Miguel Rodríguez Acosta en una imagen de 2010. Alfredo Aguilar
Opinión

Fina Estampa

Todos coinciden en glosar su elegancia y sus facetas como pintor, grabador e ilustrador. Pero don Miguel era mucho más que una fina y elegante estampa

José María Luna Aguilar

Domingo, 5 de enero 2025, 23:23

Se suele decir que en España enterramos muy bien, y es verdad. Abundan en estos días los obituarios y necrológicas, que glosan la figura de Miguel Rodríguez-Acosta fallecido unas pocas horas antes de pergeñar estas letras. Sin embargo, tengo la impresión, igual me equivoco, ... de que en ocasiones el personaje ha opacado a la persona y el recuerdo agradecido me mueve a poner por escrito estas líneas. Todos coinciden en glosar su elegancia y sus facetas como pintor, grabador e ilustrador. Pero don Miguel, el hombre que tuve el privilegio de tratar, era mucho más que una fina y elegante estampa. Esa fachada, ese fachón se diría en términos coloquiales, esa estampa era la traslación al exterior de una fineza intelectual y una sensibilidad propias ya, desgraciadamente, de un mundo de ayer. Miguel era más que un pintor, era un artista ( con mayúsculas como dicen los cursis), era un hombre de cultura amplia, amplísima, pero sin vanos alardes. Era un enamorado de Granada y también de la cultura. Cuesta trabajo hablar de él en pasado, pero el tiempo es inexorable y la parca acude siempre presta.

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Gran conversador y excelente contador de historias tenía un también elegantísimo sentido del humor. Mixtificación de ironía británica y socarronería 'granaína'. Son muchas las anécdotas que se me vienen a la cabeza pero no nos caben aquí. Solía recordar, y se reía al contarlo, como en un afamado restaurante 'granaíno' que frecuentaba al pedir aguacate le contestaron que ese día «el aguacate no estaba operativo».

Solía decir: «Cuidando los pequeños detalles se hacen las grandes fortunas»

Era un hombre de una enorme generosidad, en el más amplio sentido de la palabra, que ponía en práctica todos los días. No era sólo una generosidad en lo material, que también, era un desusado ya compartir con los demás. Solía decir: «Cuidando los pequeños detalles se hacen las grandes fortunas». Y tenía razón, no se trataba de hacer economías. Se trataba de entender que cuidando las partes con 'primó' se configura un todo.

Su energía serena, su dinamismo amable contagiaban a su entorno. Granada, Andalucía le debe, entre otras cosas, aunque el no las hiciera por pasar recibos al cobro, la recuperación del Legado Gómez Moreno y su exhibición en el Museo anexo al Carmen, que con tanto mimo, cariño y desvelo ha cuidado durante toda su vida. Pocos recordarán una de sus empresas para mí más gratas (los que conocieron un mundo y una historia del arte sin internet me entenderán mejor) como fue la edición española de la colección Forma y Color. En fin, muchas 'empresas', muchos intentos por hacer el bien y por hacer las cosas bien. Siempre con esa elegancia natural, con esa sonrisa tan suya, con esas manos gesticulando como si en ellas llevará eternamente los pinceles. Los pinceles con los que creó una obra de artista de lo sutil y lo sublime, en la que el color era el gran protagonista.

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En fin, como escribía el director de la Alhambra el mismo día de su fallecimiento, se nos ha ido un gigante. Desgraciadamente somos finitos. Como diría nuestro también querido y añorado, el leal José Gutiérrez: «don Miguel, esto es la catatombe».

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