Luis Salvador –atlético confeso– sigue la filosofía cholista de 'partido a partido'; en sentido metafórico y también al pie de la letra. Su trayectoria política está repleta de callejones sin salida de los que ha escapado con escorzos imposibles, siempre un paso por delante del ... milagro. Hasta llegar a ser alcalde.
Nada más tomar posesión ya vivió una situación límite, cuando el PP y Vox amagaron con deshacer el acuerdo. Dijo que habría gobierno y lo hubo. Vaticinó que tendría presupuesto, y aprobó el primero de Granada en cinco años con los votos del PSOE. Y también aseguró que será alcalde hasta 2023 y que Sebastián Pérez nunca hará una moción de censura con los socialistas. En este último callejón es en el que está atrapado y aguanta con la estrategia de siempre: esperar que el rival se canse. Podría estar a la intemperie y sin paraguas en mitad del diluvio universal pero Luis Salvador diría que son solo cuatro gotas.
A finales de los noventa, un chaval con labia y vocación política empezó a sobresalir en la agrupación socialista de Genil, de la que llegó a ser secretario general tras doblar el pulso a la vieja guardia de un partido que aún no había superado el enfrentamiento entre guerristas y renovadores. El líder provincial era José Moratalla, que llevó en su lista de las municipales a Juan Santaella de número dos con la pretensión de que fuera presidente de la Diputación. Aquello fue contrarrestado por un grupo de militantes y propusieron a Francisco Álvarez de la Chica, que se presentó por el ayuntamiento de Chauchina. Tras las tensiones y el posicionamiento de los 'barones', Santaella ni llegó a tomar posesión de su acta de concejal; Álvarez de la Chica sí lo hizo pero se autodescartó para presidir la Diputación. Y surgió como figura de consenso el alcalde de Santa Fe, José Rodríguez Tabasco.
Luis Salvador sería su jefe de gabinete y empezaba su carrera política, todavía en segunda fila. La relación entre ambos no acabó bien –cuentan algunos de los que coincidieron– y Salvador tuvo acomodo en la Delegación del Gobierno, como coordinador de los delegados que dirigía Jesús Quero. Desde este puesto hizo contactos, tuvo acceso a alcaldes y eso lo llevó a plantearse optar a la secretaría provincial para sustituir a Moratalla, que estaba centrado en su tarea de alcalde. Dice alguno que pasó por su despacho que tenía un mapa con las agrupaciones afines sombreadas. Se lo pensó mejor, no se presentó y poco hay escrito de aquello.
El propio Moratalla y otros dirigentes influyentes, como Antonio María Claret García, señalaron a Álvarez de la Chica, que contó con Salvador en su primera ejecutiva. Era diciembre del año 2000.
Podría estar a la intemperie y sin paraguas en mitad del diluvio universal pero diría que son solo cuatro gotas
Ese mismo año ya se había movido en la fontanería del partido como hombre en Granada de José Luis Rodríguez Zapatero, que ganaría el 35 congreso en el verano por solo nueve votos a José Bono. Pero había otro granadino veterano que le quitó esa exclusividad: Rafael Estrella. «La virtud y también el problema de Luis ha sido su ambición desmedida. La línea entre el triunfo y el ridículo es discontinua», comenta un socialista de la época.
Aquella nueva generación empezó a ocupar espacios de poder y, en las elecciones de 2003, le llegó el momento de dar el salto. Le dieron a elegir entre un cargo en el consejo de la RTVA o número tres en las listas del Senado, un puesto que –a priori– no era de salida. Sin embargo, la victoria sorpresiva de Zapatero lo llevó a la Cámara Alta. Tenía entre sus valedores al entonces secretario de Organización, José Blanco, y en Madrid entró en contacto con el director de la Fundación Jaime Vera y gurú de ZP, Enrique Martínez, que lo introdujo como ponente de cabecera y recorrió la geografía española. Sonó en varias ocasiones para entrar en la ejecutiva de Ferraz, pero se quedó fuera porque, cuando Chaves negociaba la cuota andaluza y granadina la noche del congreso, optaba por nombres de su círculo, como Javier Torres Vela o Cándida Martínez.
LA PAPELETA Y LA CRUZ
Luis Salvador repitió en las listas de 2007 y también en las de 2011, pero en esta última ocasión no resultó elegido. Aquella campaña fue en la que se extendió la leyenda urbana de que Salvador había buzoneado con papeletas marcadas solo con su cruz para evitar que saliera Juan Manuel Fernández, entonces número dos del PSOE de Granada. Algunos dicen que no fue una leyenda: «Me la echaron a mí en el buzón con un marcapáginas. Todavía debo conservarlo», dice un histórico del partido.
