Mausoleo donde descansan los restos del santo Custodio, en Noalejo, siempre con visitas. RAMÓN L. PÉREZ
Pueblos en la frontera

En los límites de la santería

Campotéjar y Noalejo ·

En la frontera que une las provincias de Jaén y Granada por la autovía A-44 nos vamos a encontrar inmensos olivares, embutidos de renombre, el recuerdo de una carretera nacional infernal que se pasaba los inviernos de nevada en nevada, y 'santos' que como Custodio, sesenta años después de su muerte, atrae hasta su tumba autocares de necesitados que buscan consuelo y milagros. Estamos en la línea que recorren Campotéjar, Noalejo y Campillo de Arenas, justo en los 'límites de la santería' de una 'tierra de fronteras'

Sábado, 30 de julio 2022

El último pueblo en la frontera entre Granada y Jaén es Campotéjar, un municipio pequeño al que se llega por un largo paseo cubierto a izquierda y derecha por árboles de sombra, plataneros en su mayoría, que se levantan como especies raras y extrañas entre ... miles y miles de olivos uniformados y alineados con precisión. Es como si se tratase de un ejército leñoso en formación que se despliega entre valles y lomas, tanto que la mirada se agota sin ver el final de las plantaciones.

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Al llegar llama la atención el silencio que envuelve calles casi desnudas de gente hasta que se oyen los ladridos solitarios de un perro y el ruido brusco al final de la calle Ancha de un gran portón que abre Enrique, un labrador de 54 años que ahora no ve futuro ni vida. «Esto está muerto. Ve esta calle tan grande con tantas viviendas, pues quedan cinco vecinos». Enrique señala con la mano una a una las casas habitadas entre las que se encuentra una tienda de electrodomésticos que mantiene un gran cartel de Grundig, la legendaria marca alemana de electrónica que dominaba el mercado español durante el siglo XX. El letrero encierra la simbología de un lugar en el que las cosas no han avanzado con los tiempos tanto como se esperaba, y que como el resto de municipios del entorno, han perdido la mayor parte de su población.

Tertulia vecinal en la plaza de Noalejo. ramón l. pérez

Es temprano. El día todavía no ha descargado el fuego de una jornada calurosa de verano y eso anima a los vecinos a salir a la calle para las compras del día. También que hoy toca el 'baratillo', el mercado ambulante que se abre paso por la calle Sevilla entre tenderetes de frutas, ropas, zapatos y otras gangas que los comerciantes vocean sin demasiado éxito porque no hay mucha gente. Y no es culpa del calor sino del censo, que no da mucho de sí. De eso se queja Juan José Juárez, que dice que lleva 41 años en la venta ambulante aunque su edad es de 40. «Llevo toda la vida detrás del mostrador porque mis padres me llevaban de pueblo en pueblo prácticamente desde que mi madre estaba embarazada, y esto está cada vez peor; en lo que va de día he vendido dos euros». Pese a todo seguirá haciéndolo «porque hay mucha gente mayor en los pueblos que no suele ir a las ciudades y así le damos la oportunidad de comprar lo que necesita. Es casi como un servicio ciudadano».

Dos mujeres jóvenes se acercan y nos interrumpen, nos preguntan que si somos periodistas y que si pueden opinar de los políticos. La mayor, que no lo es tanto, no tarda en desahogarse mientras la mira en silencio la joven que va con ella. Han venido a visitar a la madre en la residencia, sufren el paro y el marido está enfermo de cáncer. «No me creo a los políticos, a ninguno, todos son iguales. ¿Dónde están cuando los necesitamos?» La mujer se marcha y se aleja mascullando lo que parecen insultos, aunque más que resentimiento la mujer desprende dolor.

«Los políticos, a lo suyo»

Adrián, otro vendedor que la ha visto y escuchado, le da la razón. «Lo que dice esa señora es verdad, los políticos van a lo suyo y nadie defiende a los trabajadores». El vende bisutería, tiene 21 años y es padre de una niña. El joven, que nació en Granada pero vive en Noalejo, se mueve también por los mercadillos de la zona entre Granada y Jaén y mantiene que todo está regular: «Llevo aquí desde las seis de la mañana y tengo cinco euros en la caja».

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Una familia acude el mercadillo ambulante, en Campotéjar. r.l.p.

