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Baúl mantiene su puente sobre el barranco, incorporado a la vía verde entre Gor e Hijate. Ramón L. Pérez

El largo adiós del ferrocarril en Granada

Las estaciones de tren. La provincia de Granada ve desaparecer lentamente su rico patrimonio y ha pasado de tener una treintena en activo hace tres décadas a a mantener tan solo seis operativas

Domingo, 11 de abril 2021, 00:55

El largo adiós del ferrocarril en Granada comenzó un Año Nuevo de 1985 cuando el último tren recorrió la línea Guadix-Almendricos. Tres largas décadas después, hay fechas para el olvido y para la esperanza, aunque son más las primeras. Hace cuatro años, por ejemplo, el ruido de la demolición de la estación de tren de Loja sacudió a los vecinos, a los que también les despertó la indignación. Cuatro años después, Adif se ha visto obligada a paralizar el derribo de la estación de tren Tocón-Montefrío ante la movilización vecinal. El alcalde de Íllora negocia ahora la cesión del edificio, a punto de un acuerdo.

La otra cara, la de la esperanza, tiene también su fecha. El 25 de junio de 2019 las principales figuras institucionales de España, Andalucía y Granada, llegaban por primera vez a la provincia de Granada a bordo de un tren AVE. En el camino, la estación de Granada ha sufrido una señora actualización.

El resultado del nuevo mapa ferroviario de la provincia de Granada es desalentador, parejo a la conservación de su patrimonio. De las casi treinta estaciones de tren que funcionaban en la década de los años ochenta solo se utilizan seis. Las de Iznalloz, Benalúa y Guadix, que son apeaderos, sube y baja gente, del tren que une Granada con Almería y vuelta. También la de Guadix y la de Moreda, porque para el tren a Madrid que va de Almería a Linares-Baeza. Queda el AVE, que para en Loja y en Granada.

A estas tres líneas hay que sumar la ya desaparecida Guadix-Almendricos para que nos cuadre un paupérrimo balance de cuatro líneas de ferrocarril y seis de las 28 estaciones, que apenas supera el 20% de las estaciones existentes. La conclusión, explica el ingeniero Alberto Sánchez López, autor del libro 'La estación del olvido' (Editorial Márgenes Arquitectura), es que «la red ferroviaria actual solamente da cobertura a un 5% de los municipios». Una birria.

Pedro Martínez

Cuando se recorren las estaciones de tren se vuelve al pasado. En la de Pedro Martínez tan solo el rótulo de Adif luce más o menos presentable. El que da nombre a la estación, Pedro Martínez, está triste. Ha perdido hasta su tilde. Sin embargo, la estación de tren guarda toda su belleza, su idea de progreso y modernidad. Los árboles son frondosos y verdean. Tiene tres vías férreas rotundas y dos andenes, signo de mejores tiempos que ya quedaron atrás. También sorprende que la estación está a cinco kilómetros del núcleo poblacional, unido a él por un cordón umbilical con agujeros y un asfalto que hace muchos kilómetros dejó de estar convenientemente firme. Un labriego desinfecta sus cultivos. Cuando paramos a preguntarle por el lugar de la estación responde que no tiene pérdida. «Sigan hasta que crucen la vía». Exacto.

Queda algo más de vida en esta estación perdida. Las señales de tráfico, nuevas, indican que hay un paso a nivel con barrera. En ambos extremos de la estación de tren de Pedro Martínez, sendos semáforos están en rojo, como el Ojo de Sauron que todo lo vigila. Son un epitafio de colores para una estación ajada, triste y solitaria. Alberto Sánchez López recorrió durante años las estaciones de tren de la provincia para su libro. Recuerda momentos impagables. «Me sorprendió Huélago. Me contaban los mayores que no tenían reloj y que sabían qué hora era cuando pasaban los trenes». Más allá de la anécdota, cree que el tren genera riqueza. Entonces, reflexiona. «¿Por qué no se le da uso a estas estaciones? Si se quiere regenerar la España vaciada, es una buena oportunidad».

El puente del Hacho. Grafitis en la estación de tren de La Calahorra-Ferreira. La estación de Gor, completamente abandonada. Ramón L. Pérez
Imagen principal - El puente del Hacho. Grafitis en la estación de tren de La Calahorra-Ferreira. La estación de Gor, completamente abandonada.
Imagen secundaria 1 - El puente del Hacho. Grafitis en la estación de tren de La Calahorra-Ferreira. La estación de Gor, completamente abandonada.
Imagen secundaria 2 - El puente del Hacho. Grafitis en la estación de tren de La Calahorra-Ferreira. La estación de Gor, completamente abandonada.

Alamedilla-Guadahortuna

Alamedilla-Guadahortuna podría ser camino a ninguna parte. Pero hay signos de vida en esta estación de tren. Además de los semáforos en rojo, sorprenden las rayas amarillas pintadas del aparcamiento de vehículos, con plaza señalizada y reservada para minusválidos. Es como si la civilización no quisiera dejar de marcharse. Hay grasa fresca, negra y pringosa en los guardagujas, señal inequívoca de actividad cotidiana. Dos bombas de agua (sifones) flanquean cada extremo de la estación. Agua para la sed de la máquina. La estación de tren, en la línea Linares-Almería, sigue viendo pasar el tren.

