Material educativo y artístico

Cuesta trabajo encontrar papelerías abiertas, por mucho que sean de los pocos comercios considerados como esenciales por los diferentes decretos gubernamentales dictados estas semanas. Me topo con una que tiene la persiana a medio echar. Me asomo por debajo y Rosa me invita a pasar.

–Me pillas de casualidad. Apenas estoy abriendo un rato por las mañanas.

Efectivamente, Rosa llega a eso de las doce y para la una y media, como muy tarde, cierra. Viene únicamente a imprimir las fichas con las tareas escolares que les mandan sus clientes de toda la vida y también algunos nuevos.

«Me los envían por correo electrónico o por whatsapp, los imprimo, los dejo preparados y vienen en este rato a retirarlos», señala Rosa. «Sobre todo, imprimo las fichas educativas que están mandando los profesores. Las más habituales: las de 3, 4 y 5 años y las de Primaria, hasta Sexto. De la ESO, apenas nada». ¿Y por materias? «Muchas matemáticas y lengua».

A Rosa, como a otros muchos que siguen abriendo estas semanas, no le salen las cuentas. «Apenas saco 50 euros por día. Si vengo es porque me desvivo por mis clientes y siempre termino encontrando todo lo que me piden. Ahora lo que necesitan es imprimir y me lo agradecen un montón».

Y es que hay mucha gente que, como yo, no tiene impresora en casa. Es un trasto, se atasca el papel, se seca la tinta... trae más cuenta imprimir en las papelerías del barrio. «Lo más voluminoso que he sacado estos días fue un temario de oposiciones de 600 páginas, de Pedagogía. Me decía la chica que su profesora les da las clases por Skype, pero se queja de que no percibe la expresión de los alumnos, que no llega a saber si se enteran o no de las lecciones». Y es que por mucha tecnología punta que tengamos a nuestro alcance, el factor humano sigue importando. Y mucho.

«También vendo los míticos Cuadernillos Rubio, libretas, bolígrafos y útiles de dibujo: lápices de colores, témperas, ceras, acuarelas...». ¿Y si de este confinamiento saliera una generación de artistas que, en el encierro, encuentran una auténtica vocación, como vaticinaba Enrique Bonet hace unos días en su extraordinaria viñeta de la contraportada de IDEAL? «Es posible que los niños saquen a relucir ahora facetas que tenían ocultas. Y que sus padres se sorprendan, por ejemplo, de lo bien que pintan o dibujan. ¡Quién sabe!»

Rosa también vende algunos libros infantiles. «Cuentos clásicos para los más peques y algún Jerónimo Stilton, pero siempre de las ediciones más baratas». Las otras, las de tapa dura, duermen el sueño de los justos en las estanterías, junto con las mochilas y los regalos preparados para unas Comuniones que nadie sabe si se celebrarán. «No es que no se vendan, es que la gente ni mira los libros de firmas, por ejemplo».

En ese momento entra Carlos. Viena a imprimir las fichas de naturaleza e inglés que le han mandado en el cole –virtual– a sus hijas. «Menos mal que abre esta mujer, que hace muy buena labor y es muy amable».