Martes, 30 de octubre 2018, 00:35
El negocio de las apuestas y los juegos de azar recaudó en 2017 un total de 157.090 euros en la provincia de Granada y casi dos millones de euros en la comunidad autónoma con partidas de ruleta, Black Jack, póker y máquinas tragaperras, según ... las últimas estadísticas de Juego Privado en Andalucía publicadas por la Junta. Muchos jugadores se animan a probar suerte con la intención de hacerse con un pequeño botín que les ayude a tapar agujeros, pero en la gran mayor parte de los casos, acaban arruinándose o debiendo una gran cantidad de dinero. Al menos esta es la conclusión que comparte con IDEAL Fran, el nombre ficticio de un joven de 30 años que no se atreve a facilitar su identidad real por miedo al rechazo si se hace pública su adicción a la ruleta.
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Este granadino lleva cuatro meses en un grupo de terapia de la Asociación Granadina de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Agrajer) después de ver su cuenta bancaria: se había gastado 2.000 euros en una sola noche apostando. Fue entonces cuando decidió buscar ayuda de profesionales, pero esta deriva empezó mucho antes.
«Con 19 años salía con amigos y de vez en cuando apostábamos cinco o diez euros, cantidades sin importancia, que acabábamos perdiendo, pero con el tiempo la cosa fue a más», relata. Fran mantuvo esta dinámica hasta 2016, cuando empezó a apostar fuerte tras ganar 1.000 euros en una partida afortunada que le creó falsas ilusiones.
«Empecé a ir cada vez más a las salas de apuestas y llegó un punto que acabé yendo solo porque mis amigos pasaban del tema», asegura Fran, y añade: «Al principio piensas que podrás dejarlo cuando quieras y te pones de límite cuando recuperes el dinero perdido, pero eso nunca sucede. Cuando estás metido en el juego quieres dar el pelotazo, pero acabas perdiendo 20.000 euros en dos años que podrías haber invertido en otra cosa».
Fran asegura que todo el dinero que dedicaba al juego salía de su nómina, aunque reconoce que en alguna ocasión llegó a robar billetes de 20 o 50 euros de casa de sus padres hasta que en una ocasión «cogió prestados» 200 euros. Sus padres sospechaban que algo no iba bien, ya que tenían la cuenta bancaria compartida y veían la cantidad de dinero que llegaba a gastar, especialmente los fines de semana.
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«En abril no pude más y exploté. Fue cuando conté a mis padres mi problema con el juego. Me dieron un mes de margen para intentar dejarlo, pero caí y gasté 2.000 euros en una noche. Después de eso yo mismo fui con ellos a Agrajer a buscar ayuda porque no podía seguir así», relata este entrenador deportivo.
Lo que más fastidia a Fran, dejando de lado el dinero perdido, es el tiempo que no podrá recuperar. «Desperdicié muchas horas jugando a la ruleta que podría haber aprovechado con amigos y familia, acabé aislado», reconoce. Los padres de Fran le reprocharon en más de alguna ocasión su cambio de humor porque estaba más irascible y ya no hacía bromas en casa. «Yo no noté ningún cambio en mi manera de ser, pero ahora sí me doy cuenta».
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Una de las cosas que más molesta a este joven es el «estigma» que existe alrededor de los jugadores. Por eso, le da vergüenza reconocerlo abiertamente y asegura que sólo lo saben su familia y sus amigos más allegados. «Tengo tarjetas de crédito de mi trabajo que nunca he usado fuera de mi puesto, pero si se enteran de mi adicción podría tener problemas», sentencia.
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