Cumbre europea en Granada
El lío de cortar Gran Vía en mitad de la cumbre: «Por aquí no se puede»Cumbre europea en Granada
El lío de cortar Gran Vía en mitad de la cumbre: «Por aquí no se puede»El «por aquí no se puede» parece aquel «vuelva usted mañana» de Larra. El trasiego en Gran Vía no entiende de cumbres. Son las 10.30 horas y entre los turistas que cruzan como bancos de peces, vecinos que esperan al autobús para ir a ... trabajar y peatones que van y vienen a sus labores, la calle es un no parar. Sin embargo, en la entrada de la calle Oficios, todo se frena poco a poco, igual que cuando hay un accidente en la autovía y los conductores miran de reojo. Una decena de agentes de la Policía Nacional vigilan que nadie cruce por los diez metros de acera que ocupa Oficios. Nadie.
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«Perdone, es que voy allí mismo», señala un señor alargando el brazo, como si pudiera tocar el otro lado de la orilla. «Por aquí no se puede, tiene usted que ir al paso de peatones -el de Los Italianos- cruzar a la otra acera y pasar por allí». Los agentes de policía repitieron esa instrucción una y otra vez, en varios idiomas. «No, yo estoy esperando al bus», dijo otro vecino. «Ya, pero aquí no puede estar. Tiene que ir a la siguiente parada», responden los agentes. «¿Qué? ¡Voy a llegar tarde! ¡Pero esto qué es! ¿¡Por qué nadie avisa de estas cosas con tiempo?!», el cabreo es sincero. Aunque, a su lado, un hombre le indica que llevan meses hablando del asunto en las noticias. Esa pequeña corrección le cabrea aún más. «¡Pues a mí no me lo han contado!», exclama el otro. «Eso -le dice el hombre al policía, cuando se marcha el enfadado- es lo que llamamos por aquí malafollá granaína».
Mientras lo acompañantes de los dirigentes de la cumbre europea llegaban en sus coches a la entrada de la calle Oficios, para visitar La Madraza, el corte de tráfico y peatonal fue total y absoluto. Silencioso, incluso. Excepto con la primera en llegar, Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez. Unos segundos antes, una joven intentó con todas sus fuerzas cruzar esos diez metros de Gran Vía, por la acera de Oficios. «Lo siento, señora, no puede pasar. Vaya al paso de peatones y...». En ese momento, el vehículo de Gómez apareció y la joven, alterada, comenzó a gritar «¡me cago en la cumbre y en todos!», «¡para lo de la agenda 2030 no os veo!», «¡ojalá no volváis...!». Por la calle, la gente, con los móviles en ristre, observaba la escena con el rostro desencajado. Incluidos un grupo de obreros, desde su ventana.
Una mujer, sonriente, se coloca al lado de los policía para ver quién llega ahora. «Señora, disculpe, por aquí no se puede. Si quiere, vaya al paso de peatones y...». «No, tranquilo joven -responde la mujer, alegre-. Tengo todo el tiempo del mundo».
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Al otro lado de la calle Oficios, Estefanía y Carmen, dependientas de la librería Cruz de Elvira, tienen butaca directa al barullo de la Madraza. Una madre y su hija, turistas, entran en la tienda y, entre risas, dicen «parece que nos hemos metido en la cumbre». Estefanía y Carmen levantan los hombros y, sonrientes, les dicen «tranquilas, no son las únicas. ¿Les podemos ayudar en algo?».
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