Agricultura
La lluvia llega tarde para el olivar y lo aboca a una nueva cosecha raquítica en GranadaAgricultura
La lluvia llega tarde para el olivar y lo aboca a una nueva cosecha raquítica en GranadaLos 84,4 litros de media que han caído por metro cuadrado en Granada en el mes de mayo han sido agua bendita para el campo y céntimos euro para la economía de la provincia asolada por una sequía extrema de norte a sur. La ... humedad ha supuesto un alivio general para la tierra seca y la lluvia ha dado oxígeno a comunidades de regantes como la de Acequia Gorda, que hace apenas dos semanas protestaba con una tractorada ante la situación límite de la Vega de Granada, ya que su dotación de agua no les garantiza el riego más allá del verano. «Nosotros recibimos del pantano un caudal de 500 litros por segundo y llevamos una semana sin gastarlo, por lo que este ahorro nos puede suponer que alarguemos el riego una semana en septiembre», explica José Luis Taboada, el secretario de la comunidad de regantes de la vega de Granada.
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«Sin ser la panacea, esta lluvia remedia algo los daños estructurales de las plantas, lo que mejor ha venido en general es el descenso de temperaturas», apunta el secretario de UPA Granada, Nicolás Chica.
Sin embargo, la bendición del agua de mayo llega tarde en Granada para cultivos como el cereal que no se llegó a sembrar por restricciones de riego en la vega o se encuentra en un estado insalvable en la zona norte y sobre todo para el olivar, columna vertebral del sector primario en la provincia. «El cereal y los pastos para la ganadería están perdidos y para el olivar solo hay esperanza en las zonas más tardías. La lluvia hubiera solucionado mucho un mes antes pero llega tarde», advierte el secretario de la organización ASAJA, Manuel del Pino.
El calor inusual de abril, con temperaturas más propias de junio, llegó en el peor momento posible para el olivo, el de la eclosión de la flor. El aire caliente frió las flores que no han llegado a cuajar, por lo que en miles de fincas la aceituna está perdida. Aún es pronto para sentenciar a muerte la cosecha 2023/2024, pero ya no solo los agricultores –que suelen ser pesimistas– sino los expertos que trabajan a pie de campo temen lo peor. «La situación es caótica. Tenemos fincas que están a cero en las zonas más tempranas en la vega de Granada y desde el poniente hasta la capital», explica el ingeniero técnico agrícola Rafael Castro, asesor en numerosas explotaciones de olivar, principalmente en las provincias de Granada y Jaén.
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Solo las fincas con pozos que han estado regando desde el mes de enero salvarán la aceituna «pero son contadas, muy pocas». En las fincas que toman el agua de riego del Canal de Cacín la floración ha pasado sin que cuaje la aceituna, lo que deja un desolador escenario de olivos pelados desde Moraleda de Zafayona, el Turro, Fuensanta, Láchar y Cijuela hasta Santa Fe.
«En la parte de olivar que pega a la sierra, Íllora, Alomartes, Tocón, Huétor Tájar solo han quedado aceitunas en la variedad hojiblanca, que se ha demostrado como la más resistente a la sequía. Es un aspecto muy a tener en cuenta cuando renovemos plantaciones», analiza el experto. Hasta las fincas de la variedad lucio, autóctona de la zona que se salvó en la pasada cosecha, están perdidas.
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Los únicos olivareros que aún mantienen la fe de salvar el año son los que tienen fincas en las zonas de producción más tardía, principalmente los de mayor altitud en la comarca de los Montes Orientales. En pueblos como Montillana, Benalúa de las Villas, Iznalloz, Píñar, Guadahortuna o Torrecardela estas últimas lluvias sí van ayudar a cuajar la aceituna, que se va a pagar a precio de oro.
«En las zonas de más de 1.100 metros de altitud la situación puede mejorar o en el peor de los casos quedará una cosecha como la del pasado año, aún es pronto para saberlo, pero de los de mil metros hacia abajo, la aceituna está arrasada. Solo quedará en parcelas de regadío con pozos propios que hayan regado mucho y de variedad hojilanca», resume el experto.
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Las fincas que se salvarán del desastre serán, por tanto, muchas menos que las que sufrirán otra cosecha raquítica, con el agravante de que venían de la peor campaña de los últimos quince años.
Y dos ejercicios seguidos con el motor de la economía gripado son demasiados para los 34 pueblos de Granada que viven del olivar. «Los pocos productores que tienen cosecha van a hacer lo que sea para sacarla adelante porque el precio del aceite es muy elevado, pero la gran mayoría de los propietarios está ya gastando lo mínimo posible reduciendo tratamientos, abonos...», añade el perito.
Esta economía de 'guerra' en la que ha entrado el olivar significa un desplome de ventas para todas las empresas subsidiarias, almacenes agrícolas, de maquinaria y sobre todo la pérdida de miles de jornales, no ya solo en la campaña de recogida, sino en todas las labores previas de preparación para la recolección o repaso de riego que no se están realizando en estos pueblos. «Es un problema muy serio a nivel social», concluye el experto.
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La pasada campaña ya supuso una reducción del 50% sobre la media de los últimos años. «Pero encadenar dos años así es algo que no había ocurrido en la historia, estamos muy preocupados», resume el representante sectorial del aceite de oliva en Cooperativas Agro-alimentarias Granada, Rafael Almirón. El también presidente de Aceites Algarinejo recuerda que la incertidumbre del campo ante la previsión de una nueva cosecha corta provoca la tensión del mercado y la especulación con los precios, que están en máximos históricos, por encima de seis euros el litro. «En Jaén están incluso peor que en Granada y Córdoba igual, nunca se habían visto así los árboles. Aún es pronto para hacer números, pero en el mejor de los casos vamos a ir a una campaña de 650.000 toneladas en toda España, similar a la del año anterior, lo que va a mantener por las nubes el precio del aceite», recuerda Almirón.
También el consejero delegado de Aceites Maeva, Luis Torres Morente, insiste en que hay que esperar al menos hasta finales de junio para hacer números: «La campaña todavía es un melón cerrado». Lo que tiene claro es que la falta de producción se seguirá regulando vía precio. Y esto no es bueno para nadie. «El consumo ha caído ya casi un 30% y podemos llegar al 50%. Cuando cambie la situación los precios bajarán pero el consumo no se recupera al mismo ritmo», concluye Torres Morente.
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