El 26 de mayo de 1831 la liberal granadina fue ejecutada por garrote vil en la actual Plaza de la Libertad. Su cuerpo fue trasladado de un lugar a otro durante más de dos décadas, hasta que en 1856 se le dio sepultura en la Catedral de Granada
«El recuerdo de mi suplicio hará más por nuestra causa que todas las banderas del mundo». Estas son las últimas palabras atribuidas a Mariana Pineda antes de ser ejecutada por garrote vil el 26 de mayo de 1831 en la actual Plaza de la Libertad de Granada capital. Sobre esta funesta jornada se ha escrito mucho, y en los testimonios que se conservan de la época se incluyen detalles de todo tipo, desde la petición de la ejecutada de que le rajaran el vestido con el que fue enterrada hasta la preocupación por el futuro de sus hijos. La historiadora Paula Sánchez Gómez, autora del libro 'La Granada de Mariana Pineda', y la escritora Antonina Rodrigo, responsable de su más reconocida biografía, relatan a IDEAL las claves del día de la ejecución de Mariana y los diversos traslados que sufrió su cuerpo durante más de dos décadas hasta ser enterrado en la Catedral de Granada en 1856.
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Mariana Pineda fue arrestada domiciliariamente en marzo de 1831 tras ser hallada en su vivienda una bandera supuestamente revolucionaria. Tal y como relata Sánchez Gómez, este hallazgo se correspondió a «una trampa urdida por el alcaide del crimen, Ramón de Pedrosa». Tras ser retenida varios días en su domicilio, Mariana Pineda fue trasladada al Beaterio de Santa María Egipciaca, en la actual calle Recogidas, desde donde sería conducida posteriormente a la capilla de la Cárcel Baja. Allí permaneció las cuarenta y ocho horas previas al día de su ejecución, a la que fue condenada en base al artículo séptimo del Código Penal de 1830.
Vídeo. La historiadora Paula Sánchez explica cómo fueron las últimas horas de Mariana Pineda.
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Según explica Antonina Rodrigo, una vez dictada la sentencia, a Mariana Pineda se le confiscan todos sus bienes. Los testimonios de la época apuntan a que la principal preocupación de Mariana tras ser condenada fue el paradero y futuro de sus hijos. La historiadora Paula Sánchez Gómez afirma que, en sus últimas horas, la heroína granadina escribió dos cartas. La primera iría destinada a su hijo José, despidiéndose de él y tratando de transmitirle sus valores liberales. La segunda misiva iría dirigida al presbítero Pedro García Serrano, con el fin de pedirle que se encargara del cuidado de su hija Luisa, quien quedaba huérfana.
Un verdugo poco experimentado
Aquel 26 de mayo, Mariana Pineda fue trasladada desde la capilla de Cárcel Baja hasta la actual Plaza de la Libertad, donde se instaló el garrote vil con el que se le daría muerte. Debido a su ascendencia noble, la mula en la que Mariana Pineda fue conducida hacia el patíbulo iba ensillada. De acuerdo con Antonina Rodrigo, los testimonios de la época describen el camino de Mariana como un acontecimiento popular, en el que los vecinos de Granada salieron a la calle para contemplar su traslado al cadalso. La heroína granadina iba custodiada por un piquete de caballería y precedida por un pregonero.
Mariana fue trasladada desde la Cárcel Baja, situada frente a la puerta del perdón de la Catedral, hasta el denominado Campo del Triunfo -actual Plaza de la Libertad-, una amplia zona baldía para zonas de ganado. En su recorrido, Mariana salió de Cárcel Baja, ascendió hacia la esquina del convento del Ángel Custodio -posterior Banco de España-, y desde allí recorrería calle Elvira hasta llegar a Puerta Elvira y el citado Campo del Triunfo. Para entender por qué Mariana hizo este itinerario, hay que recordar que en la Granada de la época aún no se había embovedado el Darro, por lo que las actuales calles de Reyes Católicos o Gran Vía no existían por aquel entonces.
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El garrote vil con el que habría sido ejecutada Mariana Pineda, conservado en la Real Chancillería de Granada.
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Una vez en el patíbulo, también enlutado por la ascendencia noble de la ejecutada, Mariana se enfrentó a una muerte por garrote vil, una técnica común en la época que consistía en romper el cuello de la víctima con un mecanismo giratorio. El garrote vil empleado para las ejecuciones en la época de Mariana Pineda aún se conserva en la Real Chancillería de Granada. Según la historiadora Paula Sánchez Gómez, los testimonios de los años treinta del siglo XIX narran que el verdugo que ejecutó a Mariana Pineda «no era muy diestro», de lo que se deduce que fue una muerte lenta y complicada.
Este hecho lo confirma Antonina Rodrigo, quien defiende que la muerte de Mariana fue «de las más atroces que se puedan imaginar». La biógrafa describe cómo el garrote vil atravesó el cuello de la heroína granadina hasta «taladrar y destrozar incluso sus dientes». «Fue una muerte perra, perra, perra», sentencia Antonina con conmoción.
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Los múltiples traslados del cuerpo
La primera sepultura al cuerpo de Mariana Pineda tuvo lugar el 27 de mayo de 1831, al día siguiente de su ejecución, en el cementerio de Almengor, cercano al río Beiro. Era uno de los cuatro cementerios existentes en la Granada de la época. Antonina Rodrigo asevera que el sepulturero de este camposanto fue testigo del primer homenaje espontáneo a la figura de la líder granadina. La primera noche que el cuerpo de Pineda estuvo en este cementerio, dos personas saltaron la valla del mismo y colocaron una cruz sobre su tumba, algo que no se hacía de forma oficial con los nichos de los condenados a muerte. Se trató de un homenaje alentado por el profundo carácter religioso de Mariana Pineda y que, según Antonina Rodrigo, fue realizado por liberales cercanos a la ejecutada.
Sería ya en 1836, con el gobierno liberal en el poder, cuando los restos de Mariana fueron exhumados del cementerio de Almengor. Se comprobó que el cuerpo era realmente de Mariana Pineda en base a una serie de detalles. En primer lugar, consta que Mariana pidió ser enterrada con un vestido azul con flores de color caña. Además, solicitó que le rasgaran el vestido por miedo a que se lo robaran. En segundo lugar, la heroína granadina también solicitó que se le colocara un almohadón en la cara y, encima del mismo, un puñado de tierra fresca. Al proceder a la exhumación de su cuerpo, se comprobaron dichos detalles para certificar que se trataba de Mariana Pineda.
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Detalle de la tumba de Mariana Pineda, en la Catedral.
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Una vez exhumado, el cuerpo de Pineda se llevó a la cercana iglesia de San Ildefonso. Desde ese momento empezaron toda una serie de actos homenaje en su honor. Para este nuevo sepelio, se confeccionó una urna hecha por Francisco Enríquez en 1836, la cual fue trasladada en una carroza en una procesión cívico patriótica por los principales lugares que ella misma recorrió el día de su muerte.
A raíz de este segundo traslado, se instauró una «fiesta de la Libertad» celebrada cada 26 de mayo. El cuerpo de Mariana Pineda sería sometido a diversos traslados en función del Gobierno existente en cada momento, quedando guarnecida también en las llamadas Casas Consistoriales durante varios años. Además, según Sánchez Gómez, durante nueve años los restos de Mariana estuvieron en la Iglesia de Sagrario, ya que estuvo el partido moderado en el poder y se suprimió su fiesta. Finalmente, en 1856 se decidió que sería enterrada en la Catedral, donde actualmente está sepultada y se puede visitar en fechas especiales como el 1 de noviembre de cada año.
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