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Noelia Jiménez García
Loja
Viernes, 17 de enero 2020
Cuando Tommy y sus cuatro compañeros -Diego, Alejandro, Darío y Ricardo- eligieron a Clid, el caracol, para iniciar un prototipo de videojuego, no podían imaginar que su idea sería elegida como mejor 'game' en los PlayStation Talents, uno de los más prestigiosos concursos dedicados a un sector que no deja de crecer tanto en usuarios como en contenidos y productos. 'Clid The Snail', la 'ópera prima' de este incipiente 'Weird Beluga Studio' no sólo fue elegido como mejor juego electrónico sino que fue premiado por tener el mejor estilo artístico.
Así que 2019 no pudo acabar mejor para este equipo de jóvenes y, sobre todo, para este lojeño, que decidió hace algunos años mudarse a Móstoles, en Madrid, para lograr el que ha sido su sueño desde niño: ser desarrollador profesional de videojuegos. «Mi familia y mi gente me han apoyado en todo desde el principio. Esto me ha gustado y lo he querido siempre. Aunque también te encuentras con gente que se piensa que esta profesión es una tontería, que lo que quieres es estar todo el día jugando, cuando no es eso en absoluto», comenta Tomy Manzano que, junto a sus compañeros, tiene ahora diez duros meses por delante de trabajo para hacer que 'Clid, el caracol' dé de sí todo lo que un videojugador quiere. «Siempre me ha llamado la atención que da un paso más respecto al cine. En el cine eres un espectador y en el videojuego tú eres el que está en ese mundo; tus decisiones se ven reflejada en esa historia y la creas», considera este joven granadino, que tras prepararse en Granada con un ciclo formativo medio y otro superior, decidió dar el salto a la Universidad. Pero tuvo que hacerlo en Madrid porque, aunque ahora hay un Máster de Desarrollo de Videojuegos en Granada, cuando él empezó irse era la única opción. Otra muestra de cómo el sector cada vez tiene más demanda y atractivo.
Allí, en la 'Rey Juan Carlos' de Mòstoles, conoció a sus compañeros, con los que ha logrado el nivel de compenetración, amistad y sintonía para crear una historia lúdica que todavía tiene mucho que decir. Y sobre todo que representa una grandísima oportunidad para su futuro profesional. «Ahora tenemos que currar y bastante porque diez meses es poco tiempo para esto. 2020 va a ser nuestro año. Estamos en una nube todavía, porque nos han dado una oportunidad», dice Tomy, que, como sus amigos, estuvo desde febrero a septiembre pasados preparando este prototipo tan innovador.
Porque estos premios, ligados al gigante Sony y toda una referencia para 'cazar' talentos entre los desarrolladores, son una lanzadera indiscutible para este pequeño pero prometedor equipo. «Éramos sólo cinco amigos compartiendo y construyendo un proyecto a través de Internet. Y ahora hemos logrado esto, que nos permite ser más atractivos para cualquier empresa de videojuegos», comentan mientras relatan cómo lo primero que se llevaron con su caracol fue un jamón. Tal cual. Se presentaron a los premios de PlayStation porque su idea ya fue premiada antes en la Global Game Jam.
Con los PlayStation Talents, además de 10.000 euros para sus gastos, cuentan con 200.000 euros para una campaña de marketing, que gestiona Sony; la cesión de unas instalaciones durante 10 meses; y un kit de desarrollo, formado por consolas Play4 para ir trabajando y probando con el código que van elaborando para desarrollar el videojuego de un caracol que lucha por mantener su hogar. El juego será publicado física y digitalmente en PlayStation.
Dicen que aún están «en una nube», porque, aun siendo un equipo pequeño, han logrado un reconocimiento que pocos desarrolladores noveles logran. Los grupos contra los que competían eran de 18 o 20 personas y ellos son sólo cinco. «En ningún momento pensamos que podíamos llevarnos el premio, pero no teníamos recurso ninguno y nos podía servir de promoción, así que echamos para adelante», explica Tomy, consciente de que es complicado hacer un equipo unido y eficaz. «Y en este tipo de proyectos amateur más: programación, arte, música... y compromiso para seguir», afirma este talentoso desarrollador lojeño. Encontrar un grupo que encaje de la manera en que lo han hecho ellos es muy difícil y han logrado que su 'súper caracol' dé el juego que todo 'gamer' avezado quiere.
El juego está ambientado en un universo de animales antropomórficos que han construido sus ciudades a base de elementos medievales y futuristas. Clid es un caracol harto de la vida y junto a él está Belu, una leal y útil luciérnaga con la que no se lleva del todo bien. «Clid, que es un paria de la ciudad de los caracoles, se verá envuelto en las acciones de una extraña organización llamada Álastor. Junto a ellos irá haciendo misiones para ayudar a otros animales», detalla Ricardo, uno de los compañeros de este desarrollador granadino.
En cuanto al atractivo que tiene este sector profesional entre los jóvenes, Tomy y sus amigos lo tienen claro. «No es sólo que te guste; es que seas capaz de entenderlo desde una perspectiva de máquina». Aseguran que están muy condicionados por lo que saben hacer y por lo que van aprendiendo y mejorando continuamente. «Cada vez haciendo cosas más grandes. Mi sueño es desarrollar iniciativas rompedoras, que te hagan pensar y que sean completamente nuevas», desea este lojeño, que reconoce que, dentro del sector informático, el de los videojuegos es el ámbito más complicado laboralmente.» Cuando los desarrolladores preparan sus propios proyectos, en estudios pequeños, el 90% de los que se empiezan no se acaban. Y de los que salen un porcentaje importante no consigue el beneficio suficiente para amortizar lo que ha costado el desarrollo.
«En esto es fundamental también las grandes campañas de marketing, redes sociales, comunicación en general; si no te acabas dando una hostia», dicen estos artistas de la tecnología. Creadores de historias capaces de crecer, mutar, evolucionar por sí mismas según los conocimientos y habilidades del usuario, del videojugador. Pero este caracol medio granadino, promete dar esa acción y sorpresas que todo 'gamer' espera cuando coge el mando. ¡Adelante, Clid!
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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