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Órgiva vivió un peculiar episodio con un estafador a finales del siglo XIX. Juan González Blasco
El estafador que ofreció trabajo a un pueblo entero en la Alpujarra para disfrutar como un rey antes de desaparecer

El estafador que ofreció trabajo a un pueblo entero en la Alpujarra para disfrutar como un rey antes de desaparecer

El timador, conocido por 'El Tuerto Viruelas', natural de Albuñol, disfrutó de tres días en la mejor posada de Órgiva con todas las comodidades

Lunes, 18 de noviembre 2024, 10:01

Hace muchos años, en 1894, apareció en Órgiva un personaje apodado 'El Tuerto Viruelas' para hacerse pasar por el contratista que iba a construir la carretera Tablate- Albuñol, pasando por Lanjarón, Órgiva y otros términos municipales de La Alpujarra. Lo primero que hizo 'El Tuerto Viruelas' fue prometer colocaciones con respetables sueldos y, claro, fue agasajado por muchos vecinos de Órgiva, entre ellos el alcalde, viviendo a cuerpo de rey, resultando después ser un gran estafador.

Según el catedrático y escritor Juan González Blasco, «en una tarde de mayo de 1894 apareció en la plaza de Órgiva un personaje desconocido: de mediana estatura y tuerto del derecho. Estaba picado de viruelas. Nadie supo cómo, cuándo ni de dónde había llegado, pero nadie tampoco sintió curiosidad de averiguarlo», manifestó.

«El desconocido acercándose al veterinario, don Rafael Tovar, y manifestándole ser don Francisco Caso Cano, contratista del trozo de carretera de Tablate a Albuñol, le rogó que le guiase a la mejor posada, dónde necesitaba instalarse con gran comodidad y holgura, a fin de poder disponer los trabajos de la carretera, que habían de dar principio el día 25. El veterinario lleno de patriótico entusiasmo, y halagado además por la esperanza de hacer buen negocio, después de obsequiar espléndidamente a aquel personaje providencial, lo acompañó a la posada de don Francisco López, donde se presentó como tal contratista, encomiando la necesidad de que se le diese trato de principe. No hay que decir que el entusiasmo del veterinario se trasmitió al posadero, y que éste puso su hostería y su hacienda a disposición de tan interesante huésped. Francisco Caso Cano manifestó sentir bastante apetito y le sirvieron jamón del más añejo que pudo encontrarse en Órgiva, pollo muy tierno con tomates y vino de superior calidad. Esto ocurrió durante los tres días que permaneció en el pueblo», indicó Juan González Blasco.

«A todo esto, había cundido por el vecindario, con la rapidez del relámpago, la buena nueva de la llegada del 'Mesías', y no tardó la posada en verse favorecida por la presencia de numerosas personas que iban a cumplimentar al señor contratista y de paso a pedirle destinos. El señor Cano era uno de esos personajes bondadosos que no sabía negar nada a nadie y, aunque revistiéndose de la gravedad que el caso requería, se dignó atender las súplicas de casi todos los aspirantes, impuso, sin embargo, a cada uno de ellos una condición: la del la más impenetrable reserva. Porque de lo contrario iban a acudir a centenares y no había trabajo para todos. A José María García le dio el trabajo de ordenador de pagos, ganando 30 reales diarios; a José Álvarez lo hizo su secretario particular, con 20 reales; a Vicente Gómez lo nombró listero mayor, con 16 reales; a Juan Mas le dio el cargo de listero de la tercera cuadrilla, con 14 reales; a Juan Morales y a Rafael Rivas los contrató para llevar la carpintería ganando 15 reales. A Miguel Torcuato le ofreció el cargo de herrero con 20 reales diarios. La posadera halló ocasión para dejar colocado a su yerno. Este trabajaba en una fábrica azucarera de Motril», relata González Blasco.

Según Juan González «muchos vecinos de Órgiva quisieron invitar al constructor de la carretera de Tablate a Albuñol pero él contestaba que tendría mucho gusto en ir, tan pronto como recibiese la maleta con su ropa, que estaba esperando. Al tercer día de estar el señor contratista en Órgiva haciendo vida de rico, sin que a nadie se le ocurriese importante exigiéndole el pago de lo gastado, el contratista llamó a la posadera y con un tono patriarcal exclamó: «Venga acá, ama de casa. Necesito un par de mulos de los mejores para marchar esta madrigada a la capital, pues tengo que traerme las herramientas y las 15.000 pesetas que han de emplearse en los primeros trabajos y necesito además conmigo su hijo Juanico». La dueña de la posada le preparó todo para el viaje, incluida una suculenta comida. A las cuatro de la madrugada salieron para Granada. Los viajeros se instalaron en la Posada del Rinconcillo. El falso contratista, natural de Albuñol, madrugó y desapareció. El periódico El Defensor de Granada se hizo eco de ello», termina diciendo.

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