Las 'Matildes'

Crónicas granadinas ·

Llevamos años en los que se nos anuncia que desaparecen las cabinas telefónicas, pero el asunto no está resuelto. Lo cierto es que no hay un plan maestro para qué hacer con las cabinas telefónicas en estos tiempos en los que todo el mundo tiene teléfono móvil, y algunos hasta tres por exigencias de la actividad profesional, que yo los conozco, no hablo por hablar

TITO ORTIZ

Domingo, 15 de mayo 2022, 00:10

Llevamos años en los que se nos anuncia que desaparecen las cabinas telefónicas, pero el asunto no está resuelto. En algunos puntos sí han desaparecido; en otros hay iniciativas para reciclarlas en puntos de información o lectura e incluso hay quienes las envuelven en anuncios ... de cuidadoras de niños, pintores económicos, compartir piso de estudiantes o profesores de clases particulares con sus clásicas tiritas de papel adjuntando el teléfono para que las arranques, y otras parecen fósiles olvidados de otros tiempos. Lo cierto es que no hay un plan maestro para qué hacer con las cabinas telefónicas en estos tiempos en los que todo el mundo tiene teléfono móvil, y algunos hasta tres por exigencias de la actividad profesional, que yo los conozco, no hablo por hablar. Y si de hablar se trata, ya no tiene sentido apostarse en una calle a echar monedas para hablar con la tía Felisa que vive en Andorra. Atrás quedaron los tiempos de aquellas cabinas con teléfono negro de baquelita, a las que tenías que echar una ficha acanalada que, costaba tres pesetas y te permitía hablar durante unos minutos con el tío Jacinto del pueblo, que después fueron reconvertidas y, le echabas las monedas directamente sin necesidad de canjearlas.

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Locutorios

En la calle Reyes Católicos esquina Abenamar, tenía la Compañía Telefónica de España –que así se llamaba– un locutorio con varias cabinas de teléfono en madera, para darnos servicio a todos los que no contábamos con el citado artilugio en nuestra casa. El asunto consistía en todo un ritual para poder hablar con mi padre, que en aquellos años sesenta estaba barnizando los muebles y artesonados del Ayuntamiento de Alcaudete (Jaén), tierra de buenas hojaldrinas, y llevaba meses fuera de casa, mandando el dinero para que viviéramos por giro postal o telegráfico, dependiendo de la urgencia canina en casa. Mi madre se acercaba al mostrador y preguntaba a la señorita cuánta demora tenía una conferencia con Alcaudete, la señora consultaba por sus auriculares y le decía que de hora y media a dos. Mi madre le daba el teléfono al que llamar, y nos sentábamos en unos bancos de madera a esperar con auténtica resignación cristiana. Nunca la demora que te decían se acortaba en el tiempo, la mayoría de las veces se prolongaba más, así que las dos horas podían ser tres, sin exagerar. Cuando por fin habían logrado conectar con mi padre, decían el nombre de mi madre por los altavoces, y el número de la cabina en la que te tenías que meter para hablar, y lo habías conseguido. Un asunto no exento de sobresaltos porque se daban varias circunstancias. Una, que mi padre oyera a mi madre y ella a él, no. Que mi madre asistiera histérica a lo que entonces se llamaba «un cruce», que consistía en que ella llamaba a mi padre en Alcaudete, y le contestaba un señor de Cuenca, que llamaba de urgencia a su veterinario en Albacete porque tenía una vaca de parto. Eran años en los que hablar por teléfono era una cuestión de suerte, hasta el punto de que mi abuela, cuando nos veía marchar para el locutorio, le ponía dos mariposas en aceite a Santa Rita, abogada de los imposibles, para que todo fuera bien.

Cotización en bolsa

En 1967, José Luis López Vázquez protagoniza una campaña publicitaria que quedará para la historia. Aparecía a través de todos los televisores de la época, dialogando por teléfono con una mujer llamada Matilde a la que quería convencer de concurrir a la oferta de colocación de acciones de Telefónica, al grito de ¡Matilde, Matilde, que he comprado telefónicas! La Compañía Telefónica Nacional de España despegaba como un cohete, revolucionando el mercado y sus servicios. Las 'Matildes' fueron un furor impresionante, entre los años 1965 y 1973, el capital bursátil de Telefónica creció de 20.000 millones de pesetas a 85.000. Todo a partir de las ampliaciones de capital dada la gran cantidad de inversores que acudieron a dicha oferta atraídos por las acciones que eran más rentables que la deuda pública. Y en este apogeo, el teléfono llegó a casa de color celeste y colgado en la pared en pleno recibidor. Con los años nos lo cambiaron por un modelo 'Góndola' de sobremesa que fue la envidia del barrio, y un número de solo seis cifras, sin prefijo ni nada. Un éxito.

La cabina

Y luego llegó la épica, para inmortalizar las cabinas hispanas con una idea del audaz Mercero y una de las mejores interpretaciones de López Vázquez. 'La cabina' es un mediometraje español dirigido por Antonio Mercero en 1972, coescrito por él mismo, junto con José Luis Garci, y protagonizado por el que en su día había anunciado en la única tele española las famosas 'Matildes'. Se emitió por primera vez en Televisión Española el 13 de diciembre de 1972, consiguiendo un Premio Emmy Internacional al mejor telefilme y un Fotogramas de Plata al mejor intérprete de televisión para José Luis López Vázquez en 1973. De esta manera quedaban unidos para la historia tres genios del séptimo arte español y las cabinas telefónicas que, en tiempos de móviles asequibles a cualquier bolsillo, se resisten a abandonar nuestro paisaje urbano. Sin ellas, será muy difícil explicarles a nuestros nietos, dónde se cambia de ropa Superman cuando tiene que salvar al mundo de una catástrofe, o cómo desaparece el Súper Agente 86, el más temido del recontra espionaje internacional en su eterna lucha contra Kaos, acompañado siempre de la inolvidable agente noventa y nueve. Me quedo sin referentes.

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