El 20 de mayo de 1999 el entonces consejero de Educación, Manuel Pezzi, colocó la primera piedra del Campus de la Salud –aún no llamado PTS– en terrenos de Armilla. Aquello provocó que el alcalde armillero José Antonio Morales Cara tuviera más protagonismo que el ... de la capital. Algunos pueden pensar que fue una mera coincidencia y luego están los que conocen a Manolo Pezzi.
Gabriel Díaz Berbel se enervó tanto aquel día que dejó uno de esos momentos memorables de la política granadina cuando aseguró que si pescaba a Pezzi –usó ese verbo– lo tiraba a la Fuente de las Batallas. A lo que el socialista replicó con sorna que había comprobado que, pese a su discreto tamaño, con la profundidad de la fuente hacía pie.
Ya en ese momento se hablaba de ampliar los terrenos del campus, una tarea pendiente de resolver un cuarto de siglo después. 'Granada salud' fue la marca de aquella época, la apuesta de una ciudad y una provincia ensimismadas en su propia diversidad y riqueza; tanto, que no resuelven nunca cuál es su proyecto diferencial a largo plazo.
Fue el tiempo de la lucha por el banco de células madre; algo que nos iba a situar en la vanguardia y que a la postre se redujo –es una distorsión periodística– a una 'nevera'. Había entonces un granadino en la cúpula del Ministerio de Sanidad, José Martínez Olmos, que planteó ante la crisis de la gripe A construir en España una fábrica de vacunas y pelear por que estuviera en Granada. Qué papel habría jugado esta ciudad de haber existido esa fábrica con la covid.
El PTS se colapsó de éxito. Y la gloria no planificada colinda con el fracaso; no queda muy distante. Pero Granada aparcó de pronto su marca 'salud' y empezó a apostar por la inteligencia artificial, donde despuntaban a nivel internacional varios investigadores. El PTS viró al ecosistema tecnológico, la ciudad peleó por la agencia estatal Aesia y el Gobierno la otorgó discrecionalmente en un paripé chusco a La Coruña. Ahora, Granada se postula para albergar la nueva agencia estatal en reparto: la de salud. Un retorno sobrevenido a aquella primera piedra del 20 de mayo de 1999.
«UN PERFIL BAJO»
Las comparaciones pueden servir para situarnos a la defensiva o para azotar conciencias. Esta misma semana, en la toma de posesión en San Telmo del rector de Málaga, el presidente de la Junta se refirió al «imán» para las empresas del Málaga Tech Park; la llegada del centro mundial de microelectrónica IMEC, con 450 trabajadores cualificados –más que la posible Agencia Estatal de Salud–; el primer grado de Ciberseguridad e Inteligencia Artificial; o el Centro de Seguridad de Google. «Andalucía, con Málaga como nodo destacado, está ganando galones, peso específico y reputación a escala global de forma sobresaliente en todos los sectores de mayor proyección y dinamismo», celebró Juanma Moreno. En paralelo, la Universidad de Granada pelea por conseguir nuevos grados para asistir al acelerador de partículas; que es un proyecto a 25 años, no va a resolver tampoco las necesidades de pasado mañana.
«Hay que ligar la inteligencia artificial a la salud y a la sostenibilidad; en este terreno sí podemos ser líderes»
Lo que sigue es la conversación con tres fuentes distintas; tres expertos sin cargo político, de reconocido prestigio y que están dentro de las negociaciones. Primer mensaje: no hay que hacerse demasiadas ilusiones con la Agencia Estatal de Salud Pública. «Vamos a mantener un perfil bajo, soy desconfiado porque puede ser otro chasco. Queremos conocer las bases. Corremos el riesgo de quemarnos en un proceso que ya esté instrumentalizado», advierte uno de los interlocutores. «Es un organismo muy potente. ¿Podría estar en Granada? Sí. Pero va a ser difícil», comenta otro que conoce el proyecto desde su primer planteamiento, hace ahora más de una década.
–¿Por qué?
–No se está apostando con inteligencia. Cuando se haga el concurso tendrá planteamientos distintos a los de la Aesia. Supongo. Habrá criterios objetivos. Cuando llegue ese momento, probablemente se haya desmantelado la Escuela de Salud Pública, que es el elemento diferencial de Granada frente a otros competidores. Integrarla en un instituto puede suponer, por ejemplo, perder el convenio de colaboración con la Organización Mundial de la Salud. Al margen, hay que incorporar a gente de mayor nivel al equipo de expertos de la candidatura. Es probable que esto acabe en otro desagravio. Pero, si no le dan la agencia a Granada, habrá motivos.
LAS DOS COSAS
Un tercer conversador off the record apunta una variable a explorar. «En Granada no somos referencia en los rankings en el campo biosanitario. Sí lo somos en inteligencia artificial, pero en un plano muy teórico. Hay que vincular la inteligencia artificial a la salud. Eso sí sería diferencial». ¿Por qué renunciar a uno de los dos campos?
«Sería una gran apuesta y revitalizaría el PTS, que está saturado. Málaga sí tiene suelo. El PTS está asfixiado, pero está. Lo que hace falta es terreno y dar un salto de calidad. Hay que ligar la inteligencia artificial a la salud y a la sostenibilidad; en este terreno sí podemos ser líderes. Laboratorios vinculados al cambio climático, el agua, la Vega, la Sierra o la Costa», abunda en la misma sinergia uno de los expertos que está en la línea de decisiones.
«Utilizar la inteligencia artificial en el campo de la salud es una de las oportunidades de Granada, de Andalucía y de España. Tenemos una base de datos más grande que muchos países y podríamos generar patentes», añade otro.
Es el momento de unificar criterios y trazar un plan estratégico. De poco sirve disputar otra foto frustrada. Granada tiene tantas cosas para diferenciarse que no debe distinguirse por los fracasos.