

El joyero más brillante
Personajes granadinos de barrio ·
Piedras preciosas. La lupa de Cristóbal es la mejor garantía para saber si una gema es auténtica. Experto en diamantes y monedas, a este joyero de Ganivet no le da nadie gato por liebreSecciones
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Personajes granadinos de barrio ·
Piedras preciosas. La lupa de Cristóbal es la mejor garantía para saber si una gema es auténtica. Experto en diamantes y monedas, a este joyero de Ganivet no le da nadie gato por liebreUn antiguo retrato de un militar con cara de haber tenido galones el siglo pasado. Un bodegón enmarcado en verde que presidió algún noble salón de una familia pudiente de Granada. Varias reproducciones en miniatura de extintos coches clásicos. Monedas históricas amontonadas en pequeñas torres perfectas dentro de una vitrina repleta de objetos del ayer. Relojes de bolsillo de elegantes caballeros que alguna vez pasearon con capa y sombrero por las calles de la capital. Un ejemplar de una vieja edición de 'Platero y yo'. O un cuadro con la Virgen de las Angustias plateada en relieve. Son algunas de las otras joyas que el visitante puede encontrar en el rincón que preside, desde 1997, Cristóbal Munuera López de Hierro.
Cristóbal es joyero de vocación. Empezó en el oficio con 17 años y se casó con 18. Posee además una tienda de antigüedades. Es experto en gemas y numismática. «Mire usted, yo soy especialista en monedas, brillantes, joyas antiguas y piedras preciosas», detalla.
Los diamantes son su punto fuerte: no hay uno falso que haya podido burlar «la lupa de diez aumentos homologada» que guarda en un pequeño cajón de madera forrado en su interior con terciopelo verde y que tiene siempre a mano. Siempre, porque el goteo de clientes es continuo desde que se colocó tras el mostrador de su empresa: la Joyería Cervantes, que abrió sus puertas en 1966, aunque él no cogió sus riendas hasta que el siglo XX empezó a despedirse.
Ubicado en los soportales de la transitada y céntrica calle Ángel Ganivet, su negocio, fundado por dos hermanos ya fallecidos, tiene un aire museístico que despista al visitante. Todo lo que exhibe (bueno, casi todo) está en venta: cuadros, porcelanas, esculturas de bronce... Los tesoros que le rodean día a día roban protagonismo a las alhajas que ha ido adquiriendo en lotes de herencias, los valiosos relojes que ha ido reparando para que regresen al presente o los anillos, collares y pulseras que hace por encargo. Con esmeraldas, rubíes, brillantes...
Cristóbal es granadino, tiene 74 años y no piensa jubilarse. Le da pereza. «Quiero estar activo. Venir y seguir es mi ejercicio, mi gimnasio diario. Si tú te jubilas, dejas de madrugar, de mirarte a ti mismo, te descuidas y viene el cambio de metabolismo», dice el joyero, que habla a su interlocutor con un aire coqueto y educado. «Para mí trabajar es un placer. Yo vivo cerca y de mi casa hasta aquí hay sólo un instante», añade poético, para dejar claro que aunque toque todos los palos en su taller él es joyero, no relojero.
Mientras habla, su primo hermano, Pepe López de Hierro Carmona, que está sentado a escasos centímetros del mostrador (el local es muy pequeño) en una silla que rezuma historia, asiente con la seguridad de un notario. «Aquí hablamos de política y de piropos. De fútbol, no, porque a él no le gusta», apunta el primo del joyero, que fue docente y conserva ese halo inconfundible que envuelve a quienes saben transmitir el conocimiento. «Que sepa que somos familia de Álvarez del Manzano», recalca Pepe ufano.
La periodista no sabe a dónde mirar. Hay tanto adorno y figura que distraen la atención que cuesta retener un pequeño inventario en la memoria para plasmarlo en este reportaje. Cuando IDEAL acude a la joyería de Cristóbal, el hombre está colocando con sumo cuidado una pila en un reloj que en su día costaba 2.000 euros y que él piensa vender ahora por 500. Una oportunidad para coleccionistas o caprichosos del tiempo. En la puerta, aguarda paciente una simpática y comprensiva pareja para ser atendida.
Cristóbal explica que el local no es de su propiedad «porque sus dueños no lo venden». Lo que él vende es todo de verdad. En su joyería no se da gato por liebre. «Ahora mismo lo que hay es mucha imitación, en el brillante, en las piedras de color...», opina el especialista, a la vez que desvela que «de brillantes falsos hay lo más grande y apenas se detectan». Él sí los diferencia bien, ojo. Para hacer su 'diagnóstico' se sirve de su lupa profesional, los conocimientos que adquirió cuando se formó como gemólogo en Granada y Madrid, y su veteranía. Han sido muchas las piezas que han sujetado sus dedos y analizado sus virtuosas pupilas. Es todo un maestro a la hora de examinar la meseta de la piedra e interpretar el fenómeno geométrico que se hace. «Esto es como el médico que observa una radiografía y sabe dónde está el mal».
Sobre los cristales de swarovski o el 'strass' y su proliferación también habla Cristóbal sin reparo: «Son una fantasía bonita para la gente a la que le gusta el esplendor de las piedras y no puedecostearse otras». No en vano este tipo de cristal, tallado y facetado como un brillante, tiene las mismas luces.
Si se está preguntando si en Granada hay muchos brillantes o pocos, la respuesta la tiene este singular experto: «Hay muchos. La gente a la que le gusta la joyería sí compra brillantes. La inversión más estable y fuerte está en la brillantería». «Eso sí –matiza rápidamente– debe ser de un kilate en adelante». Quienes poseen brillantes en nuestra ciudad, como da fe este curtido profesional, «los llevan puestos». Luego, al quitárselos, los guardarán en cajas fuertes (no hacerlo sería una temeridad), pero los lucen de forma habitual. «El que me compra a mí un brillante de siete u ocho mil euros se lo lleva puesto para todos los días», añade.
Cristóbal confirma las sospechas de muchos: la plata con el símbolo 925 no es siempre pura. Hay muchas piezas que se venden como plata de ley que son en realidad «cobre plateado». En su establecimiento, donde acuden tanto clientes locales como de otros puntos del país (Salamanca, Barcelona...), la plata auténtica se detecta tan fácil como un diamante de esos que en teoría son para siempre. «Yo hago la prueba en la piedra y no falla».
Los inversores que recurren a él «suelen ser muy discretos», admite el experto, a la vez que apunta que ellas compran más brillantes que ellos y que las joyas más demandadas son las sortijas y los pendientes y, dentro de estos, «las dormilonas», que «son dos piedras solas cogidas con cuatro garras, con un chatón o con un rosetón». El secreto del éxito de Cristóbal, padre de tres hijos (un joyero, un geólogo y una enfermera), es «ser honrado», pues siendo de confianza se consigue brillar en un mundo donde no es oro todo lo que reluce. Ya lo dice el refrán.
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