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Tres de junio de 2021 o, lo que es lo mismo, segundo jueves de Corpus en la era pandemia. Antonio, sobre las once y media, pasea por Plaza Menorca tras comprar el periódico y una barra de pan. «Creo que es la mañana más tranquila de Granada en todo el año –suspira–. No se respiraba esta calma desde el confinamiento más duro. Y te lo digo yo, que estoy jubilado y vengo todos los días». Parado en mitad de la calle se escucha el piar de los pajarillos y los tacones de la otra acera. Apenas hay tráfico y cuando pasa un coche parece una ola del mar. El mar, precisamente, es donde estarán el resto de coches habituales del centro. Porque aquí, por la ciudad, no hay casi nada. Por no haber no hay ni feria.
Todo el ambiente que se le presupone a un jueves de Corpus bombea entre Bibrrambla y Plaza del Carmen. Sin música, eso sí, pero con mucha gente. Familias, en su mayoría, que caminan relajadamente de un punto a otro. Una calma ordenada de niños y adultos siempre en movimiento, como empujados por una marea parecida a la del parque de atracciones, ya saben: ahora toca carocas, luego te paras un momento con Mickey y sus globos, compras unas chucherías en el puesto, cruzas a ver la Tarasca y gracias por su visita. Si pudiéramos sobrevolar la zona, veríamos un Scalextric por el que se desplazan cientos de cabezas al unísono, perfectamente coordinadas. Si no fuera por los trajes flamencos –la mayoría de niños y niñas– que, de vez en cuando, atraviesan la pista, nadie creería que estamos en feria. De hecho, volviendo a la vista de pájaro, conforme te alejas del circuito, Granada se vacía más y más y más... «Una cosa te voy a decir –apunta Manuel, sentado en la Calle Navas, con su mujer y su hija–, hoy el que quiera tomarse algo en una terraza no se queda sin sitio. Esto no se va a llenar».
En las terrazas, los clientes tienen sobrada experiencia en la técnica de la persiana: el índice hace de garfio, baja la mascarilla hasta la pescuezo y se ingiere el tinto de verano con un sonoro «ah, qué fresquito». Pero, como decía Manuel, lo cierto es que no hay ninguna zona en la que se vea el más mínimo barullo. El ejercicio de pillar mesa y pedir una caña es tan relajado y fácil que hasta molesta. «Este es el segundo bar en el que nos sentamos. Hemos cambiado por variar, vaya. Es que al ser tan fácil te sientes obligado a hacer gasto», comenta entre risas Ángela, acompañada de dos amigas.
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Hace un día de escándalo: soleado, pero con brisa fresca. Tras abandonar el núcleo de Bibrrambla y recorrer sus alrededores, las palabras de Antonio, el jubilado de Plaza Menorca, resuenan con fuerza: «Qué mañana más tranquila». Impera una calma en la ciudad que ni siquiera en domingo. «¿Que si parece un domingo? –devuelve la pregunta Marcos, camarero de un local de la zona de Mariana Pineda–. Ni hablar, es mucho peor. Los domingos viene gente y esto se llena. Hoy no llega ni a domingo». Caminando por Gran Vía, dos niños saltan de alegría al descubrir que no hay cola en Los Italianos. «¡Todo nuestro!», chillan antes de echar a correr. Sus padres, riendo, dicen: «Fíjate si no hay feria, que hasta Olmo va vestido». Efectivamente, sentado en la parada de autobús, Olmo, el hombre desnudo, charla con un amigo. Ninguno lleva camiseta pero los dos tienen los pantalones puestos.
Pasada la una y media de la tarde, una familia observa con atención el meneo de Bibrrambla. Destacan sobre el resto porque están colorados como gambas, llevan gorros de pescadores y beben agua en cantimplora: turistas. Según los datos que maneja la Federación de Hostelería, la ocupación para estos días es «irrisoria», entre otras cosas porque sólo hay puente en Granada, Sevilla y Córdoba. Unos datos que no hacen más que subrayar lo especial de esta familia. «Suecia», dice el padre, que también pronuncia su nombre y apellido, pero faltan letras para escribirlo bien. «Estamos de vacaciones. ¿Me explicas que es esto?», pregunta señalando a las carocas.
Antonio García, federación de hostelería
«Nuestra hostelería está dimensionada para tres millones de viajeros que no están viniendo», dice al teléfono Antonio García, secretario de la Federación de Hostelería de Granada, que no tenía ninguna expectativa para el día del Corpus ni casi para el puente. «Las expectativas no es que sean malas, son pésimas. Siempre son bajas en el Corpus, pero este año son mucho peores. Cualquiera lo puede comprobar: no hay Corpus y no hay sensación de feria». García lamenta que no haya animación ni actividades llamativas para que las familias se acerquen al centro de la ciudad. «La ocupación de los hoteles es irrisoria. Puede que haya algún impacto el sábado, pero recuerdo que todavía quedan hoteles cerrados. El dato más significativo es el de La Alhambra, que tiene un 65% de reservas disponibles y no lo completa ningún día». Así, La Alhambra, que tiene disponibles unas 5.500 entradas diarias, este jueves ha vendido 1.648; el viernes, 1.339; el sábado, 2.282; y, el domingo, 1.355. 6.624 en total de las 22.000 disponibles, esto es una venta que ronda el 30%. «Es algo inaudito en la historia de Granada -termina García-. Quiere decir que el sector de turismo, en sentido amplio, desde los guías a los alojamientos y los servicios, no tiene clientes suficientes para sobrevivir».
Frente a la Tarasca, cuatro amigas coinciden en que este año va guapísima. Una de ellas, con sorna, dice: «A ver si nos va a gustar a todas el año que no hay feria». Y ríen.
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