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El entorno natural que rodea la aldea alpujarreña de El Collado de Murtas es fascinante y saludable. Este lugar de la provincia de Granada invita a conectar con la naturaleza y disfrutar de un entorno único con vistas al mar y Sierra Nevada. En la actualidad residen constantemente media docena de personas, si bien los fines de semana acuden otros vecinos residentes en pueblos de Almería, principalmente. En el pasado había muchas familias viviendo y trabajando en el campo.
La vecina más longeva de El Collado es Isabel Roda, que tiene 82 años. En conversación con este periódico recuerda cuando en su terruño residían más de un centenar de personas. «Aquí se vivía muy bien, eso sí, trabajando y labrando las tierras para cosechar almendra, higos, uva, hortalizas, etcétera. Las tres eras servían para trillar los cereales. Entonces había muchos mulos para las faenas del campo. A mi hermano Antonio, que reside ahora en Vícar, le gustaba mucho trillar. Mi marido, Miguel Cara, herraba sus bestias. Otras personas se acercaban a herrarlas a Murtas y Albuñol. La molienda se hacía en Albuñol. Antes se celebraban aquí muchos bailes cortijeros con música de cuerda. De otras partes acudían troveros y personas que sabían tocar el violín, la bandurria, el laúd o la guitarra», rememora esta mujer que, como podemos constatar, goza de gran memoria.
Isabel también ecuerda cuando en El Collado funcionaba una escuela. «A las niñas le daba clase una maestra en una habitación y a los niños los atendía un maestro en otra sala. Cuando era el tiempo de las comuniones se acercaba el cura de Murtas para que los niños y las niñas de El Collado y de otros cortijos cercanos tomasen por primera vez la comunión. En el portal de mi casa, como tiene mucha anchura, se hacía un altar para el acto religioso. Luego se celebraba enfrente el convite en la era. En aquellos tiempos carecíamos de agua potable y luz eléctrica. Eso hasta hace poco tiempo. Los casamientos se celebraban en Murtas. Yo misma fui montada en un mulo ataviado con una colcha blanca en compañía de familiares y vecinos que también utilizaron el mismo medio de transporte que una servidora para acudir a la iglesia. Antes en El Collado yo y otras familias criábamos marranos, conejos, gallinas, cabras, ovejas, gallos para el gasto de la casa. Solo se compraba arroz, aceite, azúcar, especias, pescado cuando acudían andando vendedoras de La Rábita, y poco más», evoca Isabel.
Otros tiempos
«En El Collado hubo también tres tiendecillas. Tabernas no hubo porque en cada casa había un lagar y una bodeguilla con caldo del terruño. Yo creo que antes se vivía mejor que ahora y todo lo que se comía era muy sano. Se vivía como en familia. La gente se ayudaba mucho. Cuando en Murtas se celebraba las fiestas de la Santa Cruz mucha gente de aquí iba a la misa y procesión. Y lo mismo pasaba cuando tenía lugar en Turón la festividad de San Marcos. También, muchos vecinos acudían a la feria de Albuñol a comprar o vender animales«, cuenta Isabel.
«Eran otros tiempos donde acudían a mi tierra los troveros Miguel 'Candiota', nacido cerca de aquí, 'El Sotillo', Andrés Linares, Gabriel 'El de los Pérez', etcétera. Recuerdo también que cuando fallecía algún lugareño había que trasladarlo al cementerio de Murtas. La caja mortuoria la hacía primero un carpintero que existió aquí y después otro carpintero de Murtas llamado José Lorenzo Manrique. En cada casa se amasaba pan. Se me viene a la memoria también cuando en esta zona nevaba y llovía mucho», concluye Isabel.
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