Ahí comenzó el distanciamiento de Luis Salvador con el PSOE, aunque intentó recolocarse en distintas olas. Hizo campaña con Carme Chacón y fue uno de los granadinos que acudió al mitin en Olula del Río (Almería) en enero de 2012. En la foto aparece junto a Teresa Jiménez, Francisco Álvarez de la Chica, José Antonio Pérez Tapias y Cándida Martínez.
Engordó su fama por las apariciones en 'El gato al agua' y todavía hoy sostiene que lo paran fuera de Granada porque lo conocen
En aquel verano fue un paso más allá y, esta vez sí, disputó la secretaría provincial a Teresa Jiménez. En aquella época engordó su fama por las apariciones en 'El gato al agua' y todavía hoy sostiene que lo paran fuera de Granada porque lo conocen de la televisión. Salvador perdió el congreso, pero logró un meritorio 27,3% de los votos; entre los suyos y los que le prestó el sector crítico, donde había dirigentes como Antonio Martínez Caler, José García Giralte o Juan Manuel Fernández, al que José Antonio Griñán impidió que disputara la secretaría a Teresa Jiménez. Le quedaba una última tentativa, en 2013, cuando estuvo en el equipo de campaña del actual ministro Luis Planas, que disputó las primarias en Andalucía a Susana Díaz. Y en octubre de ese año dejó el PSOE, al que se había afiliado en 1986.
Se marchó tras acudir en Madrid a la presentación de Movimiento Ciudadano, la plataforma que lanzó Albert Rivera. Luis Salvador fue uno de los precursores y ese día aparece sentado a la derecha de Albert, junto a la periodista Isabel San Sebastián. Sin cargo público en ese momento, de vuelta a su plaza en la Diputación, se dedicó a construir un partido en Granada. «El único que tenía experiencia política era él. Le hacíamos caso. Nos reuníamos en el Café Fútbol o en su despacho del Cemci», cuenta uno de los originales. «Luis se encargó de entrevistar personalmente uno por uno a todos los que entraban», apunta otro. El primer afiliado de Granada, que se inscribió en realidad en Málaga porque aquí no había agrupación, fue Juanmi Perea, que esta semana ha dejado el partido y que recientemente fue cesado de manera inesperada como director provincial del Instituto de la Juventud.
Luis Salvador pudo ser el candidato de Ciudadanos a la Junta en las elecciones de 2015. Se lo plantearon desde la dirección nacional, pero lo rechazó. «Decía que no se quería desgastar porque íbamos a sacar uno o dos», cuenta uno de sus entonces colaboradores. Las expectativas en aquella cita todavía no eran muchas, aunque finalmente Ciudadanos fue la sorpresa de la noche electoral y obtuvo nueve diputados determinantes. El parlamentario granadino fue José Antonio Funes.
EL PACTO NO ESCRITO CON TORRES HURTADO
Luis Salvador optó por las municipales de ese mismo año, espoleado por el inicio de la corriente naranja. El resultado que cosechó no casaba con sus cálculos, pero se quedó la llave para elegir alcalde. Montó unas reuniones con el PSOE que fueron un paripé y, a última hora, pactó con José Torres Hurtado, al que había vetado días antes: «El próximo alcalde lo va a poner Torres Hurtado y no va a ser él». Supuestamente, ambos llegaron a un pacto verbal en el Asador de Castilla por el que el veterano alcalde del PP se retiraría en noviembre para propiciar su relevo. Así lo expuso hasta la propia dirección popular. Pero cuando cogió el bastón de mando, Torres Hurtado declaró en una entrevista publicada en IDEAL: «Llevo oyendo leyendas urbanas desde que llegué en 2003. Mi objetivo es intemporal y un mandato dura cuatro años». Quizás ahí comprendió Luis Salvador que los pactos verbales no hay que cumplirlos. Fue la operación nazarí la que provocó la dimisión de Torres Hurtado y Salvador convirtió en alcalde a Paco Cuenca sin aceptar ningún otro candidato propuesto por el PP.
Se fue al Congreso y dejó el Ayuntamiento, aunque no perdió ni el control ni la influencia sobre el grupo municipal. «Quería ser el único interlocutor a todos los niveles. Solo él hablaba con los de arriba», reprocha un compañero.
En 2018 se organizó para disputar las primarias a Juan Marín y ser el candidato a la Junta, pero lo frenó Fran Hervías. Volvió a ser el candidato a la alcaldía y otra vez tuvo un mal resultado. «El hotel los Ángeles era esa noche un duelo. Sacamos los mismos cuatro concejales que en 2015 cuando no nos conocía nadie», recuerda un miembro de Cs. Sin embargo, en esta ocasión fue Hervías quien maniobró para convertirlo sorpresivamente en alcalde. Y también ha sido Hervías el que ha detonado la operación para dejarlo acorralado.
Es una de las cualidades que define a Salvador: alguien que genera enemistades y también adhesiones inquebrantables. A veces, una misma persona pasa por las dos fases.
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