices. ¿Una pipa? ¡Es una sandía!». La ... criatura, desproporcionada y sonriente, estaba pintada en la persiana de la Frutería Escudero, en la esquina de Pedro Antonio con Manuel de Falla. Nos parecía tan fea que tardamos poco en cogerle cariño. La conversación se repitió a lo largo de los años, en los momentos más extraños. Siempre que la veíamos, nos preguntábamos qué era en realidad. La última vez fue hace demasiado tiempo, al terminar una fiesta –un botellón en el piso de Jeff–. «Mira la pipa mutante». «¡Que es una sandía!».
Esta semana pasé con mis hijos por la puerta de la frutería y se quedaron embobados con la mascota, vilmente pintarrajeada por los años. «¿Qué es eso, papá?». La pregunta me conmovió tanto como el final de Cinema Paradiso. «Es muy fea... pero también es bonita», concluyeron ambos. Antes de seguir el paseo, me fijé en que habían puesto un cartel junto a la persiana de la frutería: «Se vende por jubilación». Y, por lo que sea, me dolió.
La Frutería Escudero es preciosa. Un comercio tradicional que parece una pintura viva, una algarabía de colores. Las frutas y las verduras, primorosamente ordenadas en sus cestas, están acompañadas por cuadros y carretillas antiguas que bien podrían estar en un museo. Manuel Escudero empezó a trabajar en el negocio con 10 años, ayudando a su padre. Luego se casó con Juanamari Lozano y ambos abrieron la tienda en el 11 de Pedro Antonio, en 1986. «Después de 50 años trabajando, en algún momento hay que parar. Y mejor parar tú a que te pare un entierro».
La jubilación depende de que vendan la tienda. «Hay gente que quiere el local. Y gente que quiere el negocio. Sea como sea, no la vamos a malbaratar». Tienen dos hijas, una da clase y otra es asesora. Y tres nietos: una recién nacida, otro de tres años y una que ya pasa las 12 velas. «A nosotros esto nos ha gustado de toda la vida, pero comprendemos que levantarse a las cuatro de la mañana para ir al mercado es muy sacrificado». La pena, cuentan, es que cada vez es más difícil ver negocios pequeños y tradicionales como el suyo, algo que echaran de menos. «Nuestra lucha ha sido mantener la frutería clásica, que no vieja».
En el barrio les dicen que se esperen, que con el enorme bloque de pisos que están haciendo en Manuel de Falla seguro que vienen más clientes. «Pero la vida no espera –resoplan–. Esos clientes serán para otros, los nuestros, la mayoría, ya se fueron».
Las bolsas de plástico están decoradas con la mascota de la persiana. Les cuento que llevamos años preguntándonos qué es y que, al ver que se jubilan, tenía que saberlo. «Verás», ríen. «Resulta que los primeros kiwis que vinieron de Nueva Zelanda, hace muchos años, venían con un logotipo más o menos parecido. Mi hermana pequeña –son once hermanos, por cierto–, Yolanda, interpretó el dibujo y diseñó el logotipo. Nos pareció tan original que nos lo quedamos».
No era una pipa. Ni una sandía. Era un kiwi. ¿Y tiene nombre? «Nunca lo bautizamos, pero siempre le decimos el kiwito. Así que supongo que es ese: Kiwito». Ambos miran a Kiwito en silencio y parece como si una larga y hermosa película se proyectara sobre sus ojos. «Hay diseños más modernos y quizás más bonitos... pero a nosotros nos gusta este. Es el nuestro y no lo cambiaríamos por nada».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.