Y sigue luciendo su puente del Hacho, de la escuela Eiffel, ingeniero francés con torre famosa en París. La pista la da el claveteado con el que une los paños de hierro para conformar el viaducto que cruza el vado. A su lado, un viaducto de cementorro le hace sombra y da servicio actualmente al ferrocarril. Muere la magia en el altar del futuro. Junto al puente oxidado quedan las líneas férreas que le daban servicio, hundidas entre la maleza que las va cubriendo, el tiempo pasa y llega el olvido.

Adif explica que «la mayoría de los inmuebles de estas estaciones no tienen uso ferroviario». Además, el único personal existente en muchos casos, es el encargado de los gabinetes de circulación. Este personal no realiza labores de venta de billetes ya que esta actividad es competencia de Renfe. Señala también que «la existencia de parada o no depende de Renfe».

Sobre los edificios,«en su mayor parte son de dos plantas. La planta baja dedicada a usos ferroviarios, que están ahora vacíos. La planta alta es la vivienda y en algunos casos están alquiladas». Respecto a las inversiones, las principales realizadas en los últimos años, excluidas las de las estaciones de Granada y Loja, han supuesto una inversión de algo más de un millón de euros.

Baúl, sin vías

Baúl es otro ejemplo. Mantiene una estación recoleta, con su toque modernista en el visillo del tejado. Un guardagujas permanece, impasible, testigo de un trasiego que no existe. Por no existir, las mismísimas vías de acero del ferrocarril fueron levantadas, trasladadas, fundidas quizá. Todo está alfombrado de chinos lavados que han convertido el antiguo trazado entre Gor y la localidad de Hijate -almeriense de corazón pero con los pies en terrenos granadinos-, en una vía verde para senderistas y amantes de las dos ruedas.

Justo en un extremo, otro puente de la escuela Eiffel vadea el barranco de la localidad. Causa sensación que permanezca, gigante y altivo ante el paso del tiempo, desposeído de su razón de ser. Al final, un entramado de vías recuerda lo que aquí pasó durante años, aunque se pierda trocha arriba, entre malezas que cubren los fantasmas de un futuro que nunca fue.

Lo explica Juan Pérez Unquiles, uno de los portavoces de la Plataforma Granada por el Tren. «La Unión Europea tiene una política de resurgir del ferrocarril. Para eso planteó en 2013 nueve corredores transeuropeos para mercancías y viajeros. Por la provincia de Granada tenemos el Corredor Mediterráneo». Además, «la UE quiere que el Corredor Mediterráneo reutilice lo ya existente. Sería modernizar lo que hay».

Estación fantasma

Es el caso de Gor, estación sin línea de tren que la visite, aunque recibe con sus puertas abiertas. Pintada de un color verde muy pasteloso, llama la atención una silla de anea de color parejo, olvidada, silente, pero con ganas de fiesta. Seguro que alguien todavía se sienta esperando al tren que es Godot. Cuando se cruza la puerta principal, de doble hoja y dotada de contraventanas, se accede a un vestíbulo minúsculo. Justo a la derecha, se topa uno de frente con las taquillas, con esa media luna por la que se despachaban billetes que a veces eran sueños de una nueva vida. Todo este patrimonio no debe desaparecer. Guarda entre sus puertas, en las vías del tren que ya no pasa, la historia centenaria de la tierra en la que vivimos, la que unió a los granadinos.

Insiste en este punto el portavoz de Granada por el Tren. «Tenemos ya infraestructuras como el tramo Loja-Granada y el Guadix-Granada que deberían servir como dos tramos de cercanías en la provincia. Que con buenos horarios y precios podrían sacar a mucha gente de la carretera. Permitiría trabajar en Granada capital y vivir en los pueblos».

La Calahorra-Ferreira

La estación de tren no está ni en La Calahorra ni en Ferreira, está en Flagstone. ¿Flagstone? Sí, Flagstone. ¿Qué diablos es Flagstone? Flagstone es el poblado del Oeste que se construyó junto a la estación de tren de La Calahorra, en la carretera a Charches, frente a la cara oculta de Sierra Nevada. Un paisaje crepuscular, arizónico si se permite el palabro, que el cineasta Sergio Leone convirtió en el Far West para las mejores películas del género, entre ellas, 'El Bueno, el Feo y el Malo' o 'Por un puñado de dólares'.

Entre escena y escena, entre taquillazo y taquillazo, el poblado se fue desenladrillando poco a poco, al igual que la vecina mina de Alquife, que con su vía de suministro para la carga de minerales, fue privando de contenido a la estación al cesar, lentamente, la extracción de mineral. Estas vías de tren han sido testigos de balaceras con Clint Eastwood de protagonista y Lee van Cleef, que se dice pronto. Pero también vieron las lágrimas de los mineros de Alquife mientras recorrían con su protesta hacia Granada para pedir un futuro para ellos, sus hijos, los hijos de sus hijos, que también se dice pronto.

Pasa justo en este momento un tren en cuya cabecera se puede leer un cartel: 'Almería'. Pasa rápido, como si nunca hubiera existido aquí una estación de tren, paredes en blanco, lienzos de grafitis, que también son gritos de protesta. De socorro.

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