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La cabina telefónica del pueblo de Cozvíjar, perteneciente al municipio de Villamena junto a Cónchar, ha encontrado una segunda vida como intercambiadora de libros. En 2023 la Ley de Telecomunicaciones dictó sentencia: las cabinas telefónicas dejaban de considerarse un servicio esencial y, con ello, animaban a Telefónica, la compañía encargada de su mantenimiento, a retirarlas de la vía pública, tras muchísimos años de uso. En España había repartidas 14.824 cabinas. En Cozvíjar la antigua cabina de teléfono público, que antes acercaba a personas desde la distancia, sigue exisistiendo en una de sus plazas, pero ahora para no realizar llamadas, sino para albergar en su pequeña estructura bastantes libros para potenciar la lectura y concienciar sobre la economía circular gestionada por los vecinos y vecinas de este histórico pueblo de la comarca del Valle de Lecrín. Esta idea ha partido del Ayuntamiento de Villamena, presidido por Manuel Luis Vílchez.
«La idea ha caído muy bien entre la población. La antigua cabina telefónica de Cozvíjar se ha convertido en un espacio para intercambio de libros para grandes y pequeños. Desde la aparición de los teléfonos móviles las cabinas telefónicas han ido quedando progresivamente en desuso. En esta nueva oportunidad para transformar nuestra cabina en una pequeña biblioteca urbana dotada de repisas han participado los vecinos y vecinas del pueblo. En este original lugar los libros se toman prestados y hay que devolverlos una vez leídos. Mediante este intercambio se fomenta la lectura. Nuestro municipio cuenta también con una biblioteca pública», ha indicado la teniente de alcalde y responsable de las áreas de Cultura, Educación y Juventud del Ayuntamiento de Villamena, Silvia Villena Megías.
La primera cabina que se instaló en España fue en Madrid, en el Parque del Retiro, en 1928. Últimamente su mantenimiento costaba 4,5 millones de euros anuales, según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). El inventor de la cabina fue el norteamericano Willian Gray, que recibió la patente por su aparato el día 13 de agosto de 1889. La idea para un teléfono público se le ocurrió porque su esposa se encontraba en el hospital y desde la fábrica en la que estaba él no le dejaron llamarla. El invento de Gray fue la primera máquina que cobraba el coste de la llamada, sin operador y estaba instalada en un banco en la localidad de Hartford, Connecticut. Años después Gray fundó la Gray Telephone Pay Station Campany.
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