Rafael, Antonio Titos y a Luis, tres ancianos que descansan en un banco situado junto a una oficina de la Caja Rural, se entretienen con el trajín de gente que va y viene del mercado. Es una rotonda reconvertida en plaza desde la que se distribuyen las principales calles de Campotéjar y en la que se encuentran algunos de los bares más populares. Los tres son hijos del pueblo y dos de ellos con años de trabajo en la hostelería de Palma de Mallorca, la vendimia francesa y las temporadas de recogida de fruta en Murcia. Antonio decidió quedarse y su vida ha estado siempre ligada al olivar. «Puede que antes hubiese más trabajo, pero ahora se vive mejor, donde va a parar». Lo dice Rafael y ninguno le replica.

De un furgón sale música a todo volumen, desde el reggaetón de Cayó la Noche Remix, hasta el 'SloMo' de Chanel, 'Saoko' de Rosalía, y otras muchas que no llegamos a identificar, pero que deben ser de máxima actualidad. Es el panadero y le sirve para anunciar a los vecinos su llegada. Manuel Bolívar, que así se llama, reparte a domicilio pan del horno de leña 'El niño Milesio', de Benalúa de las Villas. Sea por el reclamo musical o por la calidad del producto, Manuel vende una media de 170 barras, 120 bollos, un número considerable de hogazas y, por supuesto, repostería. ¿El pero? Que en dos meses el precio ha subido 20 céntimos la barra por los problemas con la harina debido a la guerra en Ucrania. «He aguantado sin subir hasta que no he tenido más remedio por los costes de la materia prima».

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Mayores, en uno de sus puntos de encuentro. RAMÓN L. PÉREZ

Cuando cruzamos la frontera y pisamos las tierras de Jaén, el primer pueblo es Noalejo, que se ha labrado –como su vecino Campillo de Arenas– la fama como lugar de excelencia para los embutidos, el aceite de oliva y, sobre todo, como epicentro de la santería con nombres como el santo Luisico, el santo Manuel y, por encima de todos, el santo Custodio. Tanto es así que el pueblo cuenta con un Centro de Interpretación de la Santería que se creó con ayuda del Fondo Social Europeo de Desarrollo Rural, en el que se explican los orígenes de este fenómeno, la vida de sus protagonistas y se habla de los milagros y favores concedidos, que han sido tantos de unos y otros que existe una legión de devotos que confían en ellos para recibir ayuda en lo 'imposible'.

Peregrinación diaria

Si en vida al santo Custodio acudían por cientos gentes de toda edad y condición tras su muerte, hace 61 años, su tumba es en la actualidad un lugar de peregrinación diaria a la que llegan seguidores todos los días.

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En el cementerio de Noalejo sus restos descansan en un pequeño mausoleo inundado de flores, cirios, ofrendas y fotos. Valeriano, un muchacho de 19 años, dice que le está pidiendo que su hermana apruebe la selectividad y por los que sufren en el mundo. Un grupo de personas permanece en silencio, con la mirada fija en la foto del santo que preside la sepultura. Cuando llega el aniversario, las vísperas comienzan a concentrarse cientos de personas que viajan desde todos los rincones de España y los hay también extranjeros. La mayoría no duerme y se queda velando los restos en el cementerio. Algunos se tumban en el suelo junto a la sepultura para pedir su favor. Durante la noche decenas de cirios lanzan desde el lugar una cálida luz roja que llevan ruegos por hijos, maridos o padres.

Juan José, en el 'baratillo de Noalejo. . r.l.p.

Es un fenómeno social en el pueblo y fuera de él, y para la mayoría de sus vecinos un personaje intocable. En un parque, a la sombra de los pocos árboles que hay, un grupo de hombres hablan entre ellos, todos vecinos de Noalejo y todos jubilados que callan cuando nos acercamos a preguntarles. Rafael rompe el silencio y afirma que a él le ha concedido lo que le pidió y que a su hermano lo curó de una grave dolencia en la espalda que tenía un mal pronóstico y debía pasar por quirófano. «Fue a verlo y el santo le dijo que permaneciese 40 días de espaldas sobre una tabla. Lo hizo y acaba de cumplir 101 años».

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La vida en Noalejo pasa sin que nada se precipite y los jóvenes que no están fuera trabajando o estudiando buscan el ambiente de Granada y Jaén los fines de semana. «Aquí hay poco que hacer», se queja Antonio, empleado de una almazara que se cuenta entre los que buscan la fiesta en las zonas de ocio granadinas.

