Hace años en el tiempo litúrgico de la localidad alpujarreña de Cádiar había dos fechas en las que asistían la totalidad de los vecinos y vecinas, que eran el día de San Blas (patrón del pueblo) y el Viernes Santo. Según el profesor y escritor ... Francisco García Valdearenas «desde el Domingo de Ramos comenzaba a vivirse en Cádiar con intensidad dramática el recuerdo de los principales misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Salvador. Eran días en que de una forma más acentuada salía a flote la manifestación religiosa de las gentes, un poco adormecida durante el resto del año. Hasta la década de los años setenta del pasado siglo los templos parroquiales se cubrían colocándose grandes colgaduras de color morado delante de los altares, así como las hornacinas de los santos. Ahora la Semana Santa en Cádiar se vive con mucha pasión pero de diferente manera», ha manifestado.
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«El Viernes Santo se vivía con tal rigor en Cádiar que afectaba a la vida cotidiana, durante este día nadie gritaba ni cantaba. Era costumbre que los bares y lugares de divertimento se mantuvieran cerrados, que las parejas de novios no se vieran, que los niños no pudieran saltar ni correr, que los almireces no sonaran. El cine solo proyectaba películas de la Pasión de Jesús. No había flores ni siguiera en las imágenes procesionales y un aire fúnebre flotaba en el interior de la iglesia. En muchas viviendas durante la Semana Santa, a los espejos se les daba la vuelta, poniéndolos al revés. Además, el Viernes Santo los monaguillos avisaban a los actos litúrgicos tocando una carraca de madera por las calles del pueblo», ha indicado Valdearenas.
Según Francisco García Valdearenas «otro momento muy señalado en la llamada Semana Mayor, era la misa del Jueves Santo, además de leerse la Pasión y el lavado de los pies, era el día señalado para la comunión de los hombres, por Pascua Florida por lo común, para muchos, la única que hacían a lo largo del año y en buena medida obligados por las circunstancias. Después, por la noche, tenía lugar 'la vela del Sepulcro' en la que se turnaban los vecinos durante toda la noche. Antiguamente, la Hermandad de los Hermanos del Santísimo, hacía el monumento y organizaba los turnos de velas. Años más tarde, los turnos se reflejaban en el cancel del templo. En aquellos tiempos había ausencia absoluta de carne en las comidas. Se elaboraban potajes de garbanzos, asado de bacalao, leche frita, buñuelos, galletas, etcétera. Muchas personas guardaban la abstinencia y el ayuno, sobre todo el Viernes Santo. Otra tradición, hoy perdida, fue la Bula de abstinencia, que gracias a la cual, las familias cada año abonaban a la iglesia una cantidad de 5, 15 ó 25 pesetas de las de antes para poder comer carne algunos días de Cuaresma y el resto de los viernes del año», ha terminó diciendo este ilustre vecino de Cádiar.
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