Hasta hace unos lustros los animales eran parte del paisaje de La Alpujarra. Ahora la falta de relevo generacional y el escaso valor añadido está haciendo disminuir una de las explotaciones más comunes en los campos de La Alpujarra. Miguel Ramón Manzano Toro, nacido en ... Bérchules hace 41 años y en los últimos años pastor en la sierra de Cádiar, es de los pocos que van ejerciendo este sacrificado trabajo en esta comarca. Miguel heredó de su padre Francisco (ya fallecido) los oficios de pastor y agricultor. Su madre se llama Matilde.
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Miguel Ramón tiene una hermana y un hermano. Miguel Ramón pudo ir a la escuela. Hasta estuvo en el colegio de monjas de Órgiva pero como no le gustaba estudiar volvió a su casa para dedicarse por completo al pastoreo y a la agricultura cosechando tomates y habichuelas. Desde hace catorce años este pastor de 600 ovejas ha practicado la trashumancia en una zona de Albondón y últimamente pastorea en una finca que adquirió en el término municipal de Cádiar, en la zona de 'La Magaña'.
Miguel Ramón posee cuatro perros de ganado y tres mastines. Ahora, en invierno, a las siete de la tarde encierra su manada en el corral. En más de una ocasión se ha enfrentado con marranos jabalí. También en la zona de Bérchules ha tenido que curar a varias ovejas por las picaduras provocadas por las víboras. Este pastor vive con su pareja y su niño de 6 años de edad que ya le encanta el pastoreo. A Miguel Ramón le gustaría que su hijo se dedicara a otro oficio cuando sea mayor «porque el trabajo de pastor es muy sacrificado». Miguel Ramón obtiene sus ganancias vendiendo los corderos. Por cada cordero percibe unos 70 euros.
«Ser pastor ocasiona muchos gastos. Lo más sacrificado de un pastor es que no tiene vacaciones ni días libres. Haga frío o calor tiene que madrugar para empezar a atender al ganado». Miguel Ramón desde pequeño se sintió atraído por la ganadería de ovino que practicaba su progenitor y como le sigue encantando el oficio en plena naturaleza lo sigue ejerciendo con mucho orgullo y profesionalidad. Desde el Neolítico, la cría de ganado ovino ha supuesto una de las principales formas de vida en la Península Ibérica.
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