Manuel, panero de Campotéjar.. r.l.p

El municipio está a poco más de tres kilómetros de Campillo de Arenas, una «tierra entre fronteras» por razones históricas debido a su enclave, en opinión del profesor Juanma Romero. «Si hay que hablar de un hecho diferenciador de poblaciones como Noalejo o Campillo de Arenas es su localización entre lo que fue el reino nazarí de Granada y el reino de Castilla. Cuando nos preguntan de dónde viene nuestro acento solemos aclarar que 'somos de la frontera', y lo cierto es que somos la transición de Granada a Jaén y de Jaén a Granada».

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El Carretero

Siglos después, la transición entre ambas provincias se podía apreciar por algo menos histórico y desde luego menos poético: una carretera sinuosa que alargaba el viaje hasta Granada por encima de las tres horas, gracias también a varios puertos que a la altura de Campillo se coronaba con el del Carretero. En los años en los que nevaba con frecuencia y en cantidad, ya se sabía que llegar o pasar de Campillo era improbable para vehículos de todo tipo que se quedaban tirados. Entonces la carretera Nacional 323 atravesaba el pueblo y pese a las molestias del tráfico, con la apertura de la autovía dejó de ser una localidad de paso.

«El tránsito de camiones y autobuses por el pueblo era una barbaridad, pero a sectores como la restauración le daba vida», refiere el alcalde Juan Francisco Figueroa Ruiz. Para él un 'problema' nuevo es la cercanía a las dos capitales, «porque estamos a 25 minutos de Jaén y a 25 minutos de Granada y esa situación nos perjudica. No llegamos a ser un pueblo dormitorio y estamos muy cerca de todo. Eso hace que los que trabajan aquí vivan en Granada o en Jaén». Con el paso del tiempo la gente mayor mantiene su arraigo con su capital, pero los jóvenes miran a Granada para su ocio, las compras o los estudios. El alcalde, mientras, defiende su pueblo –«que da todos los servicios»–, y más después de la pandemia, «cuando muchos han descubierto las ventajas de la zonas rurales para ganar en calidad de vida. Si quiere ser feliz viva en un pueblo».

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Bandoleros ciegos y cura para los retortijones de Doña Mencía

Cuenta la leyenda que la vinculación de Campillo de Arenas con la devoción a Santa Lucía, protectora del caminante y de los invidentes, se debe a que un viajero ciego que transcurría por la sierra, iba escuchando de boca de sus compañeros de viaje la belleza del lugar y pidió a Dios que le diera vista para poder verla con sus propios ojos. Así fue concedido el milagro y dicho viajero en agradecimiento colocó un cuadro en una hornacina labrada en la roca y puso el lugar bajo la protección de la santa.

Al parecer el cuadro fue utilizado como diana por los bandoleros en la primera mitad del siglo XIX, tropelía que no iba a quedar en nada ni mucho menos, así que al poco tiempo y como castigo divino, estos malhechores quedaron ciegos y perdieron la vida. Tal fue la popularidad de lo sucedido y la veneración de los viandantes por dicha santa, que fueron dejando limosna que en un primer lugar sirvieron para iluminar dicha imagen en la noche oscura, y posteriormente para sufragar los gastos para la construcción una ermita en su honor.

Pero no es la única 'chispa' de la zona. Está también el origen del nombre de Noalejo, que al parecer –y tratándose de él no podía ser de otra forma–, surge en una historia de 'curaciones milagrosas' que tienen que ver con doña Mencía, unas dolencias estomacales y el agua de la fuente del Pilarillo. Cuentan que Mencía de Salcedo, la fundadora del lugar en el siglo XVI, fue una dama de la corte de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, que a su muerte le hizo donación de estas tierras en premio a los muchos y estimables servicios que le prestó.

Ocurrió que la señora, de acampada con las tropas de la reina en las tierras que luego habrían de ser suyas, se sintió mal con unos fuertes achaques y retortijones de barriga. Quienes la acompañaban, por consolarla, le ofrecieron una escudilla con agua fresca de una fuente y para asombro de todos, cesaron milagrosamente los dolores, por lo que Doña Mencía exclamó: «De aquí 'no me alejo'». Ella quería quedarse cerca del pilar por si la cosa se ponía fea otra vez, pero el tiempo y la fonética acabarían por llegar al nombre de Noalejo, que se mantiene en la actualidad.

Por cierto, que la fama del agua milagrosa del Pilarillo en la calle Nava sigue y son muchos los que buscan remedio a los problemas de estómago bebiendo tres veces del los caños. Hay quien ha bebido y afirma que desde entonces nada de omeprazol, ni almax ni Kijemea... El agua fresquita sí que está.

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