

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Chaqueta negra, jersey negro, botas negras y gafas de sol. El tipo parece una sombra que se desprendió del grafiti, como en Peter Pan. La ... primera vez pienso que está bailando con los cascos puestos, sin importarle un carajo si arde o no el mundo. Sin embargo, hay un destello. Pauso el vídeo y desplazo el tiempo hacia atrás. Le vuelvo a ver estirar los brazos y las piernas y allí, en la punta de los dedos, descubro el brillo. Regreso otra vez al principio del vídeo, planto el índice y el pulgar en la pantalla del móvil y los separo poco a poco para acercarme más a él, hasta que la imagen se convierte en un amasijo de píxeles gordos. El tipo, no hay duda, sostiene una espada con un cordel rojo. Y la maneja con una fluidez hipnótica. Joder, resoplo, hay un samurái underground en el viejo botellódromo.
«Te dije que ibas a flipar». Desde que Dani me mandó el vídeo, vivo obsesionado con el samurái del botellódromo. «Dicen que va los fines de semana, temprano, cuando no hay nadie, para hacer las katas». Las katas son secuencias de movimientos precisos que sirven para mejorar y perfeccionar la técnica con la espada. Es decir, que es un entrenamiento, un deporte, como el que practica tiros libres en la canasta o el que corre por la ruta del colesterol. Mi memoria es mía, pero también del cine y la literatura. Así que era inevitable que terminara poniéndole nombre al samurái granadino: Forest Whitaker.
En 1999, Jim Jarmush dirigió 'Ghost Dog, el camino del samurái'. Ghost Dog, el perro fantasma (interpretado, claro, por el señor Whitaker), era un sicario amante del hip-hop que vivía bajo las férreas normas del camino del samurái. Todas las mañanas, en la terraza de su casa, limpiaba su mente mientras hacía katas. Aunque hayan pasado 26 años, un hombre con rastas y ropa ancha manejando una espada entre palomas, en mitad de la ciudad, creó una imagen poderosa, anacrónica e inolvidable. Una imagen como la del Whitaker del botellódromo.
He ido varios sábados y domingos, bien pronto, pero nunca lo encontré. Una mañana charlé con un vecino que saca el perro por allí y me dijo que él lo vio una vez. «Esa espada no es peligrosa, no te preocupes», intentó calmarme. Pero yo no estaba nervioso ni temía por la vida de nadie, lo que quería –y quiero– es conocer a Whitaker y que me cuente su vida. Alguien que se viste como el Neo de 'Matrix' a las ocho de la mañana para practicar con la espada en el botellódromo de Granada seguro que guarda una buena historia.
–Se ve que no hace falta botellón para que haya gente rara –me dice el hombre de perro.
–A mí me gusta la gente rara.
–Ya, bueno –tuerce el gesto y guarda silencio unos segundos;entonces, retoma la conversación–. Por lo menos ya no le temo a que llegue la primavera. Uf, la fiesta de la primavera, aquello sí que era un dolor...
En la película 'Ghost Dog' se habla de un famosísimo cuento japonés que ha inspirado grandes películas y libros: 'Rashomon'. Rashomon era una de las dos puertas de entrada a Kioto, la más grande. Ocho metros de altura por treinta y dos de ancho. Se construyó en el año 789 y, dicen, era un lugar hermoso, evocador y cargado de significado. Al atravesarla, uno se sentía dueño del tiempo, capaz de lograr lo imposible. Trescientos años después, con tropecientas guerras en medio, la puerta estaba tan deteriorada que los japoneses tiraban allí cadáveres e, incluso, abandonaban a los bebés indeseados. Era un lugar infesto y desagradable. La Fiesta de la Primavera fue Rashomon.
Celebrar la primavera en el Paseo de los Tristes, bajo un sol luminoso y rodeado de amigos, era un privilegio de Granada, la fiesta más bonita del año. No creo que nadie de los que allí brindara crea hoy que sea buena idea organizar una quedada así a los pies de la Alhambra. Sería un desastre. No hay más que recordar lo que pasó después: Tuenti, las redes sociales, lo viral, los autobuses que venían de toda España para beber y mear y cortar las calles... Comparen las primeras fotografías en el Paseo de los Tristes con las últimas en el botellódromo. Eso, Rashomon.
El botellódromo ya no existe, aunque si buscan la zona en Google Maps se sigue llamando así:'Antiguo botellódromo'. Supongo que hay huellas imborrables. Ahora hay pistas deportivas, a la orilla de la calle María Moliner, la del diccionario, la que buscaba el significado más hondo de las palabras, la misma María Moliner que protagoniza la última novela de Andrés Neuman:'Hasta que empieza a brillar'. Brillar así, como el filo de la espada del samurái.
¿Sería el samurái del botellódromo uno de los asistentes de la Fiesta de la Primavera? Le imagino entre las botellas y las bolsas de plásticos, realizando sus katas con la espada, ajeno a todo y a todos. ¿Quién eres, Forest Whitaker de Granada? ¿Un fantasma? ¿Un vigilante?
–Es un chalado. Venir con la espada aquí es de estar loco –se enfada el hombre del perro.
–Nadie es perfecto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La Unidad de Trasplantes de Valdecilla, premio Cántabro del Año
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Encarna Ximénez de Cisneros: Cáritas Diocesana de Granada traslada su sede y unifica los servicios
Encarna Ximénez de Cisneros
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.