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«¡Cómo no me lo voy a creer si lo he visto yo con mis propios ojos!« Antonio Sánchez, 'El Murciano' paró como cada mañana su coche frente al bar El Pelón de la localidad sevillana de Tocina. Justo en el momento en el ... que iba a salir, alguien providencialmente le preguntó: »¿Has capado ya al cochino?« En el breve espacio de tiempo que dedicó a responder, un bloque de hielo de 22 centímetros de diámetro y 1,790 gramos de peso, cayó sobre su Fiat Tipo destrozándolo.
«Se les llamó de todo», explica Emilio Reyes que, en aquel momento, era el responsable del laboratorio de isótopos estables de la Estación Experimental del Zaidín. Dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científica, era el único laboratorio que entonces había en España de este tipo. El mejor preparado para investigar este extraño fenómeno.
En una nota enviada a los medios de comunicación, la Guardia Civil llamó al extraño objeto de Tocina 'aerolito', es decir, se consideró que procedía del espacio, que sería un meteorito o un fragmento de un meteorito que había caído sobre la tierra.
El de Sevilla fue el primer episodio de una lluvia de bloques de hielo sobre nuestro país. Desde Asturias a Baleares, en cuestión de días el que no había visto un 'aerolito', no era nadie. ¿Serían residuos cósmicos, se trataría de hielo procedente de aeronaves o quizás un mal augurio en los albores del nuevo milenio? Los científicos se mostraban prudentes mientras los españoles se apresuraban en guardar en neveras los trozos de hielo que veían por la calle. La Guardia Civil, incluso dio algunas indicaciones de cómo debía de tratarse el 'aerolito' para que llegara al laboratorio en las mejores condiciones.
A la Estación Experimental del Zaidín fueron llegando, poco a poco, muestras procedentes de los más diversos puntos de la geografía española. «Me llamaron de Madrid para hacerme el encargo de estudiar estos objetos. A la vuelta a Granada, en el avión, estuve hablando con el piloto que había sido testigo de este granizo cuando intentaba aterrizar en vuelo a Barcelona», recuerda Emilio Reyes. El científico, que ya está jubilado, explica que trabajaron entre seis y diez meses analizando aquellos granizos, pero no tardaron en descartarse algunas teorías. No procedían del espacio, si no de la 'vulgar' atmósfera. «se formó hielo en las capas altas de la atmósfera. Se levantaron vientos a más de 2 y 3 km de altura que fueron condensando las gotas de agua conforme los vientos la arrastraban hacia arriba y, cuando ya tenían un tamaño y un peso imporante cayeron».
En Granada también se registraron casos de 'aerolitos'. El que más repercusión tuvo fue uno que cayó, el 20 de enero de 2000, junto al restaurante El 402 en Iznalloz. «Aquí la gente se lo tomó a broma«, continúa Reyes, «al laboratorio llegaron varios ejemplos que eran artificiales, hechos en frigorífico. Uno de ellos, vino incluso con una gamba en el centro. El color rosado del granizo lo delataba. Se 'fabricó' en la Alpujarra».
Al estudiar la composición isotópica del granizo, se podía estudiar la altitud a la que se habían formado y de donde procedían, «así comprobábamos que se trataba de agua de grifo del sitio en el que precisamente se había encontrado». Muchos fueron fraudes incluso algunos con dudosa forma de botella de plástico.
El hidrógeno tiene 3 isótopos naturales, «nosotros estudiábamos dos de ellos, el protio y el deuterio y así podíamos saber la altitud a la que se había formado el hielo». Poco después, Jesús Martínez Frías, investigador del CSIC, que ha estudiado a fondo este fenómeno, les dió el nombre de megacriometeoros. «Conseguimos identificar muchas de sus características y proponer, además de un nuevo tipo de meteoro atmosférico (megacríometeoro), identificar y desarrollar una hipótesis en relación con su formación natural y crecimiento en la atmósfera. No obstante, como muchos otros temas en ciencia, quedan numerosas incógnitas aún por resolver», explica el científico a IDEAL.
Es imposible saber exactamente cuántos cayeron. «De la Alpujarra nos llegaron unos 15 o 20, pero fueron totamente falsos y en Granada cayeron algunos, pero más pequeños, quizás en torno al quilo y medio« , recuerda Reyes.
A pesar de que aquellos de principio de siglo fueron los más mediáticos, el fenómeno ha vuelto a repetirse en varias ocasiones en estos veinte años que nos separan. No fue un fenómeno extraterrestre, pero extraño que hoy recordamos con cierta simpatía.
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