Una de las hermanitas con una residente. Pepe Marín

«Aquí no se ve una llaga porque ellas no dan lugar, no queremos que se vayan»

El adiós en diferido de las Hermanitas ·

Los 88 residentes, la mayoría mujeres, rezan para que un milagro en forma de vocaciones evite el cierre de su hogar

Miércoles, 25 de diciembre 2024, 23:39

Tenemos que estar alegres en el sufrimiento». Por más que sor Ana María y las demás Hermanitas de los Pobres les repiten la teoría y por más que su fe les ayuda, en la práctica los 88 residentes –la mayoría mujeres– de la Casa de ... las Hermanitas de los Pobres de Granada andan desconsolados desde que conocieron que su hogar, tal y como lo conocen, bajo la gestión de las Hermanitas, tiene fecha de caducidad.

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También las Hermanitas son conscientes de que, no solo financieramente, sino anímicamente, sostener la residencia va a ser más complicado que nunca en estos próximos años, hasta que se consume su marcha. «Va a ser muy difícil ayudarles a vivir el presente y que no se vengan abajo. Dios no nos va abandonar, abrirá otros caminos, estamos esperanzados», asegura la directora de la residencia, sor Ana María.

Remedios, de cien años, emocionada hablando del adiós de las hermanitas. La sala de terapia y Etel, de 81 años, recitando su poesía mientras recibe un gesto de cariño de Sor Ana María. Pepe Marín

Las abuelas agradecen a sus monjitas que les hayan contado la verdad, aunque duela, y poder ir preparándose, pero este adiós en diferido las tiene con un pellizco que no se les quita del pecho. Tratan de evitar el tema porque si se le pregunta a cualquiera de ellas por la futura marcha se derrumban y derraman unas lágrimas que rompen el corazón. Como las que se seca con su pañuelo Remedios Martínez, una de las residentes que está como una rosa a sus 100 años «y un mes» cumplidos este noviembre. «Las hermanitas son extraordinarias, buenísimas, bondadosas, cariñosas, en ningún sitio vamos a estar como aquí», musita Remedios rompiendo en llanto, mientras sus compañeras que hacen puzzles en la sala de terapia le dan un aplauso para animarla.

Etelvina, de 81 años, todavía no logra hacerse a la idea de un futuro en una residencia donde no estén las hermanitas. «No me lo creo, ¿cómo nos van a faltar? Rezamos para que ocurra un milagro. Las ves agotadas y disimulan, se dan por completo», esgrime. Y haciendo gala de su memoria recita una poesía que les ha dedicado: «Hermanitas de los Pobres, la casa donde yo vivo, donde yo encontré la paz y el amor que necesito. El que se acerque a estas puertas, con cariño y con respeto, pronto podrá comprobar que se acaban los tormentos...», dicen sus primeros versos.

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Imágenes de la capilla y el comedor de las Hermanitas. Pepe Marín

Antonia es otra de las mayores que reza a San José para que envíe a Hermanitas que sigan la obra. «No quiero que se vayan», acierta a decir antes de echarse a llorar. Hoy lleva sus joyas puestas. «Se nota que te ha vestido Adelina», ríe sor Ana María haciéndole un gesto de cariño. La residencia está llena de detalles que marcan la diferencia. Por los pasillos y las estancias no se ve tristeza y los olores son agradables, empezando por las patatas con huevos cortesía de El Corte Inglés y Mercadona que hoy se fríen primorosamente en sus cocinas. Una monjita corre a llevar un yogur de caña de azúcar a una de las abuelas porque se están acabando y sabe que son sus favoritos. «Aquí no se ve una llaga porque ellas no dan lugar. En otras residencias podrán ser profesionales pero aquí se hace todo con amor y eso lo hace todo distinto», concluye Etel sin poder sujetar sus lágrimas.

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